
Brindis al sol
Alberto González Troyano
Profecía novelada
No iba a hacerlo. Una semana después, pensaba que ya se habrían dicho todas las opiniones al respecto. Pero es que el asunto me quema aquí dentro. Y como no quiero hernias, que a esta edad bisagra esos sustos no molan un pelo, voy a vomitar mi indignación por todo lo acontecido en torno al Benidorm Fest. Esta frase de la productora de Chanel es la que me ha terminado de meter los dedos para largarlo todo: "SloMo trata sobre amar tu cuerpo, sentirte cómoda en tu propia piel y ser dueña de una misma sin ningún tipo de miedo, en forma de latin-pop uptempo, empoderador y sensual, con un estribillo irresistible y pegadizo que se queda en la cabeza a la primera escucha".
Dejando a un lado la etiqueta absurda de latin-pop uptempo… Bueno, stop. ¡Cómo que dejarla a un lado! ¿Me estás queriendo vender eso como un estilo o género musical? ¿Porque hagas como esos trabajadores que se creen más importantes por ponerse una tarjeta de firma en el mail con nombre rimbombante? Sí, de esos tipo Key Manager Developer (o sea, programador, sin más). Ad Expert Technical (el último mono de Marketing). Al lío, que me despisto. Latin-pop uptempo. Es decir: sintetizadores a full, autotune por un tubo, spanglish de garrafón y cacofonías absurdas vestidas con ritmos pegadizos para que los golpes de cadera oculten el mensaje cosificador que suelen vestir.
Pero, como decía antes de recalentarme, eso no es lo más importante. Sucede que todo lo ocurrido ha puesto en solfa la sociedad tan preocupante que nos está quedando. Triunfa una letra que nos intenta decir que la mujer se debe empoderar gracias a su físico (si hay alguna alabanza a la inteligencia femenina en la letra, avisadme, igual se me pasaron). Y en lugar de dejar de consumir las discográficas que fabrican a borbotones ese tipo de temas, nos dedicamos a insultar tanto a la pobre Chanel que tiene que cerrar sus redes sociales para que no la acribillen. En lugar de llevar a Europa una canción como la de Ay, mamá, un mensaje feminista que habría supuesto un buen empujón a esta continua lucha por la igualdad, abanderamos el reguetón como definición de la música patria (y no, todo no vale por intentar dejar de hacer el ridículo en Eurovisión). Para colmo, la televisión pública española articula un extraño y oscurantista método de votación triple en el que el voto popular y el del jurado parecían estar a años luz. ¿Por qué no publican el escrutinio para acabar con las suspicacias? Espera, que hay más: las bases del concurso limitaban la aparición de palabras en otro idioma a un 35% y la letra de SloMo lo supera.
En fin, no quiero ni pensar que haya detrás una campaña para llevar por decreto esa canción al concurso porque entonces el fracaso no solo será con altavoz continental, sino auspiciado por un gobierno al que se le presupone la defensa del progresismo. Hay algo que sí podemos hacer: esLomarnos por llenar los oídos de nuestros hijos de música de verdad. Con mensajes más dignificadores y que sea la destreza en el uso de los instrumentos y la composición de letras lo que empodere a las artistas, no su cosificación. Vanesa Martín, Rozalén, María Peláe, Zahara, Nina de Juan, Ximena Sariñana o la propia Rigoberta son solo unos cuantos ejemplos. Porque hay alternativas de sobra para no conformarse con que en Eurovisión nos represente un mensaje así. Y lo peor es que seguro que obtiene una de las mejores puntuaciones de nuestra época reciente…
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