De paso por el Kremlin

La alianza de amistades tejidas por Putin propicia el debate para descubrir de qué fuentes bebió para cometer esta barbarie

C URIOSO debate ideológico el que vivimos para explicar de qué fuentes bebió Putin para obsequiarnos con esta barbarie. El presidente ruso aglutinó en su momento el fervor de los extremos. O porque se consideraban afines de pensamiento o por nostalgia del pasado. Quizá a Podemos e Izquierda Unida, con la hoz y el martillo en sus sueños, suspiraban por que la Federación Rusa conservara con este líder sus esencias soviéticas. Más pragmático debe ser Xi Jinping, que no creo que se haya convertido en su más firme defensor porque ambos compartan el ideario de la revolución socialista. A saber. En Cuba se justifica por el eterno agradecimiento por la ayuda prestada en décadas de bloqueo. Para Maduro también era un referente, al menos hasta que Biden le preguntó por los millones de barriles de petróleo que podría producir a partir de ahora. Y Ortega en Nicaragua. Así que el desperdigado bloque filo comunista que queda por el mundo le había mostrado fidelidad.

Pero tras su nueva invasión a Ucrania y el temor a la tercera Guerra Mundial, inmediatamente se le ha asociado a la figura de Hitler. Con China como teórico sustituto de partida de Japón. Pero Putin defiende que quiere desnazificar a los ucranios. Y además, cuando llegó al poder en 2000, dio un giro de timón con las siempre tensas relaciones durante la guerra fría con Israel para congraciarse con el país. Al fin y al cabo, siempre fue lugar de refugio para miles de judíos rusos. Y ya se sabe lo que para él significa que alguien conserve la lengua de los antepasados.

Ni el conflicto de Siria, donde decidió apoyar a Bashar al-Assad, que no veía con buenos ojos que el pueblo le reclamara democracia, desestabilizó su alianza económica con Erdogan. Y eso que cada uno apoyaba a una de las partes enfrentadas. Aunque las amistades con Putin tampoco le han impedido a Turquía, que pertenece a la OTAN, venderle en este conflicto drones a Ucrania para que se defienda los blindados rusos.

De ahí que para unos el zar ha vuelto y otros que Putin estaliniza Rusia. Porque también era el gran referente de la ultra derecha y de ese populismo. Orban, en Hungría, Kaczynski, en Polonia, Bolsonaro en Brasil y, por supuesto, Trump en Estados Unidos. Los héroes cercanos de Santiago Abascal y su Vox. Y si me apuran, incluimos a Jonhson. Otro populista de libro, encantado de los malos usos cibernéticos con los que desde el exterior se recaudó apoyo para su Brexit. Pero también Putin era la gran esperanza blanca de Puigdemont, con embajada en Moscú. Porque lo que el nacionalismo une nada podrá separarlo. Y por el Kremlin pasó Francisco de la Torre. Le ofrecieron tapar las vergüenzas de las gemas con buen arte ruso y se trajo su franquicia.

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