Por los pelos

“Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje”

Es evidente que nadie podía predecir que, un mes después de la visita a Marrakech de Pedro Sánchez, esa ciudad viviera el peor terremoto de su historia. De la misma forma, tras las vacaciones estivales en Canarias del presidente en funciones, la devastación provocada por la mayor ola de incendios en esa región era absolutamente excepcional. Pero todas estas situaciones, pandemias, volcanes, sequías, etc. nos hacen ver que hay personas cuya vida aparece siempre al filo de la tragedia, y la Moncloa empieza a parecer el epicentro de estas clamorosas casualidades.

Ahora el destino de todo nuestro futuro se centra en Waterloo. Mientras un fugado de la justicia deshoja su margarita, entre risas y bravuconadas, el resto de los españoles observa atónito como sus peticiones van “in crescendo”. Primero, por supuesto, sus intereses personales, es decir, una amnistía que permita olvidar golpes de estado, estafas multimillonarias al erario público y provocación de una violencia callejera sin precedentes. Después su regreso en olor de multitudes, ignorando su otrora salida en el maletero de un coche, porque con la edad y la recuperación física ya no se está para espacios tan incómodos. Y por último insistir en un referéndum separatista para unos pocos, vaya a ser que a los españoles nos diera por no consentir semejantes atropellos.

Este periplo es la consecuencia de una legislación que se ha ido debilitando frente al delito. Primero se benefició al secesionismo, después a la malversación, posteriormente a los violadores y por último se quiere pasar página con los profugos de la justicia. Nuestro país se va así convirtiendo en el paraíso de la desobediencia, y hasta la vicepresidenta del gobierno corre a fotografiarse con condenados y delincuentes internacionales mientras rechaza conversar con el líder del partido ganador de las elecciones. Y mientras los ciudadanos seguiremos cumpliendo a rajatabla con las leyes, so pena de sufrir las amenazas de una clase política que se pasa la justicia por salva sea la parte. El hipócrita eslogan del “haz lo que yo te diga, pero no lo que yo haga” ya no convence a nadie, y junto con el secretismo de los pactos, se genera una tensión que provoca cada vez más voces discordantes. Todo recuerda al ensayista inglés Aldous Huxley, “Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje”.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios