Ni puertas al campo ni a la ciudad

Trampas al solitario y velas a la borrasca 'Celia'. La Costa del Sol sufre un déficit crónico de agua, con más demanda que oferta

Con los primeros cien litros de lluvia, la Junta decidió retirar del orden del día del Consejo de Gobierno del martes el decreto de sequía que ampliaba el ámbito de actuación a la Costa del Sol y a la capital. Supongo que pretendía evitar una mala imagen del destino turístico antes del primer examen de Semana Santa. Mejor evitar el anuncio de posibles restricciones al consumo. Trampas al solitario y velas a Celia la borrasca.

Los ayuntamientos de la Costa manejan informes que indican que el déficit hídrico de la provincia se estima en 19 hectómetros cúbicos. En condiciones normales, la oferta de agua de la cuenca es sensiblemente inferior a la demanda. Y en periodos prolongados sin precipitaciones, como el que hemos atravesado, la tensión se agudiza. Grandes acuíferos como los de Torremolinos y Mijas acaban sobreexplotados.

El diagnóstico es claro. Pero la falta de determinación para afrontar el problema es aún mayor. Esta semana este periódico reunía en Benahavís a representantes de algunos de los ayuntamientos del litoral occidental y a la Mancomunidad que representa a todos. Desde el Consistorio de Marbella se comparaba la rentabilidad económica de un hotel de cinco estrellas con la de una hectárea de cultivo. El eterno dilema entre la economía de la ciudad y el campo cuando se disputan el agua. Más del 70% del líquido que se consume corresponde al riego. Pero el propio teniente de alcalde Félix Romero explicaba que un residente gasta unos 27 litros al día mientras que un turista necesita más de 450. Y qué hacemos si los europeos han decidido venirse a vivir a la Costa, se preguntaba. Así que su apuesta es por el turismo. Desde Estepona, José María García Urbano clama en el desierto desde hace años que hay que limitar el crecimiento de las ciudades. Por una cuestión de mera sostenibilidad.

Hay una frase coloquial que asegura que resulta imposible ponerle puertas al campo. Pero si nadie interviene, los mangos y los aguacates se cultivarán en las terrazas de los pisos. Tampoco nadie desea colocarle cerraduras a las ciudades. Más gente, más construcción y más servicios. La ecuación que se maneja.

Tuberías, colectores y obsoletas redes de saneamiento son muy costosos. Y no rentan en política. No se ven. No hay manifestaciones por las depuradoras. Las nuevas presas y sus ampliaciones sufren el rechazo ecologista por la agresión medioambiental que comportan. Las desaladoras tratan un volumen de agua insuficiente y los residuos químicos que generan no casan con la lucha contra el cambio climático. Las playas desaparecen y nadie se atreve con la receta artificial de colocar escolleras o espigones. Así que sólo interesa saber si la borrasca que sustituya a Celia se queda o pasa de largo.

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