La tribuna

enrique Esquivias De La Cruz

A vueltas con el aborto

VAYA mi opinión por delante: soy contrario al aborto, aunque sienta toda la comprensión y cercanía posibles ante las mujeres embarazadas en determinadas situaciones.

El Partido Popular lleva la reforma en su programa, gana las elecciones y la pone en marcha. El PSOE lo toma como asunto de Estado y clama por que no se "retroceda" al pasado. Resulta curioso que ese "retroceso" no sea más que la vuelta a una situación muy parecida a la que nos colocó el Gobierno socialista de Felipe González. Por otro lado, hay voces disidentes a la reforma en el propio PP, y parece que otras callan por disciplina de partido. Resulta igual de curioso que un partido -o un sector del mismo- se oponga a cumplir su propio programa. Tampoco han faltado los que, con cierto humor, les hayan acusado de que para una cosa que vayan a cumplir, sea precisamente ésta.

Comprendo el revuelo porque afecta a convicciones muy personales. Sin embargo, hubo una época de cierto consenso de facto. La reforma del año 85, con Gobierno socialista, superó posteriormente las dos legislaturas de Aznar. Era la llamada "ley de los supuestos". El aborto seguía estando penado -es decir, seguía existiendo el bien jurídico protegido, el nasciturus- pero se despenalizaba en determinados supuestos: violación, malformación y riesgo para la vida. Con todos sus defectos, que los tenía, se llegó a una situación de cierta aceptación general. Pero llegó el señor Zapatero, con su acreditada habilidad para deshacer consensos, y dio el gran salto cualitativo con la "Ley de Plazos": hasta las 14 semanas de gestación, la mujer puede abortar sin ningún requisito. Dicho en otras palabras, hasta ese momento, el nasciturus no es un bien jurídico protegido. Como si no existiera.

La ley actual se basa en un feminismo a mi juicio mal entendido, resumido en una frase: "Nosotras parimos, nosotras decidimos". Como el feto está dentro del cuerpo de su madre, ésta es la que decide. Sin más planteamientos. Y hay quien, en ese contexto, lo considera un paso más en la lucha contra la enfermedad y el dolor -embarazo equiparable a enfermedad- y contra la separación de los principios religiosos de los estrictamente humanos, negándose la posibilidad de oponerse desde principios éticos.

Muestro mi honesto rechazo a esta ley y, más aún, a que sea un símbolo de progreso y de civilización.

Primero, ¿qué motivos hay para proteger al feto desde las 14 semanas? Si el principio es el que veíamos, la mujer pare, luego la mujer decide, debería poder decidir mientras tuviera al niño en su vientre. Sin embargo, a todos nos parece una monstruosidad que se aborte a un feto a punto del término. ¿Depende, acaso, de que sea viable fuera del seno materno? No lo creo. El resultado sería que el aborto quedaría condicionado a la fabricación de incubadoras cada vez más sofisticadas.

Segundo, la desdibujada figura del padre. A un hombre no se le pregunta si quiere que nazca su hijo pero, cuando nace, se le puede obligar a reconocerlo y a mantenerlo. Curioso.

Como cuestión de más calado, la ley podría entenderse si el embarazo fuera algo espontáneo, que le nace a una mujer como nace un tumor-obviemos que no es un tumor-. Pero de lo que no podemos olvidarnos es que el embarazo es consecuencia de un acto previo racional y voluntario perfectamente evitable. Si no se han puesto antes cualquiera de los muchos y eficaces medios que hay, al alcance ya de cualquier mujer en cualquier contexto social y económico, asumirlo después es un simple ejercicio de responsabilidad.

Y sobre todo, por encima de cualquier otro motivo, la ley está basada sobre la negación total del feto como ser individualizado y, -permítanme quienes abogan por el triunfo del progreso y la ciencia sobre los prejuicios religiosos- en contra de otras ocasiones, esta vez la Ciencia se convierte en gran aliada de la Iglesia y de quienes piensan igual. Si algo nos ha demostrado la Ciencia es que el feto, desde la concepción, no es un proyecto ni un apéndice de su madre. Es un nuevo ser humano, cierto, concreto, irrepetible, pleno y con todo su mapa genético desarrollado, que sólo necesita el lugar adecuado para desarrollarse, la placenta, y recibir el alimento por vía umbilical, igual que después lo recibirá por vía mamaria, y que merece ser protegido por la Sociedad, más allá de la voluntad de su madre.

Creo que las generaciones futuras verán la permisividad en el tema del aborto como una página negra de nuestra época. En ese sentido, siempre me ha llamado la atención que las posturas tradicionalmente de izquierdas, asociadas merecidamente a la defensa de los más pobres y los más débiles, en este asunto se pongan en contra de los más indefensos de todos. Me parece una visión muy primaria y con tintes demagógicos, asociar la postura contra el aborto a la jerarquía de la Iglesia y a unos cuantos reaccionarios. Son muchos los ciudadanos que desde posturas puramente éticas ven en las leyes permisivas del aborto una forma de control de la natalidad y un atentado contra la dignidad del ser humano.

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