Semana Santa

Martes santoManuel Ruiz

SUS recuerdos de la cofradía de las Penas navegan entre la melancolía de la capilla de San José y la impresión que le causaban los antiguos tronos de madera y descubrir que las manos de la Virgen eran móviles y podían quitarse y ponerse. Apenas contaba con 12 años de edad.

Su cariño hacia las imágenes por sí mismas hace que no entre en debates sobre la estética de la cofradía. "La polémica sobre si mantener el manto de flores o hacer uno bordado surgió de la gente de la calle , porque la cofradía nunca se planteó hacer un manto bordado, amén de que entre los hermanos hay algunos a los que le gusta más una cosa que otra", admite.

Desde su dilatada perspectiva como hermano de la corporación del Martes Santo explica, que desde siempre la filosofía de la cofradía "ha sido marcar cánones del bien hacer". "De generación en generación se ha ido inculcando a los hermanos, sobre todo a los más jóvenes el respeto por las cosas bien hechas".

En estos días Manuel se encuentra de reposo a causa de un percance sufrido mientras desarrollaba trabajos de albacería. "Veré la salida y el encierro y la esperaré en mi silla de la calle Larios. Así, al menos me quitaré el gusanillo".

Y es que Manuel no concibe un Martes Santo sin su cofradía de las Penas. Máxime en un año tan especial como este en el que la hermandad sale por primera vez desde su capilla-oratorio de calle Pozos Dulces en vez de hacerlo desde la iglesia de San Julián.

"Cuando llevas toda la vida en un sitio es muy difícil desprenderse, pero en estos casos hay que dejar el corazón a un lado y reconocer que la cofradía tenía una necesidad real de cambiar de ubicación, aunque me de mucha lástima dejar San Julián", culmina confesando Manuel Ruiz.

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