Se oscureció el día de ramos y palmas
Pollinica, Lágrimas y Favores, Humildad y Paciencia, Dulce Nombre y Humildad sufrieron la lluvia. Tras retrasar su salida, el resto de corporaciones nazarenas pudo completar su estación de penitencia sin problemas.
LAS previsiones no eran demasiado pesimistas, muchos ni siquiera tentaron a la suerte y dejaron sus paraguas en casa. Salió Pollinica cuando caían algunas gotas, pero todos se empeñaron en achacarlas a una nube pasajera. Pero en torno a las 14:00, la ilusión del Domingo de Ramos se fue oscureciendo. Descargó una lluvia abundante que hizo que tres cofradías tomaran la decisión darse la vuelta, que Pollinica acelerase su paso y Lágrimas y Favores recortara el recorrido. Las de la tarde tomaron la decisión de retrasar su salida media hora y se hizo un hueco en el recorrido oficial entre Huerto y Salutación.
Antes de que dieran las 9:40 en el reloj ya sonaban los tambores. Se aproximaba la cruz guía a la puerta de la casa hermandad, abierta, esperando que su cortejo iniciase el recorrido con el que se abre todos los años el Domingo de Ramos. Estrenando la primavera, desafiando a las nubes que cubrían el cielo, las cornetas y tambores ponían la banda sonora y el incienso el aroma inconfundible de esta fiesta. Los capirotes morados sobre túnicas crema llenaban la calle Parras y los niños repiqueteaban con alegría sus campanillas. Las palmas con las que se conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén, la alegría que precede al Calvario, ondeaban entre las filas de nazarenos. Dentro de la casa hermandad el rumor no cesaba. Faltaban pocos minutos para levantar a hombros el trono de Jesús, que este año estrenaba dos cartelas que completan el cajillo. Se pidió silencio y éste se hizo.
Con la vista del respetable alzada al cielo, salió Pollinica de su casa hermandad y un sol tímido empezó a iluminar su paso. Pero la llovizna persistía y la gente se impacientaba, aunque nadie abrió un paraguas en una resistencia clara a que el agua pudiera estropear la primera procesión de la Semana Santa. La cofradía continuó su trayecto y el trono de María Santísima del Amparo empezó a prepararse para seguir a su Hijo. Las campanas pusieron en marcha el trono bajo el sonido de su palio. La banda de la Esperanza le puso música a su salida. "Ha llegado el momento", decía el capataz a los hombres de trono, exhortándolos a no desfallecer ante el esfuerzo que les esperaba. El trono inició su maniobra, cuidando el paso, pidiendo calma para proteger los arbotantes y el himno de España sonó. Los tambores marcaron el paso y el cortejo se completó con Ella. En Madre de Dios, ya de recogida, la cofradía tuvo que acelerar el paso y cubrir a sus Titulares ante la insistencia de la lluvia.
Dentro de la iglesia de San Juan, diez minutos antes de la hora señalada en el itinerario, la emoción y los nervios se habían hecho tan materiales que podían palparse. Nazarenos, cornetas y tambores, autoridades, familiares, portadores, todos se arremolinaban en torno a María Santísima de Lágrimas y Favores. El hermano mayor pidió la palabra y habló de previsiones de lluvia. La comisión permanente se había reunido y decidido por mayoría que iban a salir. "Tranquilidad, todo está controlado, hay plásticos para cubrir el manto y la casa hermandad de Estudiantes nos abriría las puertas en caso de necesidad". Aún así rezaron una salve para que los protegiese del tiempo, que finalmente descargó sobre el palio y les hizo recortar recorrido.
Pero antes de eso, el Ave María resonó en toda la iglesia. Leyeron el pasaje bíblico de la entrada de Jesús en Jerusalén y se pidió misericordia en este año jubilar. "En el nombre del señor podemos iniciar esta procesión", dijo el sacerdote y se abrieron las puertas de San Juan. Las cornetas y tambores salieron de la iglesia atestada para iniciar el cortejo por Calderón de la Barca. Los hombres, abrazados, mirándola, le cantaron la Salve en uno de los momentos más emotivos. A las once en punto comenzó el trono a situarse y pidieron silencio. Los nazarenos, ya casi todos en la calle, aliviaron de gente la iglesia.
La vista primero en la cara de la Madre, en su palio dorado, su candelería encendida, en su paso decidido y festivo. Luego todos buscaban los ojos de Antonio Banderas bajo la faraona. El varal exterior se salió para poder rebasar la puerta y se pudieron ver a los hombres bajo el submarino. "Vamos muy tranquilos, tranquilos y callados, seguimos avanzando, a brazo, despacio", decían los capataces. Un poquito a la derecha la cola y la Virgen tomó la calle seguida por la banda de música El Arrabal de Carmona.
Unos minutos antes de la hora prevista ya estaba la cruz guía en la plaza de María Santísima de los Dolores y Esperanza. Los capirotes marrones enfilaban la calle Reboul, las mantillas paseaban su negro luto detrás y poco después iniciaba su largo trayecto el gran conjunto escultórico de Humildad y Paciencia. A pesar de las nubes amenazantes, la cofradía de la Cruz de Humilladero no quiso perderse su segundo recorrido oficial después de agruparse el año pasado. La banda de cornetas y tambores del Carmen guiaba los pasos del Señor para ser seguido por su Dolorosa de manto negro como la noche, aún sin bordar. "Veremos a ver si no llueve", dijo una devota al tiempo que hacía la señal de la cruz. Su barrio en las aceras, en las ventanas y balcones recibían con fervor a su Virgen y mostraba su orgullo por el cortejo procesional de la hermandad más joven, junto a Mediadora, de la Semana Santa malagueña.
Siguieron su paso y tras de sí se cerraron las puertas de la casa hermandad, a la que no tenían previsto volver hasta pasadas las 23:30 pero a la que, desgraciadamente, se vieron obligados a regresar poco después de su salida. Ante la insistencia de la lluvia, la cofradía, después de tapar a sus Titulares y detener el cortejo con la ilusión de que escampara, decidió darse la vuelta por el Paseo de los Tilos, a la altura de la estación de autobuses. Hubo lágrimas y rostros compungidos. Cabizbajos los hombres de trono llevaron a su Señora de vuelta.
La Victoria se aromaba de azahar pero no conseguía acabar con las nubes negras que surcaban su cielo. Humildad lo tenía todo dispuesto para salir a la calle y comenzó su transitar por el Compás cuando la lluvia hacía que tuviese que tomarse la decisión más difícil. Era el momento de dar la vuelta.
Ambos tronos tuvieron que retornar al interior de la Basílica de la Victoria. Las caras lo decían todo, incluso la de Pilatos, que parecía haber tornado su semblante, más extrañado aún de lo normal. Una vez en el interior del templo, los hermanos procedieron a disponer el espacio para que pudiesen visitarse los tronos del Cristo de la Humildad y la Virgen de la Merced. A las 19:30, hora en la que realizarían la estación de penitencia, se realizó el rezo del vía crucis por parte de su director espiritual, Antonio Coronado, con la Dolorosa a ras de suelo y el Señor bajo el coro.
Era su día, y la amenaza de lluvia apenas hizo que saliese media hora más tarde de lo previsto. Pablo Moreno, tras superar un sarcoma de Ewing, salía con el Señor de la Oración del Huerto y veía su silueta recortada con la luz del ocaso a su entrada por la Alameda Principal. Superar una enfermedad con apenas cuatro años era un reto y el Domingo de Ramos era la recompensa. Por eso la Hermandad supo responder con su puesta en escena en la calle, y el pequeño estuvo en todo momento arropado por los suyos.
El cortejo nazareno fue compacto, la complicada entrada al recorrido oficial se superó con esmero y estuvieron a la altura. Era lo esperado por una hermandad de solera.
La Virgen de la Concepción, imponente en su trono dorado, accedió a calle Ordóñez con La Macarena y, con la noche, arrancaría aplausos en calle Larios tras un desfile magistral. Su recorrido de vuelta al barrio daba una nota diferente al retornar por el puente de la Aurora, dejando atrás las pérgolas del río Guadalmedina con las que la hermandad sufriese en años anteriores.
Tomar decisiones bajo amenaza de lluvia no es fácil, pero más dolorosa suele ser cuando la orden es dar media vuelta. La hermandad de Dulce Nombre vivió esa situación en torno a calle Dos Aceras, Mariblanca y Montaño, triángulo en el que un chaparrón le hizo tomar la decisión de retornar a su tinglao sito junto a la Divina Pastora. Los nazarenos franciscanos se resignaron ante el agua que caía.
El manto de la Virgen denotaba la cantidad de agua recibida y el público, que comenzaba a vislumbrar algunos claros de cielo azul, no comprendió del todo la decisión, siempre compleja. Unos metros por delante el Cristo de la Soledad giraba con mucha complicación para retornar por el camino por donde vinieron. Finalizado su desfile procesional, los tronos pudieron visitarse hasta la hora prevista de llegada.
Desafiando al sol de justicia que sustituyó a las nubes, el Nazareno de San Felipe Neri se atrevió a salir a la calle con el pertinente retraso para realizar su estación de penitencia. La salida complicada de su templo se solventó sin problemas otro año más, y dos sopranos cantaron al grupo escultórico mientras se ponía a punto al trono para continuar por calle Parras.
Una de las novedades, tras el preceptivo saludo a una Pollinica que tenía en la puerta a la Virgen del Amparo por la compleja llegada bajo la lluvia, fue el tránsito por Ollerías para buscar el convento de las Carmelitas. La larga fila de nazarenos blancos que antecedían al Cristo hacía recordar que sería, probablemente, la última vez que esta estampa se repetiría, pues en 2017 llegará el turno de la Virgen del Patrocinio acompañando a su Hijo.
Salutación supo llevar a gala su compromiso cofrade con la jornada, llegando de noche a la Alameda Principal tras el hueco existente por la ausencia de la hermandad capuchinera y haciendo estación de penitencia en la Catedral como marca su propia idiosincrasia.
Si cualquier asomo de lluvia que dañe el patrimonio de la hermandad es una de las preocupaciones esenciales de un cofrade, este año cobraba especial relevancia entre los miembros de la Salud. Después de 17 años, este Domingo de Ramos, precisamente el que coincide con el 25 aniversario de la llegada del Cristo de la Esperanza en su Gran Amor a la iglesia de San Pablo, por fin estrenaban el trono terminado, totalmente dorado. Por eso se retrasó la salida, como el resto de cofradías de la tarde. Con extremo cuidado, como siempre, se hizo la dificultosa maniobra con la que el Cristo sale a recibir el fervor de su barrio. Media hora después la cabeza de procesión ya había atravesado la calle Trinidad para tomar hacia la Rampa de la Aurora. Los más jóvenes, encaramados al muro, observaban el cortejo que pronto dejaría ver al primer crucificado de la Semana Santa. Se seguía con la vista puesta en el cielo, después de lo que había pasado cuatro horas antes, la presencia de alguna nube se tomaba con más que recelo. Pero el dorado reluciente de los arbotantes que enmarcan la cruz y de la caja adornada de claveles rojos acaparó todas las miradas. "Maravilloso, ha merecido la pena la espera", comentaban algunos de los fieles congregados en la Trinidad.
Con la torre de San Pablo de fondo, la caída de la tarde y una lluvia de pétalos sobre el palio, María Santísima de la Salud hizo suya por completo, de lado a lado, la calle Trinidad en una de las estampas más hermosas de la jornada.
La gente desperdigada tras la lluvia vio de nuevo como se abría la tarde, con el sol de protagonista, y acudió a las salidas que restaban para completar el Domingo de Ramos. A las 17:15, media hora más tarde de su horario habitual, un retraso que acumularon las cuatro cofradías de la tarde, la hermandad del Prendimiento ya tenía formada la cabeza de la procesión ante sus Sagrados Titulares. Las puertas abiertas de par en par anunciaban una estación de penitencia muy distinta a la que se había vivido por la mañana. Las cornetas y tambores llenaban de música la calle San Millán a la espera de que se iniciase la procesión. Se pidió silencio desde la casa hermandad, pero la música de la banda que se aproximaba era tan fuerte que no dejaron escuchar el rezo previo al inicio de la salida. Eso unido al murmullo general hizo un poco caótico el inicio del recorrido para los que lo vivían desde la calle. También en terrazas y ventanas esperaban la salida de Nuestro Padre Jesús del Prendimiento y María Santísima del Gran Perdón. La fila incesante de capirotes rojos precedió al Señor que recibe el beso traidor de Judas en el Monte de los Olivos. El himno de España anunció la salida de los Titulares que se mecieron a la vez avanzando juntos hacia la calle. Los arbotantes más grandes de la Semana Santa, los del trono de la Dolorosa, lucieron brillantes una vez el Señor inició su recorrido.
Se escucharon aplausos, arrojaron pétalos y pocos metros después de la salida el trono se detuvo para ir de la mano de su Madre como es tradicional. La Virgen del Gran Perdón inició su paso con la marcha Capuchinera dedicada a la Virgen y tocada por la banda de la Expiración.
A su llegada a la plaza de Capuchinos, la cabeza de procesión del Prendimiento se encontró con Dulce Nombre, que llegaba de recogida a la Divina Pastora tras decidir darse la vuelta. Mientras una decía adiós a su Domingo de Ramos por las inclemencias del tiempo, la otra hermandad de capuchinos iniciaba su recorrido en este particular Domingo de Ramos.
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