Unicaja

Humillación continua (86-68)

  • El Unicaja caer vapuleado por 18 puntos en Bélgica y, aunque se asegura el pase al Round of 16, se complica mucho ser primero y propaga una imagen pésima por el continente

Alonso intenta atacar.

Alonso intenta atacar. / BCL

El dolor de muelas continúa. El Unicaja completó otro partido deplorable en Oostende (86-68). La temporada pintaba ruinosa, pero se había abierto una ventana para pensar en ir a Bilbao, a la Final Four, con la retirada del Prometey. En la ciudad flamenca el equipo malagueño selló su pase para los cuartos de final, sí, pero con una derrota sonrojante y que dificulta bastante ser primero. Esto es lo que hay. Bajas y ausencias, pero no se puede jugar un partido así en una competición de medio pelo. Después de una segunda parte como la de Gran Canaria hay que salir a morder, pero el Unicaja estuvo contemplativo, pasivo, a un ritmo que no le conviene. Se enganchó dos o tres veces, llegó a mandar por un punto en el último cuarto tras un matazo de un Oliver desconcertante, pero el Oostende controló el encuentro de cabo a rabo. Con un Levi Randolph imparable enfrente, por encima de la treintena, al que ningún marcador pudo hacerle cosquillas, el Unicaja volvió a naufragar y sufrió una nueva humillación.

Seamos serios. Bajar a esta competición conscientemente y ver estas derrotas sangrantes ante Dijon, Lavrio y Oostende es para pinchar y no sangrar. Es la caída de un club por una ladera a la que se le ve el precipio. Y cada vez hay menos piedras a las que agarrarse. Se hace complicado ver los partidos del equipo malagueño. Hubo, al menos, un motivo de alegría, como siempre que algún chaval de la cantera debuta. Mario Saint-Supéry, un niño de 15 años, fue el debutante más joven de la historia del club. Jugó 50 segundos al final del primer cuarto. Nada más. Un poco de orgullo de Alberto Díaz y Francis Alonso.

El club devora jugadores, entrenadores y hasta directivos sin parar. Es una dinámica diabólica a la que no se le ve fin. Tras una salida con pachorra, los impulsos de Alberto, al final exprimido con más de 31 minutos, daban algo de aire. No se desenganchó después de caer por 13 (30-17), recortó después de una técnica rival al descanso (39-38). Pareció que, tras una racha de Francis, se podía ganar el partido. Pero con el 65-66 en el marcador a falta de 6:01, colapso, fundido en negro. Parcial de 21-2 del rival para llevarse el partido ante el abominable ataque cajista, totalmente impotente. Lo peor no fue la derrota sino imaginar lo que viene por delante. Es para echarse a temblar. Porque a un equipo que le tiemblana las piernas, que ha perdido tantos finales apurados, ahora no le alcanza ni para competir en los dos últimos encuentros. Quién te ha visto, Unicaja. Qué manera de arrastrarse por las pistas en las que una vez era temido. Ahora en cualquier pista se arrastra por el suelo.

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