Unicaja

Recuperando autoestima

  • Además de construir desde el baloncesto, el Unicaja se centra en lograr la dureza mental a través de la confianza

  • En el Carpena se perdieron 15 partidos de 26 la temporada pasada

Tim Abromaitis celebra, con la afición y el banquillo de fondo, un triple.

Tim Abromaitis celebra, con la afición y el banquillo de fondo, un triple. / Marilú Báez

Hay alegría general por la puesta en escena en el primer partido de la Liga Endesa ante el Obradoiro. Hay que esperar a varias semanas de competición, meses más bien, para constatar tendencias, para unir puntos que construyan una línea. El Unicaja debe crecer desde el baloncesto, pero antes tiene que encontrar un punto de apoyo anímico, una estabilidad y una fortaleza mental. Son aspectos indisolubles en la construcción de un equipo. Pero la cabeza es fundamental. Creer en lo que se hace y creer en las cualidades propias.

Es, quizá, lo más urgente. Katsikaris ha señalado repetidamente que los fichajes (Eric, Cole, Barreiro, ahora también el cable de Vicedo) ayudarán, pero que es el bloque que estaba, el núcleo y el esqueleto de la plantilla, la que debe crecer. Y ese bloque había perdido la autoestima después de lo que sucedió la temporada pasada, en una deriva difícil de detener. Cuando se habla con jugadores profesionales se palpa que el aparente aislamiento de la realidad no es tal, al menos no de forma generalizada. Sobre todo en un vestuario de gran cuota nacional que sabe lo que se cuece y que no está en la inopia, al que el entorno le afecta, en lo bueno y en lo malo.

Fotis Katsikaris tiene largas charlas con jugadores, forma parte del proceso. Mentalización, no sólo baloncestística. Actitud y energía, repetía en la sala de prensa tras ganar al Obradoiro. Son los principios que quieren que sea innegociables para sus hombres. El salto de Jaime Fernández, por ejemplo, no es sólo físico, que es algo evidentemente básico, va con una marcha más y está más explosivo. También es cuestión mental. El Unicaja perdió 11 de los 18 partidos que jugó en casa en ACB la temporada pasada, en total 15 de los 26 que jugó (4-4 en la Eurocup). La conexión con la grada se perdió con la pandemia, los últimos coletazos habían sido la final de la Copa del Rey y el partido de Liga ante el Madrid del 1 de marzo, en el que se exprimió al máximo al rival, compitiendo con varios lesionados.

La autoestima de la plantilla es extrapolable también a quien rodea al equipo. Desde el club, con el cambio de presidencia, se han mandado mensajes estimulantes en distintos sentidos. Acercamiento a la masa social, guiño a la historia, también a la condición malagueña en la camiseta. Hay que reconquistar también al núcleo duro. De 4.300 espectadores que podían acudir por ley al partido ante el Obradoiro fueron 3.368, quedaron casi 1.000 localidades sin ocupar. Es un proceso. La pandemia ha cambiado hábitos, hay quien aún tiene miedo de multitudes y también el equipo debe seducir con juego y resultados. Lo que se vio gustó, pero hace falta continuidad. Y la respuesta de quienes fueron fue inmejorable. Había un ambiente real de partido, no el simulacro que parecían los duelos a puerta cerrada. Igual que fue una inyección a favor (hay matices del calendario, pero sólo dos victorias a domicilio, el Gran Canaria en Fuenlabrada y el Baskonia en Valencia, en los nueve partidos disputados), también habrá que gestionarlo este jueves en contra ante el Iberostar Tenerife, corneado en su primera salida a Lugo.

3.717 en Zaragoza, 3.597 en Madrid, 3.368 en Málaga, 3.000 en Valencia, 2.514 en Barcelona, 2.362 en Badalona, 2.086 en Lugo, 1.711 en Fuenlabrada y 1.286 en Sevilla son los espectadores que acudieron al primer partido de la temporada oficial. Cada pista tenía un tope distinto de aforo según el porcentaje. Málaga ha sido siempre en el siglo XXI Top 5 de asistencia en la Liga. Parte de la recuperación de esa autoestima necesaria pasa por el regreso de más cajistas al Carpena.

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