Cofradías

Medinaceli cumple su tradición

  • La organización del templo mejora con el establecimiento de vías de entrada y salida y la ubicación de la imagen en el centro de la iglesia de Santiago

Devotos y fieles fotografían a Jesús de Medinaceli en la parroquia de Santiago.

Devotos y fieles fotografían a Jesús de Medinaceli en la parroquia de Santiago. / J. L. P.

Entre obras y andamios, conviviendo por primera vez con una fachada repleta de patinetes, la parroquia de Santiago se ha visto sorprendida, casi por sorpresa, por la festividad de Jesús de Medinaceli. El primer viernes de marzo ya está aquí y llega en medio de un Carnaval que apura sus últimas horas y una incipiente Cuaresma que está aún por nacer.

Pero quienes tienen devoción por la histórica talla marcan en rojo esta fecha en el calendario para mantener su cita fieles a quien estuvo cautivo y fue intercambiado por tres monedas para pagar su liberación. Detenerse ante la talla de Jesús de Medinaceli supone un ejercicio donde aguantar la mirada no es sencillo, pues sus devotos insisten en que algo sorprende en su expresión de dolor.

Como cada año, el templo ha organizado un dispositivo para facilitar la entrada y salida de los devotos. Nada tiene que ver con las estampas que, apenas hace un lustro, se vivían en el céntrico templo: la puerta de la nave de la epístola es la única que permanecía abierta y vallada para acceder desde la esquina de calle Santiago. Allí, con la bancada central destinada al rezo y la contemplación, Jesús de Medinaceli se encuentra hasta la medianoche dispuesto ante el presbiterio, con las huchas dispuestas para recibir las tres monedas antes de la talla, permitiendo una fluidez mayor de devotos. La salida se realiza en esta ocasión por el patio y torre de la iglesia, donde se han habilitado los puestos de recuerdos de la imagen y las cofradías que tienen allí su sede canónica.

Aunque las colas han sido cortas durante la mañana, la estampa se repite: matrimonios de avanzada edad venidos desde pueblos con su bolsa preparada para llevar las plegarias de sus vecinos, madres con sus hijas pequeñas que, aprovechando la Semana Blanca, acudieron a mantener la tradición fiel al Cristo; devotos que escondían entre sus manos las lágrimas por ese favor concedido un año atrás.

Y entre las peticiones y las acciones de gracias, las ofrendas se multiplican. El soniquete de las monedas cayendo en los grandes cofres, los ramos de claveles aún frescos y las botellas de aceite, destinadas al cuadro de las Ánimas. Al caer la tarde, y con unas temperaturas opuestas a las largas jornadas de frío que otras veces se soportaban en el exterior, los devotos han formado una cola que salió de nuevo a calle Granada. El día grande del templo de Santiago retoma su tradicional estampa.

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