Sendas anti confinamiento

Dando vueltas alrededor de Faraján: ¡déjate de síndromes de la cabaña y échate al monte!

  • Las rutas de la Serranía de Ronda nos llevarán al arroyo y la chorrera de Balastar

  • Ya el propio Hemingway lo vio claro: un cisne blanco sobre un estanque de esperanza

  • Luego el tipo acabó como acabó...

La Chorrera de Balastar está reconocida como rincón singular por la Diputación de Málaga.

La Chorrera de Balastar está reconocida como rincón singular por la Diputación de Málaga. / malaga.es

Sabemos que hay quien echa de menos vivir en confinamiento. El síndrome de la cabaña, lo llaman. Desde luego, se está muy bien calentito todo el santo día en pijama viéndolas venir desde el balcón. Pero también hay quien lo que ha echado de menos es vivir de puertas para afuera. Las vidas de andar por casa no están mal, pero la realidad es que fuera se está mejor y lo suyo es tener un hogar que añorar y al que volver.

Ante esto nada mejor que retomar la costumbre de hacer una rutita para volver a cogerle cariño a las casas y perderles un poco el asco que le hemos cogido a nuestras cuatro humildes paredes después de tanto estado de alarma.

Y como decimos, realizar una ruta campestre facilita es un buen antídoto. Para ello recomendamos andurrear por los alrededores de la localidad de Faraján.

Localizada en el Valle del Genal, este municipio forma parte de la comarca de la Serranía de Ronda, lo que garantiza la belleza de sus alrededores.

Y es que Faraján, que el escritor estadounidense Hemingway (blanco y hombre, para más señas) describió, ojo, como "un cisne blanco sobre un estanque de esperanza" (¡toma ya!), está rodeada de bosques de encinas, alcornoques, castaños, pinos y algunos restos de cultivos tradicionales como olivos, almendros, viñedos, así como por huertas de árboles frutales y de vegetación de ribera en las zonas próximas al arroyo de Balastar.

A lo largo de esta humilde ruta disfrutaremos de bancales bien cultivados. A lo largo de esta humilde ruta disfrutaremos de bancales bien cultivados.

A lo largo de esta humilde ruta disfrutaremos de bancales bien cultivados. / malaga.es (Rafael Flores)

Uno de los hitos de este camino fluvial es la conocida como Chorrera de Balastar, reconocida como rincón singular por la Diputación de Málaga. Una auténtica caída de agua que supone un verdadero tesoro escondido, un diamante líquido que se vierte del pasado al futuro (este símil es mío, no de Ernest, y bien merecería acabar como él).

Para llegar a esta cascada nos podemos situar sobre la colina de Don Fabrique, desde donde iniciaremos un paseo entre huertas, restos de molinos y acequias que datan de la época musulmana. Caminando, caminando, el rugido de la caída del agua nos atrae sin error hasta este enclave natural que, en las épocas de fuertes lluvias, muestra una virulencia realmente sobrecogedora. Porque la Chorrera de Balastar es una cascada de más de diez metros que se encuentra a poco más de medio kilómetro del pueblo.

El trazado del arroyo Balastar está lleno de acequias. El trazado del arroyo Balastar está lleno de acequias.

El trazado del arroyo Balastar está lleno de acequias. / malaga.es (Rafael Flores)

Lo hemos dicho: es una ruta bien fácil. Por eso, si queremos seguir descubriendo este paisaje, tras disfrutar de la caída de agua de la Chorrera de Balastar, podemos continuar y ascender los tres kilómetros que nos separan de la cima del Romeral, desde donde disfrutaremos de unas preciosas vistas, si vistas es lo que vamos buscando. En cualquier caso, tendremos algunas fotos para aportar contenido a nuestras redes sociales ya que en los últimos meses sólo hemos colgado fotos de las esquinas de nuestros dormitorios.

¿Merece o no la pena subir hasta el mirador de Balastar? ¿Merece o no la pena subir hasta el mirador de Balastar?

¿Merece o no la pena subir hasta el mirador de Balastar? / malaga.es (Felipe Crespo)

También podemos optar por seguir el curso del arroyo de Balastar gasta la confluencia con el río Genal. Este tramo es de un kilómetro, y posteriormente se puede regresar a Faraján, y a su laberinto árabe de calles estrechas, por el camino del Molino, de tres kilómetros de longitud. Una mera vuelta a la manzana que nos recordará por qué es mejor disfrutar un día de cabaña que padecer el síndrome de la cabaña. O, como diría mi madre: "¡ni cabaña ni cabaño: déjate de tonterías y a la calle a darle patadas a una lata!"

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