Vivir

La voz de la inocencia y de la verdad

Hombre de trono de María Santísima de la =

Hombre de trono de María Santísima de la = / Efe

Con los mismos nervios que un cofrade se despierta un domingo de ramos, escribo yo estas líneas. Con un ritmo alto de pulsaciones y mucha cosas que decir escucho de fondo el redoble del tambor y el pitido de la trompeta. Y no es que sean ilusiones del mes de diciembre, la Virgen de la O está en las calles de Málaga para celebrar el 50 aniversario de su bendición. Con los pies helados y poco abrigado por la parte de arriba horas antes de pararme a escribir estas columnas recorrí gran parte de las calles del centro de Málaga. Podría decir que con algunos sentimientos encontrados. Medio corazón en cuaresma y otro medio en adviento. En la puerta de la casa hermandad de Gitanos inmerso en la vorágine del público, una niña pequeña, con no más de 5 años, le preguntó a su abuela con algo de desconcierto que qué hacían allí. La abuela con el pelo blanco, rebeca de encaje y manoletinas negras le respondió que estaban allí para rezar. Inmediatamente la pequeña se puso de puntillas para cogerle la mano a su abuela y acto seguido recitó el Jesusito de mi vida. Hace ya algunos años un capataz añejo me dijo muy seguro y con voz rota que los malagueños como mejor saben rezar es debajo de un varal. La pequeña que estaba con su abuela esperando ver a la virgen, al ver salir el trono dijo con entonación entusiasmada, abuela que guapa es la virgen, se parece a ti. Siempre hay algún gesto o algún detalle que hace que especial a todas las procesiones, para mí esa niña fue la voz de la inocencia, la voz de la verdad. Mientras la pequeña se iba dirección calle Dos Aceras, seguía mirando para atrás para volver a encontrar cara a cara con la Virgen. María de la O no solo salía para celebrar el 50 aniversario de su bendición, María de la O salía para bendecir a todas aquellas personas que llevaban sin poder verla más de dos años. María de la O salía a las calles de Málaga para volver a enamorar a aquellos que nunca tuvieron la suerte de encontrársela cara a cara.

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