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Un Málaga arrebatador

  • Debate abierto sobre si el del Zenit fue el mejor partido de la historia malaguista · El triunfo casi asegura pelear hasta el final por el pase a octavos · Málaga se rinde al trabajo de Pellegrini

La tradición futbolera de Málaga se remonta a décadas atrás. El referente balompédico de la ciudad ha cambiado de escudo, de colores, de nombre. Ha conocido épocas de penuria y de éxito. Quizá más de lo primero que de lo segundo. Por eso, se paladea estos días de vino y rosas, ese segundo puesto en la Liga y ese indeleble 3-0 al Zenit que ha dejado boquiabierto a la Europa futbolística. El Málaga no ha llamado a la puerta, la ha derribado. Ese triunfo ante el equipo ruso es capital, casi garantiza vida hasta el final de la fase de grupos de la Champions, da un colchón de seguridad para fallar. Y transfiere un millón de euros para las arcas, a expensas de que se desbloquee la suspensión cautelar de las ganancias por parte de la UEFA. Desde el club se asegura que todo estará en orden antes del 30 de septiembre.

El Málaga ha vivido en el alambre institucionalmente este verano. El tren de vida adquirido desde la llegada del jeque en 2010 era insostenible. Muchas páginas se han escrito sobre esa desaparición que tanta desazón y pavor ha producido, sobre una venta que sí y que no, sobre la fuga de jugadores que al final se quedó en Cazorla, Rondón, Mathijsen y Maresca respecto al equipo que se metió en la Champions. Parecía una pérdida sensible de potencial. Pero este Málaga lleva un mes jugando como los ángeles, invicto, con cinco victorias y dos empates, 11 goles a favor y dos en contra.

Donde se atisbaba una fractura en el club se ha cosido un equipo que enamora, ahora a todo el continente. Pero no hay que olvidar en esta borrachera de euforia que el asunto es peliagudo. El Málaga se intenta racionalizar. No ha gastado un euro en traspasos. Queda faena.

En esta reconstrucción apresurada el nombre es Manuel Pellegrini. El Ingeniero bien podría ser el Arquitecto. "Es el faro de este proyecto", le definía el director deportivo, Mario Husillos, antes del partido ante el Zenit. Así opinan con quienes se habla. "Sin él, esto se hubiera caído", confesaba Joaquín en estas páginas días atrás. Seducido en el otoño de 2010 por un proyecto generoso económicamente, con un contrato para su grupo de trabajo de nivel de club top en Europa, pero que había empezado con pie torcido en el aspecto deportivo, Pellegrini aterrizó en Málaga después de haber abandonado el Madrid. La situación ahora es inversa, de zozobra en lo económico, de dulce en lo deportivo.

A Pellegrini se apela para definir a este Málaga arrebatador que genera elogios. Cuando la situación era para llorar, dijo tras pasar la eliminatoria ante el Panathinaikos que el equipo, si se retocaba como él quería, pelearía por pasar a octavos. Es inevitable la referencia al Villarreal, semifinalista de Champions en 2006. Un equipo de una localidad pequeña al que el chileno moldeó hasta llegar a cotas impensables. "Fue una de mis noches más felices", confesó el habitualmente comedido técnico tras la victoria del martes.

Ayer, en el día después, era recurrente conversación de barra de bar sobre si el del Zenit era el mejor partido de la historia del Málaga en sus diversas denominaciones. Hay motivos para la discusión. El 6-2 al Real Madrid del año 83 y el 5-1 al Barcelona del año 2003 con Juande Ramos en el banquillo y Salva de estilete suelen señalarse como cimas puntuales del malaguismo. Cuentan los malaguistas de rancio abolengo hazañas sobre ese sobresaliente equipo de los 70. Pero lo del martes es otra dimensión, otra coyuntura. Es la mejor competición de clubes del mundo, en sólo la segunda experiencia continental del club, justo una década después de la primera. Un escaparate planetario en el que sólo los muy buenos brillan. La primera media hora ante los rusos es un catálogo de fútbol de muchos kilates. El Málaga, no hay que olvidarlo, compite en un grupo en el que los otros tres equipos tienen títulos continentales, en plural. Él luce su modesta Intertoto de 2002.

Tras el día después y la agradable resaca, es obligado dimensionar la situación. Queda mucha temporada por delante, la plantilla no es demasiado profunda, aunque Pellegrini introduce piezas progresivamente sin que el edificio se agriete. Es una herejía, pero Camacho suple a Toulalan y Portillo a Cazorla y nada se tambalea. Iturra debuta en un partido de máxima exigencia y no desentona. Saviola debuta bendecido, Santa Cruz acumula entrenamientos y minutos para recuperar un tono de forma digno. La ímproba labor en una semana de Husillos, codo con codo con Pellegrini, para apuntalar una raquítica plantillar parece, en un primer diagnóstica, óptima.

Tras un mes de competición, el panorama es inmejorable en el aspecto deportivo. Los boquetes estructurales son gordos, pero lo que ocurre en el césped, como un efecto mariposa, llega a los despachos y alivia. En el día después de su noche más bella, el malaguismo se pellizcaba y resultaba que esto era verdad. Málaga ya sabe lo que es la Champions pura. Con tres malagueños en el once titular, uno, Isco, a un nivel cósmico y erigido en referente y dos, Portillo y Gámez, estelares. Y en La Rosaleda aún retumba la musiquilla de Pippi Langstrump.

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