Caso de los ere

Alaya acusa a la Junta de ponerle "todas las trabas del mundo" a su labor

  • La juez rompe su silencio en Madrid tras cuatro años de instruir macrocausas para denunciar que recibió "muchísimas presiones".

Hasta ahora siempre habíamos leído durísimas críticas de la juez Mercedes Alaya ante los obstáculos que se le ponían a su labor en muchos de los autos que la magistrada dictó en el marco de la instrucción de las distintas macrocausas, pero esos reproches nunca habían salido directamente de sus labios. Mercedes Alaya rompió ayer su silencio, ese mismo que ha mantenido a lo largo de toda su carrera -no porque no haya habido múltiples intentos de la prensa por lograr arrancarle una declaración-, sobre todo en los últimos cuatro intensos años de instrucción de los ERE, para arremeter contra la Junta de Andalucía, a la que ha acusado de ponerle "todas las trabas del mundo" y también ha denunciado que en el ejercicio de su función recibió "muchísimas presiones".

Alaya habló públicamente de su trabajo anoche en Madrid, donde recibió el premio de jurista del año 2015 que le ha concedido la Asociación de Antiguos Alumnos de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, en reconocimiento al "decoro y profesionalidad con que se viene desenvolviendo en el ejercicio de su función judicial". Alaya demostró en su discurso, al igual que acostumbraba en sus autos, que es una gran francotiradora y ayer tampoco dejó títere con cabeza. La Junta de Andalucía, el Poder Judicial y el Gobierno, por su polémica reforma de la ley de Enjuiciamiento Criminal, centraron algunos de los reproches de la magistrada, que reiteró que la Administración autonómica no la dotó de los "medios" necesarios para desarrollar su labor, a pesar de lo cual, según la magistrada, el Poder Judicial "siempre ha salido a flote", informa la agencia Europa Press.

Las presiones, prosiguió Alaya, también vinieron del Poder Judicial. "Las presiones te cortan la respiración, cuando vienen del lado equivocado, de tu casa", dijo Alaya, que fue apartada en octubre pasado de las macrocausas por sus duras críticas que realizó a la juez Bolaños y su falta de voluntad para colaborar con la nueva titular. Según Alaya, "lo peor de la corrupción viene después", con "las secuelas", aspecto en el que no quiso profundizar por "prudencia".

Sobre la clase política, Alaya dijo que con los procesos de corrupción los políticos "se vieron en peligro", y a pesar de que se les "llenaba la boca diciendo que había que luchar contra la corrupción", la reforma de la ley de Enjuiciamiento Criminal "manda al abismo" la independencia judicial. "Las reformas han puesto de manifiesto que uno de los mecanismos para luchar contra la corrupción que han creado los políticos es impedirnos a los jueces tratar de combatirla", aseveró Alaya, que en este momento de su discurso recibió un sonoro aplauso por parte del centenar de personas que acudieron a la entrega del premio.

Alaya continuó criticando que ahora el control de los procedimientos judiciales "está en manos de la Fiscalía y del Gobierno de turno", y también cuestionó el recorte de los plazos de instrucción o "lo politizados que están los órganos de Gobierno" de los jueces, los mismos que han acabado expulsando a la magistrada de las macrocausas.

La magistrada destacó que a raíz de las macrocausas y muy a su "pesar" ha alcanzado popularidad en los medios de comunicación, lo que ha hecho que "muchos ciudadanos" se hayan acercado a ella para decirle que estaban "empezando a creer" en la Justicia. "Ha trascendido al pueblo y a muchos compañeros, ya sin miedo a las presiones o a los poderosos, que pueden ser instituciones o personas, que se han atrevido a iniciar procedimientos que antes eran inimaginables", añadió.

En un momento de su intervención, Alaya animó a los jueces a no caer en la "desesperanza", al tiempo que aludió a la necesidad de "luchar por lo que uno quiere" y por lo que la "sociedad merece", haya o no medios materiales suficientes. La magistrada puso como ejemplo a su "pequeño equipo" de funcionarios en el juzgado de Instrucción número 6, a los que convenció de que aunque no iban a cobrar las horas extras iban a poder colaborar en impartir la Justicia. "No podíamos acabar con la crisis pero sí poco a poco con la corrupción, con el cáncer de la democracia y eso lo había que hacer con interés, poniendo pasión y a tiempo completo".

En clave más personal, Alaya reveló que quería ser juez desde que tenía siete u ocho años, aunque dijo que no sabía muy bien por qué. "Por supuesto, me gustaba mandar y mucho; me encantaba hacerme oír y que se escucharan mis opiniones", confesó. Alaya, que estuvo acompañada por su marido, el auditor Jorge Castro, se refirió a la muerte de su hermano, al que tenía como "referente".

Sobre su familia, contó cómo recuerda su casa llena de "biberones y pañales", y explicó que los casos Betis y Mercasevilla llegaron cuando su último hijo aún no andaba. Alaya evocó una imagen de su hijo "dormido en la alfombra, con el chupete porque quería estar cerca" de su madre mientras trabajaba. "No pocas sentencias habré puesto yo con la almohada", concluyó.

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