Un hombre inútil | Crítica

Los bajos fondos del Bósforo

Sait Faik Abasiyanik.

Sait Faik Abasiyanik. / D. S.

En octubre pasado, las guerras de Ucrania y Gaza velaron el aniversario de la actual y moderna República de Turquía (1923-2023), fundada por Mustafa Kemal Atatürk. El escritor Sait Faik Abasiyanik (1906-1954) es hijo de aquella deslindada hora, donde el pasado otomano se diluía a la fuerza y la laicidad, a semejanza de los países occidentales, era impuesta en la nueva Turquía. El Estambul más perdulario, donde Sait Faik ambienta la mayoría de sus relatos, no escapó del fenomenal centrifugado cultural y hasta mental que sufrió el país.

El escritor turco, uno de los más grandes del siglo XX en la literatura del país, fue mitad flaneur y mitad holgazán. El raki destrozaría su hígado. Murió de cirrosis (48 años), luego de haber descrito en clave lírica, con su punto chejoviano, los ambientes, los tipos y las postales de aquel Estambul de los bajos fondos, donde el urbanismo creaba nuevos bulevares y, a la vez, las tabernas de los barrios oscuros, como los del distrito de Beyoglu, se convertían en asilos para borrachuzos, prostitutas, rufianes, trajinantes y malgastadores del tiempo (entre ellos el propio autor).

En los relatos de Sait Faik aparecen también perros, pescadores, barcos de líneas urbanas, peces y aves, taxis, tranvías, obreros. Un hombre inútil, la pieza que da título al conjunto, es un espejo donde el propio autor se muestra, al igual que en otros relatos (su ambigua condición homosexual no le impidió hablar del deseo carnal por las mujeres). El Estambul más sentimentalmente sucio se muestra en El samovar, con las contaminantes fábricas de Halicioglu llenando de lignito y nafta los ribazos del Cuerno de Oro. Los pescadores, caso de los armenios, cobran su protagonismo en Elegía (“Los pescadores, como la mayoría de las personas, son como las aceitunas: hay que echarlas en sal para que se les vaya el amargor”).

La avifauna del Bósforo y del Mar de Mármara con las Islas Príncipe (en Burgaz hay un museo dedicado al escritor) aparece descrita, igual que los tipos de peces, con el pormenor festivo del observador: charranes, petreles, cormoranes, alciones, albacoras, jureles, carameles, cabrillas, escorpines. Pero mayormente, como se decía, el Estambul más turbio y noctívago es el que se ofrece aquí con su galería de perdedores, seres ambiguos y marginales ensopados en alcohol.

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