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Del gol a la camilla

  • Unas molestias lumbares de nuevo amenazan la mejora de El Hamdaoui, justo una vuelta después de su 'hattrick' de presentación frente al Rayo

A la hora de leer algo sobre Mounir El Hamdaoui, es más fácil encontrar su nombre en un parte médico que en una alineación. Justo cuando se cumple una vuelta de su estreno como blanquiazul, la enfermería vuelve a frenarle. Unos problemas en la zona lumbar son ahora los que le impiden agarrar la continuidad que necesita para volver a ser uno más. Ayer en el gimnasio, mañana quién sabe si en la convocatoria para Vallecas, su historia interrumpida es la de una historia frustrada. Aquella que comenzó con la mejor puesta de largo de un malaguista en su historia; hattrick y una asistencia de gol.

Los últimos episodios adquieren tintes tragicómicos. Hay quien en el cuerpo técnico se echa a temblar cuando el holandés se acerca a hablar antes del arranque de un entrenamiento. La historia tiene su enjundia. El Málaga hizo el mayor desembolso del verano en la alta ficha del delantero de la Fiorentina, ese que tanto trabajo costó encontrar y que debía estar llamado a conseguir los goles de la salvación. Tras un historial de intentos frustrados, El Hamdaoui no pudo debutar hasta minutos residuales en la tercera jornada; lo hizo como titular en aquel triplete contra el Rayo la semana siguiente. No sólo fueron sus goles los que cautivaron, fueron las maneras. Los desmarques en ruptura, la buena capacidad de definición, la habilidad para usar las dos piernas con tino, buena visión del juego y ubicación en las zonas de influencia. Tanto ruido hizo que, unido a la lesión de Mario Gómez, en el entorno viola más de uno se cuestionara por qué habían dejado salir al atacante.

De lo que prometía a lo que ha podido demostrar sólo queda un ilusionante recuerdo. Sólo ha jugado el 23% de todos los minutos que lleva el equipo en Liga. Nueve partidos, 451 minutos, tres goles, ninguna tarjeta, 13 disparos, seis de ellos a puerta según computa la LFP. Lo peor, lo intangible, una misteriosa lesión desde que fue sustituido al descanso de la goleada en contra con el Celta, la que supuso una tremenda fractura con Bernd Schuster. Y el inicio de su fin.

Desde entonces fue inquilino fijo de la enfermería hasta el pasado fin de semana, cuando fue convocado 97 días después. Oficialmente, por "unas molestias en la rodilla derecha". Tan misteriosas que incluso llevaron al holandés de origen marroquí a visitar en un par de ocasiones al doctor Cugat. Nunca se encontró nada preocupante, pero incluso el cedido por la Fiorentina no dejaba de infiltrarse para estar cuanto antes. De trasfondo, un desencuentro entre futbolista y entrenador después de aquel fatídico día contra los gallegos. De ahí el dardo del técnico públicamente: "Tiene sobrepeso". Hasta cinco kilos ganó.

Con la amenaza incluso de su salida en el mercado de invierno, se recondujo la situación. Se alumbró su reaparición en el Camp Nou. Entró en boxes en el amistoso ante el Servette hace dos semanas y amaneció con molestias en un cuádriceps. Pero al fin volvió ante el Sevilla. Lento, acusando la inactividad. Ahora la suerte amenada con darle otra vez la espalda.

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