Saúl Blanco lo tenía todo en Málaga para sonreír, pero se marchó la semana pasada por la puerta de atrás después de dos años y medio de penurias en los que nunca supo estar a la altura de las expectativas. Llegó como uno de los pilares sobre los que construir el proyecto cajista y se marchó como el último jugador de la rotación malagueña. Tuvo sus oportunidades, que no supo o pudo aprovechar, y club y jugador decidieron cortar por lo sano.
Fin a su etapa como cajista y nueva vida en Fuenlabrada. Cambio de aires que parece haberle sentado extraordinariamente al alero asturiano. En la que fue su casa antes de venir a Málaga, Saúl ha recuperado las buenas sensaciones en sólo una semana. Únicamente ha disputado un par de partidos, pero su rendimiento en ambos indica que comienza a liberarse del lastre que le atenazaba cuando vestía de verde.
Debutó el pasado sábado ante su exequipo. Fue titular y firmó un partido decente que, sin embargo, valió para ser su mejor actuación de la temporada (9 puntos, 4 rebotes y 9 de valoración). Pero más asombroso fue su papel en el estreno del Fuenlabrada en el Last16 de la Eurochallenge el pasado martes. Saúl mutó la indolencia por la efectividad y se echó el equipo a las espaldas para permitir un triunfo agónico ante el Nizhny Novgorod ruso (73-70). El asturiano fue el jugador más empleado por Porfirio Fisac (28 minutos) y se marchó hasta los 18 puntos (8/12 en tiros de campo), 8 rebotes y 26 de valoración. Una transformación tan vertiginosa como sorprendente.
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