Alpandeire, un pueblo bonito de Málaga con dos momias, una iglesia gigante y un par de montones de oro
La historia de un templo que parece fuera de lugar, la leyenda de Popítar y el pilón de la tía Florita son las peculiaridades de la cuna de Fray Leopoldo
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Alpandeire es un pueblo del valle del Genal, en el entorno de la Serranía de Ronda, en uno de los puntos de la provincia de Málaga desde los que se puede acceder a bastantes parajes de alto valor natural. Está muy cerca de la primera fábrica de hojalata en la historia de España, que hoy en día es una bodega en la que se puede alojar y una buena visita en un lugar precioso. Alpandeire no tiene lejos algunos de monumentos naturales más sorprendentes de esta parte de la península ibérica y es conocido por Fray Leopoldo, un icónico fraile de frente despejada y larga barba blanca que vivió entre los siglos XIX y XX y ha sido beatificado por la Iglesia en el XXI. La localidad que ronda los 250 habitantes, supera los mil años de historia y cuenta con una iglesia desproporcionadamente monumental para un lugar así. En ella se encuentran dos momias de las mejor conservadas que se puedan ver. Totalmente inesperado en un pueblo blanco andaluz.
Y es que la historia del lugar es peculiar en muchos sentidos, pero el que se refiere a su iglesia y a sus dos momias es diferente. Son el tipo de hallazgos en un lugar que parece remoto sin serlo, ya que está en la montaña a unos 22 kilómetros de Ronda, a más de 700 metros sobre el nivel del mar y en una zona poco frecuentada, pero no perdida. Y ahí se encuentran la denominada catedral de la sierra y un par de momias en un sorprendente buen estado de conservación. La iglesia es desproporcionada para el pueblo, no a niveles megalómanos, pero sí que rompe la tónica habitual en localidades similares. Aunque su primera construcción data de 1505 (hay muchas iglesias en la provincia de Málaga con la misma fecha y en su mayoría supone que las mezquitas pasaron a ser iglesias por ley), fue reformada en en el siglo XVIII y es ahí dónde se construye la gran iglesia actual y cuando viven las personas cuyas momias se conservan.
La tradición oral en el pueblo propone un error en la construcción de esa iglesia. Alguien se equivocó y se empieza a trabajar con el proyecto de un templo que debía debía de construirse en otra localidad más grande. Cuando las obras habían superado la mitad de su ejecución acudieron al matrimonio que ya había sufragado la reforma a pedir fondos para terminarlo y éste les remite a un pilón de oro que tenían en casa. "El pilón de la tía Florita", que todavía tiene un refrán en el pueblo. Con esos fondos se concluyó la iglesia que se consagró a San Antonio de Padua. En ella fue bautizado Fray Leopoldo y en una de sus dos amplias naves laterales aún conservan frescos del siglo XVIII, el resto luce encalada. Su retablo y bastantes tallas, excepto un niño Jesús, fueron destruidos en la Guerra Civil, pero bajo el suelo de sus grandes estancias guarda otra sorpresa.
El panteón de las momias y la leyenda de Pospítar
En el sótano de la iglesia se asienta un sótano que alberga un cementerio antiguo. En él, en un nicho más grande y en un lugar destacado se encontraron la pareja de momias de Alpandeire, un hombre y una mujer que se presupone que son la tía Florita y su marido. Durante años estuvieron disponibles para el público sin protección, accesibles y en la década de los 70 se ordenó darles sepultura. Descansaron poco tiempo en un nicho ya que antes de los 90 ya estaban fuera de nuevo y esta vez protegidas. Es llamativo el estado de conservación y está por estudiarse qué tipo de técnica de embalsamamiento se siguió ya que los restos están en muy bien conservados. Más alejada parece la hipótesis de que fueran las particulares condiciones del lugar de enterramiento las que provocaron su mantenimiento.
Si el primero montón de oro sirvió para terminar el colosal templo de Alpandeire, la localidad también tiene una leyenda antigua que tiene que ver con otro buen montón de oro. Hasta la definitiva expulsión de los moriscos de la zona a finales del XVI, principios del XVII, el pueblo tenía dos núcleos más de población cercanos y más pequeños: Audalázar y Pospítar. Audalázar trabajaba la seda y los cereales, Pospítar, el ganado y el vino. La leyenda cuenta cómo un viajero llega a Alpandeire preguntando por Pospítar años después de que ya estuviese despoblado y sin nadie viviendo. Tras pernotar en el pueblo, el hombre (con una gaita y vestido mezclando aspectos moriscos y cristianos en su atuendo) acude a Pospítar con una azada bien temprano, cuenta 30 pasos desde la fuente y cava hasta encontrar un recipiente con monedas de oro, playa y joyas. Parte del tesoro lo dejó tirado para que la gente que le había acogido pudiera quedárselo.
Hay que tener en cuenta que Felipe III (reinó en el comienzo del XVII) mandó volver a poblar Alpandeire, Audalázar y Pospítar que habían quedado desiertos tras la expulsión de los moriscos. Las leyendas similares que datan de la misma época no son muy abundantes, pero tampoco extrañas. Es curioso, pero en Cútar, un pueblo de La Axarquía en el otro extremeño de la provincia de Málaga, se encontraron recientemente escondidos en una pared de una casa que se estaba reformando una gran cantidad de documentos escondidos en el muro. Han resultado ser libros de incalculable valor históricos en los que se puede conocer la historia Al-Yayyar, un musulmán que vivía en el Sur de la península ibérica a finales del siglo XV y principios del XVI.
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