Los casos más complicados a los que se enfrentan los agentes del Grupo de Investigación y Protección (GIP) de la Policía Local son aquellos en los que la dependencia emocional que sufren las víctimas juega a éstas una mala pasada. Una de las mujeres que tienen asignadas desde 2017 es protegida de cuatro maltratadores distintos, todos ellos con una orden de alejamiento en vigor.

En una de las investigaciones, los policías detuvieron hasta cinco veces en un año al agresor de una joven por reiterados incumplimientos de la medida que el juez le había impuesto. No podía acercarse a ella. “Estaban enganchados mutuamente. Eran los padres quienes nos decían que habían vuelto a estar juntos. Cuando el hombre estaba a punto de entrar en prisión, la chica, que cuando denunció la primera vez tenía 18 años, encontró una nueva pareja”, recuerda el agente Francisco Plaza, que destaca la importante del “factor psicológico” para librarse de esa dependencia emocional, más allá de la económica. Los policías también actúan de psicólogos, sobre todo en aquellos casos en los que la violencia se basa en “insultos, vejaciones y desprecios”, pero no hay un peligro físico. Su misión es que la mujer “abra los ojos”.

Los investigadores del GIP han detectado incluso quebrantamientos de órdenes de alejamiento consentidos por las víctimas a través de las redes sociales. Porque la medida supone también al agresor la prohibición de comunicarse con su ex pareja, a la que ni siquiera puede hacerle llegar un mensaje a través de otra persona.

Apoyo en el entorno

El agente recuerda a aquellas que pueden ser víctimas de la violencia de género que denuncien y busquen siempre a alguien de su entorno en quien apoyarse. Recomienda acudir al 016, el Instituto Andaluz de la Mujer (IAM) de la Junta de Andalucía, además del área de Igualdad del Ayuntamiento. Las mujeres, apostilla el policía especializado, en ningún caso deben aislarse.