Enrique Urkijo | Ex director del Metro de Málaga

“El coche tiene tal fuerza atracción que hay que ponerle limitaciones”

  • A Urkijo, al que en el País Vasco llaman "malagueño", recuerda los difíciles inicios del Metro, en los que la relación entre administraciones estaba marcada por el conflicto 

  • ¿Imaginaba que la obra iba a estar como está? "Ni pa Dios", contesta expresivo

Enrique Urkijo, exdirector del Metro de Málaga.

Enrique Urkijo, exdirector del Metro de Málaga.

Fue el primer director del Metro de Málaga. Fichado por la entonces consejera de Obra Públicas Concepción Gutiérrez cuando era gerente adjunto del Metro de Bilbao, fue protagonista del arranque del suburbano. Una experiencia de la que, casi una década después, sigue valorando y recordando con satisfacción. Aunque también tiene recuerdos negativos del complicado escenario político en el que se sentaron las bases de un proyecto que más de trece años después del inicio de las obras sigue sin estar completado.

–Es usted ya un señor jubilado. ¿Qué siente en este nuevo estatus?

–Pasas a otra etapa de la vida. También es verdad que desde que se comunicó mi jubilación me han hecho dos ofertas de trabajo. Tienes que ilusionarte con otras cosas y me estoy poniendo en marcha. Hace algo más de un mes inicié un curso de cocina, hago más deporte, he empezado a colaborar con una ONG, en un comedor para gente sin techo, ayudando a dar de comer una vez a la semana, y quiero colaborar con otra enseñando a castellano a inmigrantes. Lo de hacer monte y esquiar en días laborables me parece la monda. Y espero poder ir más tiempo a Málaga. Todo eso me va llenando.

–Por lo que cuenta usted, que ha estado tan activo en lo profesional, no se produce un parón...

–Hay gente que no ha tenido más actividad además de su trabajo. A mi padre le pasó un poco eso. Era todo la empresa, el trabajo y no tenía una vida fuera. Yo siempre he tenido cosas que me han interesado fuera y en este momento le voy a dedicar más tiempo a todo eso.

"Con ETA, una persona perseguida se despedía de su familia a las 08:00 sin saber si la iba a volver a ver"

–Con la perspectiva que le da la experiencia de haber experimentado el País Vasco de hace unas décadas, cuando la presencia de ETA era real, ¿cómo se vive ahora?

–Aquí todo el mundo, e incluso los políticos del PP y el PSOE, entienden que esta fase no tiene nada que ver y es muchísimo mejor que la etapa anterior. Algunos deberían enterarse de cómo era aquí la vida. En aquellos momentos, una persona perseguida, ya fuese político, militar, periodista, policía... a las ocho de la mañana se despedía de su familia, le daba un beso y no sabía si les iba a volver a ver. Cuando ETA deja de matar, algunos en Madrid decían que todo seguía igual porque les interesaba hacer ese discurso permanente de que nos estábamos rindiendo todo el día a ETA. Esa gente que estaba perseguida respiró, porque se iba a las ocho de la mañana y sabía que a las seis de la tarde iba a volver a ver a su familia. Y eso tiene tal valor... Y tenemos el factor de estabilidad. Lo que sucede en Euskadi es que nosotros ya éramos muchos partidos hace muchos años cuando en el resto de España solo eran dos. Ya estábamos acostumbrados a que hubiese un procedimiento para elegir gobierno. Hay una cosa importante que es lo del concierto económico. Algunos lo ven como que tenemos más dinero, pero también asumimos más responsabilidad. Por ejemplo, en Cataluña se fueron 3.000 empresas con la declaración de independencia. Pero eso lo que implica es que en lugar de hacer el consejo de administración en Barcelona lo hacen en Valencia, pero no ha perdido más. En Euskadi al PNV no se le ocurre declarar la independencia porque con tres empresas de Vizcaya que se vayan, como el Banco Bilbao, Iberdrola y Petronor, o una sola en Alava, Mercedes, implica que se va toda la recaudación del impuesto. Se nos acaban los ingresos. Se es muy consciente de eso. Un candidato a lehendakary no entra anunciando que va a bajar los impuestos y luego le pide a Madrid... Si lo dice tiene que saber de dónde va a bajar.

–Málaga, tras su experiencia con el Metro de la capital, acabó por convertirse en un especie de segunda tierra.

–He tenido a Andalucía siempre como segunda tierra. Primero fue Granada y después Málaga. Más allá de la falta de sintonía y falta de acuerdo, el resto de mi experiencia fue muy bonita. La gente me reconoce por la calle. Eso me hace mucha ilusión. Tengo vivienda y trato de ir bastante. Ya estoy pensando en estar mes y medio para Semana Santa. A Málaga la siento como mía. Aquí me llaman el malagueño.

–¿Como se ve Málaga desde la distancia del País Vasco?

–Los vascos tenemos mucha relación con Málaga. Y con Andalucía siempre ha habido una relación cariñosa. Otra cosa es que estén los estereotipos en el campo nacionalista de los que trabajan o no trabajan.

–Usted dejó Málaga en 2009. La de ahora poco tiene que ver con aquella.

–Ha cambiado mucho. Tengo una visita escrita para lo que es un puente para muchos amigos que van y vienen realmente sorprendidos. El Museo Ruso me parece una maravilla. Si a eso le acompaña el clima que tiene... Eso no se puede comprar en otros sitios. Málaga tendrá que hacer un esfuerzo para no depender sólo del turismo y la construcción para que las crisis como la anterior no afecten tanto.

"Málaga tiene que hacer un esfuerzo para no depender solo del turismo para que las crisis no afecten tanto"

–¿Llega al País Vasco el tema de las luces de Navidad?

–Sí, sí. Aquí somos un poco más sobrios, no voy a criticar a nadie, porque si al pueblo de Málaga le gusta. Pero el dinero que se destina en Vigo, en Madrid y en Málaga a las luces igual a alguna gente que lo pasa mal en esos sitios no le gusta tanto.

–Usted puso las bases del Metro de Málaga y dejó el proyecto en 2009. Más de trece años después de que se iniciase la obra, ¿imaginaba que iba a estar como está?

–Ni pa Dios. Me parece algo alucinante que se esté tardando tanto por discrepancias, que se estén poniendo pegas de unas instituciones a otras... No lo puedo entender. Sufrí aquella época. Vi cómo para trasladar un árbol me hacían esperar cinco meses y eso iba al plazo de obra. Son cosas pasadas, pero las instituciones no pueden funcionar con esa falta de acuerdo. Aquí desde el principio había un acuerdo del PNV con el PSOE, ha cambiado la consejería y hasta el Gobierno y el proyecto ha seguido igual. Hubo una aprobación en la que las partes ceden y acuerdan.

–Era algo en lo que usted insistía cuando trabajaba en el proyecto, que lo que pasaba en Málaga no hubiese ocurrido en el País Vasco.

–Nosotros en aquella época teníamos siete partidos. Ahora el PNV tiene 28 parlamentarios de 75 y tiene que pactar continuamente y lo ha hecho con su escisión, que fue EA, con el PSOE, con IU... Ha habido todo tipo de pactos.

–Ahora, con el PP al frente del Ayuntamiento y de la Junta todo parece más sencillo. El clima era distinto con el PSOE en el Gobierno andaluz.

–Pero debiera ser igual. Dos instituciones tienen que tratar entre ellas como tales no en función de qué partido esté.

–De aquellos años complicados, ¿qué episodio destacaría como ejemplo fiel de lo que ocurría?

–Desde el principio las dos administraciones no participaban en elaborar el proyecto. El teniente alcalde del Ayuntamiento de Málaga se tuvo que ir a una copistería de Sevilla a coger el proyecto para enterarse, como si fuese un contratista más. Y la falta de sensibilidad de que eso se hiciese en una copistería de Sevilla y no de Málaga cuando era el Metro de la ciudad. Eso en un lado. Y en el contrario, me ponían pegas en cualquier plan de tráfico que no se ponía el Ayuntamiento cuando iba a hacer cualquier obra. Las empresas que trabajaban para ellos y para nosotros eran las mismas y me lo decían. ‘A ti te exigen unos requisitos que en las obras que hacemos para ellos no nos piden’, me decían.

–Los números del Metro... El coste global de explotación se estima en 3.000 millones.

–Es verdad que mientras no se llegue al Centro los viajeros van a ser escasos, porque la gente quiere ir al Centro. Y luego las medidas que se tomen con el vehículo privado, es un tema clave. Nosotros en Bilbao tenemos un uso del vehículo privado en viaje interno del 11%; números mejores que los de Amsterdan y Copenhague. Si fuerzas y no das facilidades al vehículo privado la gente va al transporte público. Hay que apostar por un transporte público de mucha calidad y limitaciones al vehículo privado, necesariamente. Y hay otro elemento a añadir, que es cambiar cómo se construye la ciudad teniendo en cuenta los nuevos modos, como las bicis, los patinetes... Hay que hacer calzadas distintas, aceras amplias para la población... Si no haces esto no se logra cambiar la movilidad. Puedes mejorar el transporte público, pero el coche tiene tal fuerza de atracción. El coche te lleva de puerta a puerta, el transporte público no; es tu hábitat, como si fuese tu sala de estar, donde pones la música que quieres, llevas a quien quieres... Una persona en coche está dispuesta a aguantar y tardar más. Por eso hay que poner medidas coercitivas.

"El teniente alcalde de Málaga tuvo que ir a una copistería de Sevilla a por el proyecto del Metro, como si fuese un contratista más”

–Usted ya en su etapa de Renfe veía el tren litoral como asignatura pendiente. Sigue pensando así?

–Si. Me gustaría también el Cercanías al PTA. Pero lo más importante es el tren litoral. En esa zona hay una masa de gente tan grande que el 94% de los viajes se hacía en coche privado, por lo menos en mi tiempo. Hay que hacer un esfuerzo y canalizar eso al sistema ferroviario. Es de las necesidades más importantes. Me recuerda un poco a lo que se ha hecho en el arco atlántico en Galicia.

–Hace un par de semanas hemos conocido el nombramiento de Pablo Otaola como coordinador general de Infraestructuras. Usted lo conoce. ¿Qué podemos esperar?

Pablo Otaola es un excelente profesional. Vino como gerente de Bilbao Ría 2000, que era la empresa creada entre las instituciones estatal, autonómica, Diputación, que hizo el gran cambio de Bilbao. Se logró con un gran consenso. Además tiene sensibilidad artística, gusto para hacer las cosas. Estuvo trabajando un tiempo en el Instituto Valenciano de Arte Moderno y regresó a Bilbao para el proyecto de Zorrotzaurre. Seguro que va con mucha ilusión Es un gran fichaje.

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