Preparado para tocar las estrellas
Malagueños de hoy | José Gómez
José Francisco Gómez Heredia es el primero en llegar a la universidad desde que se fundaron Los Asperones en 1987
Estudia Educación Social en la UNED
Málaga/Tiene 21 años y se ha criado en el barrio más deprimido de la ciudad. Entre paredes de pladur, tejados de amianto y chabolas, en calles sin farolas ni aceras, su familia supo hacer un hogar cargado de mejores oportunidades en la calle La Toná de Los Asperones. José Francisco Gómez Heredia las aprovechó para estudiar, para sacar curso a curso por mucho que le costase. Primero en el colegio María de la O, luego en el CEIP Luis Braille, más tarde en el IES Sagrado Corazón, en el Politécnico Jesús Marín y en el Ben Gabirol. Por todos esos centros pasó hasta conseguir un reto casi desconocido por sus vecinos, sacarse el título de Bachillerato. Pero no quiso quedarse ahí y, tras descubrir su verdadera vocación gracias a un Grado Superior de Animación, subió el escalón decisivo. Ese que le prepara para tocar las estrellas. Casi sin ser consciente de ello ha sido el primero en llegar a lo más alto. Después de treinta años de existencia del barrio, Jose Francisco Gómez, el que conocen como Bruce Lee, es el primer universitario de Los Asperones.
Un fallo en el papeleo previo a la prescripción ha hecho que este año Jose no estudie en la Universidad de Málaga, como había previsto. Pero eso no quita que se esfuerce como siempre ha hecho para dar lo mejor de sí mismo. Desde el pasado septiembre estudia Educación Social en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Se ha matriculado de seis asignaturas, tres en cada trimestre. Las tendrá que compaginar con su trabajo en un restaurante de comida rápida de la plaza de La Marina. Su intención es aprobar al menos cinco de las seis materias y poder trasladar su expediente a la UMA el próximo año. “Las materias están bien, hay cosas que me suenan mucho de mi grado de FP, pero hay bastante vocabulario nuevo, tienes que hacerte un glosario para ir aprendiendo los términos”, comenta con seguridad.
No sabe aún mucho de su futuro laboral, pero Jose ha decidido vivir en la misma sintonía que sus amigos, prácticamente todos de fuera del barrio. No tiene prisa por casarse ni formar una familia, no quiere más carreras que la universitaria o las que juega en su PlayStation. Pero sí tiene claro que la educación y la formación académica es el arma más poderosa con la que cuenta. Tampoco querría seguir en Los Asperones, pero no está dispuesto a abandonar su casa dejándose atrás a sus padres y hermanas. “Los pucheros de la mama son lo mejor que hay”, bromea. Por eso, el suyo es un camino de resistencia, de esfuerzo por cambiar de vida sin necesidad de mudarse de casa, de sabiduría por hacer habitable un desierto tan duro.
Jose no se queja por la pobreza que siempre le ha rodeado. De su boca salen más bien agradecimientos a todos aquellos que le han empujado a seguir siempre hacia adelante. Tímido y callado, no alardea de sus logros, los considera normales. Pero sí se alegró cuando el día del Pueblo Gitano en Andalucía se le rindió un especial homenaje en el colegio María de la O y llegaron sus amigos como grupis con pancartas llenas de orgullo. Aunque con los pies más puestos fuera que dentro, también sabe mirar con ojos bondadosos su lugar de nacimiento. “Lo que más me gusta de aquí, de la cultura gitana, es la cercanía de la gente”, explica. “Siempre digo que soy de aquí y, aunque yo sea cortado, quiero defenderlo porque no es tan malo como lo ponen”, asegura el joven universitario.
Para Jose el problema está claro. Muchos “nunca han salido del barrio y no saben lo que hay en el exterior, esto está muy aislado, no hay dinero y cada vez tienen menos posibilidades, a pesar de que pueden ser más buena gente que cualquiera”. Él desde luego, con sus ojos achinados y su sonrisa prudente, es uno de los mejores ejemplos que sus vecinos pueden tener.
El 89% del barrio no tiene titulación académica
En 2011, hace tan sólo seis años, los graduados en Secundaria dentro del barrio de Los Asperones eran cinco. Aunque la escolarización era generalizada, más por obligación que por convicción, no eran pocos los niños que pasaban años sentados en el pupitre sin aprender a leer ni escribir. Ahora ya son más de medio centenar los titulados y parece que el esfuerzo titánico realizado por maestros, educadores y trabajadores sociales del equipo de barrio –formado por instituciones, entidades religiosas y ONG– está dando sus frutos. Nueve de cada diez se reengancha a los estudios después de haber abandonado con el objetivo de mejorar su situación y encontrar un trabajo. Aún así, en 2016 la tasa de desempleo superaba el 92%.
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