Málaga

Reconciliación o utopía

  • Martínez Hoyos traza en 'La cruz y el martillo' la biografía del político Alfonso Carlos Comín, cristiano y comunista que desarrolló su activismo en Málaga de 1961 a 1965

En el escaparate popular de la Transición y sus prolegómenos que las efemérides brindan año tras año, la figura y la influencia de Alfonso Carlos Comín (Zaragoza, 1933-Barcelona, 1980) ocupan actualmente un lugar discreto, por más que una fundación bautizada con su nombre trabaje en la difusión de su ideario y conceda anualmente unos prestigiosos premios internacionales. Político, sociólogo, ingeniero industrial, periodista, editor, militante de partidos de izquierda como el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), el Frente de Liberación Popular (FLP), Bandera Roja y el propio Partido Comunista (llegó a formar parte del comité ejecutivo) y fundador del movimiento Cristianos por el Socialismo, que ya en los 70 defendió el derecho de los creyentes a la adscripción a idearios y organizaciones de izquierda (y en el que jugó también un papel esencial el teólogo, catedrático y antiguo decano de la Facultad de Psicología de la Universidad de Málaga Alfredo Fierro), Comín fue, ante todo, cristiano y comunista. En el equilibrio de ambos compromisos basó el suyo propio, incomprendido a menudo desde una y otra orilla, pero especialmente fértil en cuanto al impacto social que alcanzaron sus discursos y escritos y su activismo, hasta el punto de lograr que el PC abrazara el laicismo y dejara de declararse ateo. Ahora, el doctor en Historia de la Universidad de Barcelona Francisco Martínez Hoyos acaba de publicar La cruz y el martillo (Ediciones Rubeo), una biografía rigurosa con cierto afán desmitificador, propio del tiempo presente, que además da cuenta de la época en la que Comín trabajó en Málaga, entre 1961 y 1965. Una oportunidad para conocer las claves políticas y sociales de aquel periodo en la ciudad.

A comienzos de los 60, cuando militaba en el Font Obrer de Barcelona junto a Miquel Roca y Pasqual Maragall (algunos años más tarde, durante una estancia en prisión, fundaría junto a Jordi Solé Tura el partido Bandera Roja, que terminaría integrándose en el PSUC), Comín decidió salir de la Barcelona en la que vivía desde niño e instalarse con su mujer, Maria Llüisa Oliveres, en Málaga. Ambos actuaron movidos por su compromiso cristiano, especialmente inspirado en el pensador francés Emmanuel Mounier, quien defendía un cristianismo no sustentado en los recursos del poder sino en medios de actuación pobres, así como en el ejemplo del Padre Llanos, el jesuita que por entonces desarrollaba su pastoral social en el Pozo del Tío Raimundo, en Vallecas. Málaga, por entonces, era una ciudad pobre que permitía a Comín, a priori, cumplir su objetivo: trabajar codo con codo con los sectores más desfavorecidos de la clase obrera.

En virtud de su formación como ingeniero, Comín ejerció en Málaga de profesor en diversas escuelas de formación profesional, como el Instituto Católico de Estudios Técnicos, la Escuela de peritos industriales y la Escuela del Ave María, entre otras (el piso en el que residió, en el Camino de la Misericordia, pertenecía a esta última). Pronto trabó amistad y complicidad con el sacerdote y teólogo José María González Ruiz (luego canónigo de la Catedral) y en poco tiempo se convirtió en principal impulsor de las actividades de las Juventudes Obreras Cristianas (JOC) en Málaga. Su primer objetivo en este sentido era ofrecer una alternativa desde la posición del trabajador a las campañas sociales del entonces obispo Ángel Herrera Oria. Éste, tachado de rojo por los sectores más conservadores de la dictadura, abogaba con un claro sentido paternalista por que fueran los propietarios agrícolas e industriales los que dieran ejemplo y corrigieran los abusos del capitalismo. Comín, sin embargo, consideraba que eran los propios obreros los que debían convertirse en artífices de su progreso político y económico. De esta manera contribuyó a la creación de la Cooperativa Industrial Malagueña, ampliamente criticada por Herrera Oria.

Desde Málaga, Comín desarrolló una fértil dedicación intelectual mediante diversos artículos publicados en La Vanguardia y Cuadernos para el diálogo, donde coincidió con su admirador Manuel Vázquez Montalbán. Pronto ganó las sospechas de las autoridades: en una ficha policial de 1964 se le acusaba de "inculcar sus ideas tendenciosas contra el Régimen a los estudiantes", y tras demasiados arrestos y persecuciones, regresó a Barcelona. El resto, es Historia.

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