Remu es un joven rumano que vive en Oradea, ciudad cercana a la frontera con Hungría. Hace unas semanas conoció a María José, una joven de Cártama que ha estado conviviendo con él durante nueve días en los que han tenido que hacer un gran esfuerzo para comunicarse porque Remu es sordomudo desde que nació y la única manera de entenderse con su entorno es leyendo los labios. Una tarea nada sencilla dada la barrera del idioma. Además de María José otros cinco jóvenes de la comarca del Valle del Guadalhorce han vivido una experiencia similar con personas procedentes de Italia, Polonia, Hungría y Rumanía, muchas de ellas con diferentes discapacidades visuales y auditivas. Todos forman parte de la treintena de personas que han participado en la actividad Visual communication: Tool for understanding, una acción del programa europeo Juventud en Acción que les ha permitido conocer Rumanía y relacionarse con jóvenes de otros países y con dificultades para comunicarse. Entre todos han tenido que elaborar cortometrajes sobre integración social, pobreza y desempleo juvenil, herramientas con las que favorecían el diálogo entre culturas.
Divididos en cinco grupos formados por componentes de cada uno de los países participantes, estos treinta jóvenes han ideado, producido y dirigido cinco vídeos mediante la técnica de animación stop motion, que consiste en reproducir secuencias de fotografías a gran velocidad para crear movimiento. Ellos se han encargado de todo el proceso de creación y edición de los cortos, que el último día presentaron ante todos los colectivos de la ciudad en una fiesta. La tarea no fue fácil, ya que a la dificultad del trabajo técnico había que añadir la complejidad de comunicarse con personas que no hablan su mismo idioma y que sufren algún tipo de discapacidad. La líder del grupo de los españoles, Isa Cantos, cuenta que al principio era complicado entenderse, pero poco a poco y con paciencia se superaron los obstáculos. "Echándole paciencia conseguimos hablar sobre temas que ya no eran tan superficiales", aseguró Cantos, que destacó que los teléfonos móviles, para escribir mensajes en la pantalla, y algún que otro intérprete también ayudaron mucho.
"A la hora de ver el resultado final, algunos jóvenes ciegos se sentaban a nuestro lado y nos pedían que les contásemos lo que se estaba proyectando", explicó la líder del equipo de españoles, que fueron seleccionados por el Grupo de Desarrollo Rural del Valle del Guadalhorce, que también les dio apoyo durante su estancia. Otro valor añadido de esta experiencia ha sido conocer Rumanía, un país que les resulta cercano por el volumen de inmigrantes que llegan a España, pero del que los separa un abismo. "Es un país muy diferente. Te das cuenta de que tiene muchos restos del comunismo. Todo está muy derruido, aunque tiene edificios muy bonitos", dijo Cantos, que añadió que su gastronomía es "muy tradicional" y basada en productos económicos.
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