El parqué
Continúan los máximos
El ocho de septiembre de 2021 ha quedado grabado en la memoria de los malagueños como un día negro: en esa jornada se inició el incendio de Sierra Bermeja. Se prolongó durante mes y medio, es decir, 46 días. El fuego calcinó 8.400 hectáreas de siete pueblos del Valle del Genal, de los que 4.117 hectáreas pertenecían a Estepona; 1.000 hectáreas a Casares, 1.000 a Jubrique, 1.000 a Genalguacil, 471 a Júzcar, 285 a Faraján y 0,48 a Benahavís. Unas 2.000 hectáreas de ellas se encontraban en terrenos privados. Fue entonces cuado empezó a hablarse en Málaga de fuegos de quinta o sexta generación por su nivel de virulencia. Los expertos coinciden en que hay menos incendios en la provincia en los últimos años, pero son más voraces. "Hablamos de fuegos en donde el propio incendio modifica las condiciones climáticas del momento por sus características virulentas", explica Damián Ruiz Sinoga, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Málaga.
Alejandro Yáñez Caballero, bombero forestal de la Brica de Cártama y delegado sindical de UGT del Plan Infoca, coincide con el profesor de la UMA: "Cada vez hay menos incendios, pero los que hay son más grandes. La sensación es que los incendios se propagan rápido y con una gran voracidad". Por suerte, recuerda Yáñez, "la provincia ha tenido este año una primavera bastante lluviosa, algo necesario". Sin embargo, esto genera "mucho combustible fino que con el paso del tiempo, el cambio de condiciones climáticas (sol, viento), crea las circunstancias idóneas para arder". El profesional pone de ejemplo lo sucedido este lunes en el Monte Coronado, en Benalmádena. Es la segunda vez que la zona se ve afectada por el fuego este verano, ya que el pasado 18 de agosto también se registró otro en el mismo lugar. Sin olvidar el incendio en el paraje de Valle Pederín, en Estepona, que se registró este viernes y que obligó al desalojo de vecinos.
Eleuterio Tapia, agente de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía y coordinador de la Brigada de Investigación de Incendios Forestales (BIIF) en Málaga, hace balance de lo vivido en la provincia hasta ahora. "Este 2025 han aumentado. Estoy en Casares y es el incendio número 112. En 2024 tuvimos en total 114. Aún faltan cuatro meses para acabar el año. El más grande este 2025, el de Montecorto, afectó a 160 hectáreas", reconoce. Para Tapia, está siendo un año con más incendios que la media, pero hace hincapié en que "se están quemando bastante pocas hectáreas". El año pasado fue muy bueno en cuanto a la relación cantidad de incendios y cantidad de hectáreas calcinadas. De hecho, la provincia redujo en un 86% su superficie quemada en incendios forestales.
Varios profesores de la UMA, entre ellos Sinoga, han estudiado la ola de incendios en el noroeste de España y lo han comparado con la provincia. La primera conclusión a la que han llegado, señala el catedrático, es que "la provincia no está exenta de riesgos". "Sólo asumiendo que pueden existir riesgos en algunas zonas es como se puede construir una estrategia para minimizarlo y que seamos menos vulnerables", recalca.
El profesor apuesta por llevar a cabo una adecuada gestión forestal junto a una estrategia de ordenación del territorio. Además de invertir más en prevención. "Todo lo que sea prevenir es poco. Todo lo que sea evitar que exista ese exceso de biomasa. Quiere decir que se use el monte. El monte requiere cuidados, inversión y tratamientos. No nos podemos acordar del monte sólo cuando arde", señala.
El presupuesto de la Junta de Andalucía destinado a prevención y extinción de incendios este 2025 asciende a 257 millones de euros, un 6% más (14 millones) que en el pasado año. De ellos, más de 146 millones (56,8%) son destinados a la prevención mientras que 111,2 a la extinción. ¿Se destina suficiente dinero en medidas preventivas a lo largo del año? Para Yáñez, "no es suficiente". "Te puedo poner como ejemplo estar trabajando haciendo fajas auxiliares y desplazarte un poco de esos 25 metros hacia arriba y encontrarte un montón de combustible tirado en el suelo. Andalucía, y también Málaga, no está exenta de todo lo que ha ocurrido en León y en Extremadura y son situaciones que se pueden dar", asegura.
Otro de los temas recurrentes este verano ha sido el sueldo de los bomberos. "Necesitamos un aumento de sueldo por la peligrosidad. Además, nos prometió que nos iban a pagar la antigüedad. Todavía lo estamos esperando", critica el delegado de UGT del Plan Infoca mientras insiste en "tener mentalidad de fuego del siglo XXI: desde un vehículo más resistente hasta un mejor equipo de protección individual". Los expertos también coinciden en que "las ideas preventivas que existen no han evolucionado tan rápido como la voracidad y los niveles de propagación de un incendio con el cambio climático".
De hecho, los sindicatos y los científicos están avisando de que las prácticas preventivas no están dando resultados. "Se ha demostrado que los cortafuegos en fuegos de quinta o sexta generación prácticamente no valen para nada. Hacen cortafuegos de 60 metros, pero el fuego va lanzando bolas que avanzan más allá del cortafuegos. Igual las quemas prescritas o llevar a cabo fajas", ejemplifica Sinoga, que cree que todavía "se sigue hablando en términos de cortafuegos, de intentar que se reduzca la biomasa". "No se está invirtiendo en las zonas forestales. Son el pulmón y lo que nos garantizan, en tiempos de cambio climático, la supervivencia. El tema es la ordenación del territorio. Hay pueblos donde hay cada vez menos actividad humana. Si abandonamos un espacio, el riesgo se dispara", denuncia.
Yáñez también recuerda unos procesos llamados empleo de fuego técnico. "Preparar el monte para arder y que esas masas forestales tengan menos intensidad en los futuros incendios. Es la nueva cultura preventiva por la que hay que apostar. Según el tipo de quema y según el combustible retrasaría el incendio bastante, dando una ventana de oportunidad. Es uno de los elementos fundamentales para avanzar con una nueva mentalidad. Tú no puedes tener al territorio como un monocultivo porque una vez que prende, no hay nada que lo pare. El incendio de Sierra Bermeja se paró cuando llegó a la zona de castaños. Porque hasta entonces sólo había pinos en sus diferentes variedades. Hizo de barrera natural", explica.
Para Sinoga, el monocultivo también es "un problema". "El pino es una especie de crecimiento rápido. Se han plantado muchos pinos para proteger al suelo de la erosión y para evitar inundaciones. Todo el parque natural de los Montes de Málaga es una obra de hidrología forestal para evitar inundaciones. Si tú te das un paseo por los Montes, hay grandes rodales en donde no hay pinos. Vas a ver quejigos, encinas. Los Montes cada vez son menos pinos y más encinas. Ese es el objetivo", subraya mientras advierte de que "o se puede tener un pino al lado de otro a metro y medio". "Eso es una barbaridad. En el caso de un incendio es una gran pira. El peligro es espectacular", asegura.
En las zonas forestales, reitera el catedrático de la UMA, "deben haber actividades vinculadas a estas zonas". "Hay mucho combustible, pero no hay ganadería. Si la hubiera no habría tanto combustible. Además, cada vez hay menos gente viviendo en zonas rurales. En los incendios ocurridos en el noroeste de España, qué casualidad que coinciden con zonas afectadas por la despoblación", recuerda. A este factor se suma la poca actividad ganadera y el cambio climático. "Hay un abandono del campo porque la sociedad va hacia eso. Para que haya cabras en el monte debe haber un cabrero. ¿Quién quiere trabajar de cabrero?", se pregunta Tapia.
"En muchos de nuestros incendios hay demasiado combustible. También intervienen factores vinculados al cambio climático, la profusión de olas de calor y de la sequía, al estrés hídrico de la vegetación. Se ha generado mucho combustible en el campo y ha ardido con virulencia", reitera Sinoga, que insiste en la ordenación del territorio para minimizar los incendios.
Temas relacionados
También te puede interesar
Lo último
No hay comentarios