20 años de 'MÁLAGA HOY'/ HISTORIAS DE LA REDACCIÓN
  • Cables que salen de una tarima flotante en Martínez, 11, la casa iniciática

  • La sensación fue de vértigo. Cables que salían de la tarima flotante, muebles y cajas que se desembalaban por los trabajadores

  • Testigo de detenciones en La Corta

El inconfundible olor a nuevo

El ex jugador del Unicaja Marcus Haislip en una visita a Málaga Hoy para una entrevista digital. El ex jugador del Unicaja Marcus Haislip en una visita a Málaga Hoy para una entrevista digital.

El ex jugador del Unicaja Marcus Haislip en una visita a Málaga Hoy para una entrevista digital. / Victoriano Moreno

El mes de marzo de 2004 quedó en el imaginario colectivo por el brutal atentado del 11-M en Madrid. Recuerdo un trayecto en coche desde Sevilla a la Costa del Sol con el cuerpo encogido, desde las primeras informaciones a la constatación de la barbarie. Justo ese día visitaba Málaga junto a Juan Jiménez, también miembro fundacional del periódico y mi hermano no sanguíneo, para cerrar el contrato de alquiler del piso que compartiríamos en esta nueva experiencia en Málaga Hoy. Entonces aún no había que pensar en dedicar el 70% del sueldo a ese ineludible menester. Precisamente ese día también entramos por primera vez en la segunda planta de Martínez, 11, la casa iniciática del periódico.

Las conversaciones previas con los responsables habían versado sobre ideas abstractas de lo que se pretendía hacer y conseguir. La sensación fue de vértigo. Cables que salían de la tarima flotante, muebles y cajas que se desembalaban por los trabajadores que montaban la redacción, aún sin ordenadores, virgen a dos meses de que saliera el primer número. Ese vértigo era parecido al inigualable de la página en blanco. Y flotaba el inconfundible olor a nuevo de un lugar que se estrena. Metáfora quizá de lo que pretendía ser este periódico, un grupo cuyo núcleo era gente de entre 25 y 30 años con ganas de comerse el mundo.

Tras dos décadas quedan muchas cicatrices. Hubo mudanzas a la cuarta planta de Martínez, 11; a Larios, 3; ahora, a Puerta del Mar, 18. En este periodo tuve la suerte, por ejemplo, de contar en directo desde Zaragoza, Vitoria, Valencia, Badalona y Belgrado cómo el Unicaja ganó sus últimos cinco títulos. De conocer in extremis lo que era un pen drive o un wifi, de sudar mucho por conseguir una endeble conexión desde Moscú o Estambul para enviar una crónica, por tener que cantarla entera por teléfono a una compañera en Málaga.

Parecen batallitas del abuelo, seguramente una de las taras del periodista que se formó en otro contexto absolutamente distinto al actual y que añora otros tiempos, diferentes al muy fugaz actual, sin apenas tiempo para el reposo y el análisis pausado. Como los buenos guisos, la paciencia y el fuego lento también es buen periodismo. Como la magdalena de Proust, en momentos de desencanto viene con alguna frecuencia aquel inconfundible olor a nuevo de la segunda planta de Martínez, 11. La razón por la que aún seguimos aquí.

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