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Las lecciones de la sequía en Málaga

Suelo resquebrajado de un pantano en Málaga. Suelo resquebrajado de un pantano en Málaga.

Suelo resquebrajado de un pantano en Málaga. / Daniel Pérez | EFE

Escrito por

José Damián Ruiz Sinoga · Catedrático de Geografía Física

Apesar de las benefactoras lluvias de final de marzo, a principios de mayo los embalses de la provincia de Málaga tenían 170,9 Hm3 de agua, cifra por debajo de los 212,2 Hm3 que poseían hace un año, y muy lejana de los 388,09 Hm3 que supone la media de los últimos 10 años. No sabemos con certeza si hemos salido de la situación de sequía. Desde luego los datos nos siguen situando, hoy por hoy, en la misma; pero en cualquier caso, seguimos en pleno déficit hídrico, es decir, demandando más recursos de los que disponemos, en un bucle de retroalimentación estructural. Y sí, habría sido dramática la imagen de buques cisterna abasteciéndonos de agua en pleno furor desarrollista de cuanto más, mejor; en el que cuando desde el conocimiento científico se solicita cautela, responsabilidad y sentido común, se tacha de agoreros sin más argumentos.

En la provincia podemos constatar una doble afección territorial asociada a temas hídricos, en la que una sequía cíclica mediterránea cuyo patrón es coyuntural, se superpone a una situación de déficit hídrico como consecuencia de un incremento de la demanda, ya mantenida en el tiempo a lo largo de las últimas décadas y, por tanto, estructural, con un impacto amplio y profundo a escala local, de ahí la importancia de una gestión eficaz y sostenible de los mismos.

Con la experiencia adquirida podemos afirmar que las sequías y el déficit hídrico tienen una afección socioambiental, incidiendo en suelo, biodiversidad y en la propia presión sobre los recursos hídricos, como socioeconómica, al relacionarse con la salud, los desequilibrios en cuanto al acceso del agua, disponibilidad y distribución de esta. Sin embargo, el déficit hídrico tiene una afección de crisis integral por su vinculación con la reducción en la disponibilidad de agua. Y no solo porque a la sequía meteorológica le sigue otra agrícola, sino porque también va unida a la sequía hidrológica que se traduce en una menor disponibilidad de agua en los embalses, reduciéndose el potencial de riego y la capacidad de abastecimiento. Hay embalses, lo que no hay es agua en ellos. Es decir, esto no puede ir de hacer más embalses puesto que cuando vengan mal dadas estarán también cuasi vacíos. Por otra parte, ni habrá financiación europea ni idoneidad territorial ni consenso social.

En tal estado de la cuestión hemos de aprender a convivir con situaciones de sequias cíclicas coyunturales en el marco de un déficit hídrico estructural lo que supone la necesidad urgente de activar estrategias de adaptación y mitigación a una problemática territorial que necesariamente debe pasar por una adecuada ordenación del territorio en base a los recursos hídricos, que determine con exactitud el potencial hídrico provincial y ajuste el consumo, por un buen sistema de diagnóstico y monitoreo de las sequías y del aprovechamiento de los recursos hídricos, y por un uso adecuado y eficaz de la infraestructura hídrica.Hemos de encaminarnos de forma decidida y sin ambages hacia la eficiencia en el uso del agua, promoviendo su uso responsable y sostenible para garantizar el bienestar a largo plazo de sus habitantes, economías y ecosistemas.

También es necesario promover el uso eficiente de un recurso del que no se dispone en abundancia, mediante el empleo de Tecnologías de Riego Eficiente, que supongan un ahorro sin menoscabo, de la productividad agrícola. Pero ello debería ir acompañado de medidas que incrementen la concienciación, educación y sensibilización en cuestiones hídricas, y de las consecuentes revisiones de las regulaciones y tarifas relativas al consumo de agua, que la alejen de esa sensación de gratuidad que solo está conduciendo al despilfarro en algunos sectores. Sin duda es un tema controvertido puesto que estamos hablando de un derecho, pero ni el agua puede ser gratis ni estar sujeta a una tarifa plana. De la misma forma que dado que una importante parte de la demanda proviene del sector turístico, como mecanismo de concienciación y financiero debería implementarse de una vez la tasa turística. Y por último, y dado que la agricultura es la principal actividad demandante de agua, se deben llevar a cabo toda una serie de medidas agropecuarias que supongan una consolidación de cultivos resistentes a la sequía, así como la necesidad de incorporar prácticas de gestión de suelos que mejoren la retención de agua.

Todas las administraciones debieran remar en el mismo sentido, puesto que es tiempo de soluciones, de ahí que no estaría mal que como medidas preventivas para evitar sucesivas situaciones críticas como la padecida, bien harían los responsables en:

a.- Poner en marcha actuaciones de mitigación y adaptación a las nuevas condiciones derivadas de la aparición de efectos imprevistos del cambio climático, respecto al que pocas dudas debe haber, puesto que lo estamos padeciendo en directo. Para ello, hay que empezar por determinar el potencial hídrico de la provincia, es decir, la máxima capacidad posible de gestión de recursos hídricos, tanto los derivados de las aportaciones naturales, como el potencial de regeneración y desalación, lo que incuestionablemente debe determinar la capacidad de carga del territorio. Esa debe ser nuestra línea roja.

b.- Activar planes de ordenación del territorio atendiendo a los recursos hídricos disponibles, incluidos los subterráneos, como garantes del desarrollo y de las actividades a realizar. Siendo el agua un sector estratégico clave en el desarrollo provincial, la oferta debe condicionar la demanda, lo que debe ser propiciado teniendo en cuenta tanto a la población residente y sus diferentes demandas, como a las necesidades del Medio Natural.

c.- Potenciar aquellos recursos hídricos que se apoyen en la renovación de otros ya utilizados, es decir los regenerados, estableciendo también estrategias de desalación de bajo coste energético para situaciones de emergencia. La optimización del recurso debe y tiene que ser el estándar de gestión, tanto en el ámbito rural, con lo que se ha denominado la digitalización del agro, como en el urbano, desarrollando estrategias arquitectónicas que permitan la reutilización de las aguas grises, es decir, aquellas que provienen del uso doméstico, como el lavado personal, de utensilios o de la ropa.

d.- Plantear una gestión conjunta, equilibrada, solidaria e inclusiva de los recursos hídricos, dado su diferente grado de escasez y en consecuencia de coste económico, que garantice el mantenimiento de las actuales infraestructuras hídricas. En esta dinámica nadie puede quedarse atrás.

e.- Desarrollar estrategias de concienciación social y gobernanza mediante programas de divulgación y educación, dado que solo un uso y consumo responsable de los recursos hídricos escasos lograran cambiar el modelo actual, mejorando las pautas de comportamiento para alcanzar un consumo sostenible de estos recursos. En esta problemática es necesario contar con los usuarios finales.

f.- Establecer mecanismos de inspección y control por parte de las administraciones responsables que evite despilfarros y mala praxis.

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