Los rostros solidarios de la sanidad

El Hospital Materno Infantil ha operado a 37 menores de países pobres desde 2010 de patologías graves dentro de un programa de cooperación al desarrollo y ayuda humanitaria

Eulogio Galiano, Enrique Ruiz, María Ángeles García, Guillermo Milano, Encarnación Aguado y Juan Ignacio Zabala (de izq. a der.) son algunos de los profesionales que participan en el programa.
Eulogio Galiano, Enrique Ruiz, María Ángeles García, Guillermo Milano, Encarnación Aguado y Juan Ignacio Zabala (de izq. a der.) son algunos de los profesionales que participan en el programa.

Treinta y siete niños. Treinta y siete familias. De Mauritania, Marruecos, Benin, Senegal, Togo, Guinea y hasta de Irak. Menores en muchos casos de aldeas remotas de esos países con una patología grave y pertenecientes a familias sin capacidad económica para afrontar la operación que necesitan. Esa es la cifra de niños a los que el Materno les ha cambiado la vida desde el año 2010.

El hospital infantil ha intervenido desde entonces a 37 menores dentro de un programa solidario en el que están implicados el Servicio Andaluz de Salud (SAS), tres ONG y los profesionales del centro sanitario.

Los seis sanitarios que participan en este reportaje son apenas algunos de los rostros solidarios de la sanidad pública andaluza. La gestión del programa corre por cuenta del Fondo de Cooperación al Desarrollo y Ayuda Humanitaria del SAS. Tierra de Hombres, Infancia Solidaria y Enfermos sin Fronteras son las tres ONG que trabajan para que los niños puedan ser operados en Andalucía. El SAS corre con los costes de la intervención y los fármacos, mientras que las organizaciones humanitarias se hacen cargo del transporte y la manutención mientras están con familias de acogida antes y después de su hospitalización.

"Algunos no han visto un coche o un grifo en su vida", cuenta Juan Ignacio Zabala, jefe de Cardiología Pediátrica del Materno. Pero no sólo está el choque cultural. Meterse en un avión, llegar a un país con un idioma que no hablan, permanecer unos tres meses en la mayoría de los casos sin familiares, someterse a pruebas médicas y pasar por el quirófano es parte del precio que tienen que pagar estos pequeños para su curación. Algunos son adolescentes, pero hay niños hasta de pocos meses. María de los Ángeles García, jefa de bloque de enfermería pediátrica del Materno, explica que utilizan pictogramas para poder comunicarse.

El programa cuenta también con la implicación de los médicos en los países de origen, que son los que hacen los informes para sus colegas andaluces, y de familias de acogida que les hacen de padres durante su estancia en Málaga.

De los 37 menores atendidos desde 2010, la amplia mayoría fueron operados por el servicio de Cirugía Cardíaca (28). Aunque hubo otras áreas involucradas en el programa, como Anestesia (37), Cirugía Pediátrica (2), Neurocirugía (2), Urología (2), Otorrinolaringología (2) y Traumatología (2).

Debido a que la mayor parte de los niños deben ser intervenidos de corazón, los cardiólogos suelen ser los primeros especialistas en verlos. Zabala recuerda el berrinche de un niño al que fue a reconocer. "Estaba aterrado. Me debió decir perrerías en su idioma", comenta. Pero los profesionales aclaran que al final se integran con facilidad y hasta aprenden español. Generalmente, cuanto más pequeños, más rápido se adaptan.

El SAS da la autorización para que estas intervenciones se hagan y es el encargado de repartir a los pequeños entre los centros de la red andaluza. Los sanitarios son los que ponen sus conocimientos y sus manos para darles una oportunidad quirúrgica que en muchos casos es vital.

"Desde el punto de vista humano estamos encantados porque son muy agradecidos", dice Enrique Ruiz, jefe de sección de Cirugía Cardiovascular Pediátrica del Materno. Los profesionales dicen que no son diferentes a los demás niños. Encarnación Aguado, una de las anestesistas encargada de dormirlos para la intervención, reconoce que algunos tienen miedo. "Pero como [generalmente] no está su madre, nos cuesta menos convencerlos para llevarlos al quirófano", acota.

El programa selecciona con mimo el caso de cada menor para que, una vez operado, no requiera cuidados ni fármacos que no tendrá en su país, porque eso supondría tirar a la basura todos los esfuerzos realizados. Por ello, se eligen casos que en sus países no se corrigen y que tienen una esperanza de vida corta, pero que con la operación en el SAS pueden mejorar sensiblemente su calidad de vida. Al alta, pasan a sus familias de acogida. El posoperatorio se suele prolongar más de lo habitual para que se vayan con la cicatrización perfecta y, de paso, recuperen peso.

Los berrinches iniciales suelen cambiar entonces a muestras de afecto hacia los sanitarios con los que suelen hacerse fotos a la hora de despedirse. Así podrán mostrar allí los rostros de unos desconocidos que les han cambiado la vida.

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