Málaga

La gran sequía de 1995 en Málaga: el año en que se cortó el grifo del agua en la capital

En Málaga son recurrentes los periodos de escasez de lluvia, los expertos dicen que es algo que entra dentro de la dinámica natural de la provincia, algo inherente al Mediterráneo, pero en este caso advierten de que el panorama al que se enfrenta puede ser más delicado. A lo largo de la historia ha habido varias sequías duras, la del año 1995 es la que peor se recuerda, pero también la de los años 2005 y 2006. La provincia parece estar condenada a revivir la gran sequía de 1995, ya hay sectores y municipios que lo están pasando bastante mal, en la Axarquía sin ir más lejos, pero también la capital se ve abocada a un verano con restricciones de agua. Los milagros pocas veces existen, y ya casi nadie lo espera.

Si se echa la vista atrás, al recuerdo de principios de los años 90, el escenario se asemeja peligrosamente al actual. Cuando llegó 1995, la provincia de Málaga ya arrastraba una sequía desde 1992 y las medidas puestas en marcha por las distintas administraciones entonces llegaron demasiado tarde para afrontar una situación que ya era muy compleja.

Las primeras restricciones de agua en la capital comenzaron el 9 de enero de 1995. El caudal se redujo a la mitad y los cortes se repetían durante seis horas diarias para reducir el consumo de 1.600 a 1.400 litros por segundo, ya que si no llovía el abastecimiento solo podía garantizarse hasta abril. Los cortes se sucedieron a lo largo de toda la provincia, aunque Fuengirola fue uno de los municipios que se llevó la peor parte de los efectos de un periodo seco que no parecía tener fin.

El estado de los pantanos era extremo. El 4 de diciembre de 1995 los seis embalses malagueños (ahora son siete, porque en 2007 entró en funcionamiento el de Casasola) se situaron en mínimos históricos. Entre todos solo almacenaban 27 hectómetros cúbicos, es decir, se encontraban al 4,5% de su capacidad.

Se llegaron a ver algunas imágenes desoladoras. El caso más significativo se produjo en el pantano del Conde del Guadalhorce (el que se sitúa en Ardales, el conocido como playa de interior de la provincia) que llegó a secarse por completo. Es la única vez que este embalse con capacidad para almacenar algo más de 66 hectómetros cúbicos ha estado totalmente vacío.

En la actualidad la imagen de los pantanos no es menos dramática. Es cierto que las reservas son más altas, puesto que entre los siete tienen 98 hectómetros cúbicos, lo que los sitúa en el 16% de su capacidad a fecha de 21 de enero, pero los expertos consultados advierten de que la balanza está mucho más desequilibrada, porque la provincia gasta ahora mucha más agua de la que consumía hace 30 años.

Así estaba el pantano Conde de Guadalhorce, en Ardales, en el verano de 2023. Así estaba el pantano Conde de Guadalhorce, en Ardales, en el verano de 2023.

Así estaba el pantano Conde de Guadalhorce, en Ardales, en el verano de 2023. / Javier Flores

Los embalses de La Viñuela, en la Axarquía, y Conde del Guadalhorce son los que peor se encuentran. Solo hace falta acercarse a ellos para recibir un golpe de realidad; están en mínimos históricos al 7% y 17% respectivamente, apenas 12 hectómetros cúbicos cada uno.

Pero el estado del resto no es mucho más alentador, como tampoco lo era en 1995. Entonces, las presas del Guadalteba y Guadalhorce llegaron a almacenar 11 y 30 hectómetros cúbicos, respectivamente, aunque de recursos salinos que en esa época no se podían tratar al no disponer de una desaladora. Solo La Viñuela y La Concepción tenían agua apta para el consumo, y entre los dos apenas si rozaban los 30 hectómetros cúbicos.

La sequía de 2005

La última vez que se vivió una situación parecida fue hace menos de 20 años, y también supuso restricciones en Málaga capital. Entre otras medidas, se limitó a 230 los litros de agua que se podían consumir por persona y día en los municipios afectados. A Antonio Rodríguez Leal, el que fuera director general de la Cuenca Mediterránea Andaluza, le tocó gestionar la sequía del 2005 al 2007. Recuerda que fue "bastante similar" a la del 95, pero que en la de 2005 hubo la suerte de poder contar con los recursos hídricos del pantano de La Viñuela. Paradójicamente, el embalse que peor está ahora, almacenaba un volumen de agua "nunca visto" consecuencia de unas intensas lluvias en la zona, lo que ayudó a suavizar los efectos de la sequía en Málaga capital y la Costa del Sol Occidental, algo que esta vez no va a pasar.

En julio de 2005 el pantano de La Viñuela embalsaba 135 hectómetros cúbicos, es decir, estaba al 80% de su capacidad. "Eso es algo que no vamos a volver a ver, difícilmente lloverá en la Axarquía como para que se vuelva a llenar", comenta Rodríguez Leal.

De ahí que la solución pasara por un trasvase de agua de La Viñuela a Málaga. Así, entre 2005 y 2008 la capital se abasteció de este embalse a razón de siete hectómetros cúbicos al año, alrededor de 1,25 hectómetros mensuales (el 20% del agua que consumía al mes). Ya en 2008 se bajó a los tres hectómetros anuales, cuando el nivel del pantano empezó a ser preocupante.

El nivel del agua en el pantano de la Viñuela en 2005, en una imagen de archivo. El nivel del agua en el pantano de la Viñuela en 2005, en una imagen de archivo.

El nivel del agua en el pantano de la Viñuela en 2005, en una imagen de archivo. / M. H.

Un déficit hídrico estructural

El catedrático de Geografía Física de la Univeridad de Málaga (UMA), José Damián Ruiz Sinoga, es claro: "Estamos peor por un motivo, porque las sequías de antes eran consecuencia de una dinámica cíclica desde el punto de vista meteorológico, inherente al Mediterráneo; ahora tenemos un déficit hídrico. Es decir, la sequía ha sobrevenido sobre una situación de déficit hídrico estructural, a la que se suma la sequía coyuntural".

El propio presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, dijo ante el último comité de expertos de la sequía que la situación era "extrema" y que se necesitarían 30 días seguidos de lluvia para sortear el problema este verano. El catedrático de Geografía Física considera que "se quedó corto": "Tendría que llover 1.300 litros en la Axarquía, tres veces más de lo que ha llovido de media en los últimos 20 años, lo que llueve en Grazalema, para que La Viñuela estuviera al 80% y aún así no se resolvería el problema del déficit hídrico".

El estado del embalse de La Viñuela en enero de 2022. El estado del embalse de La Viñuela en enero de 2022.

El estado del embalse de La Viñuela en enero de 2022. / Javier Albiñana

"Claro que volverá a llover", dice este experto, pero "en muy poco tiempo vamos a volver a padecer la falta de agua porque estamos consumiendo más agua de la que disponemos". "Lo que tenemos que hacer es incrementar la oferta de agua", dice. Pero, ¿cómo se hace eso?

La regeneración puede ser un buen mecanismo, según Sinoga, al igual que la optimización de los recursos hídricos o la desalación. No obstante, advierte que ninguna de estas estrategias son "la panacea". "Esto ayudará a equilibrar la oferta, pero tenemos que tener bastante claro que hay que hacer una ordenación de los recursos hídricos", apunta.

Para la economía de la provincia de Málaga la sequía puede suponer un duro golpe, no solo para la agricultura, que ya sufre, sino también para el turismo. "Una economía entra en crisis cuando uno de los recursos clave, que es el agua, pasa por una crisis tan importante", afirma Sinoga.

Sinoga es crítico al considerar que las administraciones "han mirado para otro lado" a la hora de regular aquellas actividades que son "muy consumidoras" de agua. "No se trata de satanizar a nadie -aclara- ni al turismo, ni a los campos de golf, ni a los agricultores... todas son actividades que articulan el territorio; pero hay que regularlas, ordenar los recursos y gastar en función de lo que disponemos".

Desaladoras y nuevos usos del agua regenerada

En un sentido parecido se pronuncia quien fuera director general de la Cuenca Mediterránea Andaluza, que lamenta que otra vez se llega tarde a otra sequía y que "ahora hay que salvar la situación". "El margen de maniobra para las concesionarias es escaso. Primero se baja la presión del agua y luego se hacen cortes puntuales", explica Rodríquez Leal.

Para enfrentar la delicada situación actual, considera que hay que trabajar por tener agua desalada "cuanto antes", así como por ampliar los usos del agua regenerada que "una vez potabilizada podría valer para algo más que baldear las calles y riego agrícola". De hecho, defiende que el agua regenerada "una vez se potabiliza es válida" para, por ejemplo, el llenado de piscinas particulares y de hoteles, "con lo que no afectamos tanto al turismo". "Es un agua tan buena como el agua de las presas", dice.

"Lo de los buques cisterna es la última bala que tendríamos", comenta. Según sus palabras, más nos valdría tomar nota de lo que hacen otros: "Tenemos que aprender de los países con un clima parecido, como Israel o Marruecos, y trabajar en la desalación de todo el litoral". Para eso haría falta una política de Estado en ese sentido, asegura, y no repetir errores del pasado como el que a su juicio se cometió en 2007 con la desaladora de Mijas-Fuengirola, "que no se hizo porque la cesión del terreno no se produjo, cuando teníamos el 85% de financiación de Europa". A estas alturas, con el grifo casi cortado, ya vamos tarde.

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