"Si vemos al inmigrante como mano de obra nunca habrá igualdad"

Aunque aún quede mucho por hacer, ONG como Andalucía Acoge llevan dos décadas trabajando para hacer visible, con el esfuerzo de todas las partes, la sociedad multicultural

DESPUÉS de cuatro intentos años en la presidencia de Andalucía Acoge, Manmen Castellano acaba de decir adiós al cargo para dar paso a la renovación. Estaba embarazada de su primera hija cuando asumió, aún con mayor fuerza, el reto y durante su mandato ha sido madre en dos ocasiones, ha luchado para conseguir el cierre del CIE de Capuchinos y ha hecho muchas cuentas para sortear la crisis. Una semana después sigue en su puesto remunerado en el área de contabilidad, administración y recursos humanos de Málaga Acoge. "Todo lo que tiene el símbolo del euro pasa por mi mesa", dice. Ella seguirá trabajando para los demás con el empeño de siempre y la esperanza de poder llegar hasta donde la administración aún no alcanza.

-El pasado domingo dejó su cargo como presidenta de Andalucía Acoge, ¿por qué?

-Tenemos limitación para cargos unipersonales de máximo seis años. He estado dos años como tesorera y cuatro de presidenta. Ya tocaba dejarlo y he visto que es saludable ese cambio, porque se acaba la innovación, las ganas o el empuje del principio, y en el tercer sector es muy importante dar paso a gente nueva con ese grado de implicación.

-¿Con qué se queda del trabajo de los últimos años?

-Ha sido una experiencia muy enriquecedora a nivel personal, he aprendido muchísimo. El cargo de da una visión más amplia, te saca de tu despacho. Con lo que más me quedo es que me ha dado la oportunidad de hacer política. Estos cuatro años me han servido para poder poner ese grano de arena de lo que piensa parte de la sociedad respecto a las políticas de inmigración, diversidad, interculturalidad, y demás.

-¿Por qué se inició en el trabajo con inmigrantes?

-Llegué a Málaga Acoge en 2001, porque escuchando comentarios racistas se me revolvía el estómago y una amiga me impulsó a hacer algo. Ella ya era voluntaria aquí y me trajo.

-¿Había tradición migratoria en su familia?

-Mi abuelo estuvo en Alemania, se dejó a toda la familia atrás, a su mujer y seis hijos. El tenía clarísimo que iba a ir el tiempo justo para traerse el dinero y vivir de sus tierras. Él me enseñó que los españoles somos los que menos capaces de integrarnos tienen. En dos años no aprendió alemán, salía del trabajo a casa con sus hermanos, los fines de semana se juntaba con españoles, vivían con ellos... Los ejemplos que ponemos de culturas que tienden a aislarse son los de españoles y chinos. En la mayoría de los manuales de interculturalidad, somos ejemplos de colectivos que nos aislamos. No tenemos la tendencia a mezclarnos que pueden tener otras nacionalidades. Mi abuelo me decía que había tenido que pasar una generación completa para que entendiesen en la familia lo que fue la inmigración.

-¿El cierre del CIE de Málaga fue un logro?

-Creo que sí. Es cierto que los argumentos que se esbozaron eran otros, como la situación de las instalaciones, pero creo que sí fue un logro de todo el movimiento asociativo de los últimos 20 años. Ya en la primera acta de Málaga Acoge, en el año 90 se hablaba del centro de internamiento de Capuchinos. Hemos tenido un trabajo muy intenso. Para mí es un hito, un logro, a ver si es el primero de los ocho que quedan por cerrar, hay que seguir luchando para acabar con el resto. Es uno de los aspectos en los que más me he volcado.

-¿Los extranjeros que han pasado por estos centros de internamiento han entendido por qué se les retenía?

-La gente que sabe lo que es un CIE no entiende por qué su situación es peor que una prisión en la que se ingresa por cometer un delito. Hemos tenido a recién llegadas en patera, posible víctimas de trata, menores de edad, y no comprendían su situación. En el fondo son cárceles encubiertas y la gente no entiende por qué está allí. Nuestro objetivo último es cerrar los centros de internamiento, pero mientras se cierran creemos que es fundamental exigir que haya legislación para regular lo que pasa allí dentro y que no se vulneren derechos fundamentales, como está pasando por ejemplo en Algeciras, que hay desnudos integrales por sistema a todos los que entran.

-¿Cómo estaba el Centro de Internamiento de Capuchinos?

-Nos dejaron entrar meses antes de cerrarlo, hasta ese momento las ONG no pudieron hacer visitas de inspección. Las instalaciones eran lamentables, inhabitables, con calor en verano y frío en invierno, había cosas llamativas, impresiona que es peor que una cárcel. Ni en prisión cachean a las visitas y allí sí. Dice mucho que desalojaron a los perros de la Policía y dejaran a los internos. Los propios sindicatos de Policía se han quejado durante años.

-¿Cuánto queda aún por hacer para que se igualen los derechos entre inmigrantes y españoles?

-Queda mucho por hacer. En los últimos dos años hemos visto incluso derechos mermados, va a peor con el tema de la crisis. Mientras que veamos a la población inmigrante como mano de obra nunca llegaremos a esa igualdad de derechos. Antes eran necesarios porque muchos españoles no querían trabajar en la agricultura y la construcción, pero en cuanto se termina el empleo ellos sobran y así no habrá nunca esa igualdad. Hay que empezar a ver al inmigrante como persona con todas sus características, con su sanidad, sus hijos, su derecho a participar... Un hito clave que debería de existir para la igualdad efectiva y real es el derecho al voto de las personas inmigrantes. Hasta que todos los que vivimos en este país no tengamos derecho a elegir a nuestros representantes la igualdad de derechos no va a existir, porque no tienen derecho a elegir a quien legisla.

-¿Cómo debería de ser la integración?

-Para nosotros es un trabajo de las dos partes, no sólo del inmigrante, eso es asimilación, como hacen los franceses. Es un esfuerzo de los dos para conocerse y avanzar en la construcción de una sociedad en la que todos nos sintamos a gusto. Mientras que las normas del juego no las establezcan personas elegidos por todos, no habrá plena igualdad de derechos.

-En momentos de crisis como el de ahora, ¿cree que aumenta la xenofobia?

-Cuando hay falta de recursos hay competencia y surge el conflicto. Cuando los recortes afectan a toda la población en general, eso hace que culpes al último que ha llegado o al que no conoces. A pesar de que la población inmigrante, según la mayoría de los estudios, es la que menos utiliza los recursos públicos. Primero porque se creen que no tienen derecho a ello o también por miedo.

-¿Qué se hace mal?

-Está haciendo mucho daño el discurso de muchos políticos para fomentar integración efectiva de todos. No se pueden cambiar leyes de extranjería en plena crisis porque parece que culpas a los extranjeros de lo que está pasando, esa es la sensación que queda. Tampoco cambiar la ley de sanidad, porque hace mella en la población. Por otra parte, la mayoría de los medios tienen mucho empeño en sacar pateras y mafias y transmiten la misma visión estereotipada de la inmigración y el inmigrante que llega sin nada genera mucho miedo porque creen que podría hacer cualquier cosa para sobrevivir. También se destacan las nacionalidades cuando hay un delito. Lo tercero depende de cada uno de nosotros, la apuesta que hacemos realmente por defender los derechos de estas personas en el día a día. Habría que implicarse más a nivel individual.

-¿Andalucía es acogedora, o eso es simplemente un cliché más?

-No podemos generalizar. La experiencia que tenemos es de gente muy acogedora, que abre sus puertas y dedica muchas horas a la asociación, pero también otras muy negativas como lo que demostraron en El Ejido y Roquetas. Por suerte o por desgracia hay gente más y menos acogedora. Hace falta voluntad política para apostar por otra visión de la interculturalidad, para trabajar todos juntos, no tratar al otro como diferente, que tenga derecho a ser diferente pero que no tenga diferencia de derechos. No me quiero poner pesimista pero sí que estamos llegando tarde. Ya tenemos muchos inmigrantes que se han hecho españoles, en muchos casos la mujer con velo que lleva el niño a tu colegio ya es española, ya hay que tratar la diversidad como tal, vivimos en una sociedad intercultural, debemos construir algo nuevo y compartir la riqueza que todos podamos aportar.

-Volvemos a ser nosotros los que emigramos a otros lugares en busca de trabajo, ¿cree que esta situación nos está enseñando algo?

-No aprendemos hasta que lo vivimos. Yo creo que se marchan todavía con una idea racista, me tengo que marchar porque no hay trabajo en mi país, porque lo tienen los inmigrantes. Nos falta mucho para ser conscientes de que la tortilla se puede volver aunque ya hay españoles que se van a países que se están desarrollando como Chile, Perú, Sierra Leona... No hemos sido capaces de transmitir a las nuevas generaciones nuestra historia migratoria para que la vivan de otra manera.

-¿Cuál sería el reto que una ONG como ésta tienen que conseguir en los próximos años?

-El reto, terminar de adaptarnos a esta sociedad cambiante. Sensibilizar, llegar a toda la población y ante una ley, una situación, decreto o sentencia, la protesta si creemos que vulnera derechos, la propuesta, proponiendo alternativas, y la apuesta, implicándonos en la resolución. Tenemos que ir dando ejemplo. Pero nuestro fin último es desaparecer, que llegue el día en que la administración atienda al 100% a la población inmigrante y local por igual y que lo público garantice los servicios que hacemos ahora nosotros.

-Los recortes y los impagos de las administraciones han golpeado muy duro a las asociaciones, ¿cómo ve el panorama?

-La supervivencia económica es otro reto nuestro. El panorama es muy complicado. Andalucía Acoge ha tenido como gran financiador a la Junta, que en 2012 nos ha llegado a deber 1 millón de euros. Durante estos dos últimos años el trabajo de la Junta ha sido financiado por el tercer sector, han ejecutado servicios y proyectos a costa nuestra.

-Ahora está proliferando la beneficencia, ¿eso significa pan para hoy y hambre para mañana?

-Algunas entidades de Andalucía Acoge han tenido que cambiar el chip radicalmente porque se negaban a repartir alimentos y han tenido que hacerlo. Siempre hemos sido los de dar la caña y enseñar a pescar, pero ahora nos estamos encontrando con nuevas necesidades. Hay usuarios que estaban estables en el país, que tenía trabajo y vivienda y de golpe vienen pidiendo comida. Nos encontramos con un dilema interno. Es verdad que es pan para hoy y hambre para mañana, pero si una persona no tiene para darle de comer a sus tres hijos, por mucho que tú le digas que aquí viene a hacerse un currículum, buscar trabajo y aprender español, lo que quiere es darle de comer a sus tres hijos hoy. Tenemos que trabajar de manera integral con la persona, lo que significa también cubrir sus necesidades básicas.

-¿Cree que esta crisis nos va a enseñar algo?

-Desgraciadamente creo que no. La crisis ha tocado el bolsillo, pero todavía no ha llegado a tocar la conciencia. Una vez que la gente tenga trabajo de nuevo se olvidará del otro. Además de la económica hay mucho de crisis ética y de valores.

-La educación en esto es fundamental...

-Es fundamental, en todo. A los niños se les educa en el día a día, transmitiendo lo que piensas, no dando lecciones magistrales. Los niños maman desde chicos esa convivencia, ese compromiso, si lo tienes. Lo que hacemos y decimos les marca.

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