El verdadero pacto andaluz

Calle Larios

La Junta de Andalucía pretende que los vecinos y los turistas nos llevemos estupendamente, pero prefiere las campañas de sensibilización antes que las políticas eficaces, no vayamos a sacar los pies del tiesto

¿Tú eres de Málaga?

Ahora se trata de pedir a los turistas que sonrían ellos.
Ahora se trata de pedir a los turistas que sonrían ellos. / Javier Albiñana

No hay tal vez en la política (especialmente local y regional) un arte más refinado que el de no ver el elefante en la habitación. Tiene su mérito, no crean: está ahí delante, lo ocupa todo, no hay escapatoria, es evidente, pero la praxis política consiste en no ver. Cuando Shakespeare advirtió que la plaga de estos tiempos (los suyos, los nuestros) consiste en que los locos guían a los ciegos, quizá estaba dando a entender que los dos grupos son el mismo. Existe una variante destacable de esta disciplina: la capacidad de quedarse mirando el dedo que señala y de ignorar la luna. La cuestión es que seguí con interés la reciente presentación en Málaga de El trato andaluz, una campaña de sensibilización para fomentar la convivencia entre vecinos y turistas puesta en marcha por la Junta de Andalucía. Cabía preguntarse, de entrada, si hay un problema real de convivencia. No sé si hay recuentos de trifulcas, conflictos, discusiones y encontronazos entre turistas y ciudadanos, por ejemplo. Quizá sería interesante preguntar a los millones de turistas que llegan cada año a Málaga si se sienten amenazados de alguna manera por los nativos; y, dado que hablamos de un trato entre dos partes, también convendría preguntar a quienes viven aquí si la llegada de turistas entraña para ellos alguna amenaza. Al final, bueno, la campaña consiste en otro spot muy bien facturado en la que se les da la bienvenida a Andalucía a los turistas pero se les conmina a que sean respetuosos con la gente, su territorio, su descanso, su patrimonio, sus costumbres y sus recursos naturales. Si antes se invitaba a los locales a que sonrieran al turismo, ahora se trata de que la otra parte ponga también de la suya. Uno echa de menos una exhortación directa a salir a la calle y acudir a cualquier sitio con el torso perfectamente cubierto, pero bueno, por lo demás, está bien. Lo que pasa es que al final persiste la duda de si el problema de convivencia, de persistir, habrá quedado resuelto con tan flamante producción.

Quizá sería interesante preguntar a los millones de turistas que llegan cada año a Málaga si se sienten amenazados de alguna manera por los nativos

Porque, no sé ustedes, pero un servidor, con los turistas, no tiene ningún problema. Claro que prefiero que venga gente bien educada a borrachos descontrolados, pero supongo que eso le pasa a toda la gente de bien. Que la Junta de Andalucía ponga en marcha una campaña de sensibilización está muy bien, pero es que no se trata de eso. Viendo el spot, me acordé de cuando, en el juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén en 1961, el acusado afirmó que “un comité de conciliación entre supervivientes judíos y criminales nazis permitiría, con un poco de buena voluntad, y si cada bando reconociese sus errores, recomenzar desde bases más sanas” (reproduzco la referencia de Emmanuel Carrère). Digamos que la conciliación es un señuelo perfecto para introducir en un debate cuando queremos que no se hable de otra cosa. En Andalucía, y particularmente en Málaga, insisto, nunca ha habido ningún problema de convivencia con los turistas. Otra cosa es que determinados líderes políticos, especialmente los responsables de la gestión del turismo, tilden de “turismofobia” a las manifestaciones por el derecho a la vivienda en las que los ciudadanos exigen la derogación de las viviendas turísticas. Hemos asistido a eso, sí. Por otra parte, la Junta invita amablemente a los turistas a que respeten el descanso de los vecinos, pero, por supuesto, no indica en ningún momento que vaya a desempeñar las políticas necesarias para garantizarlo. Del mismo modo, recomienda a los visitantes que se duchen “rapidito” para no gastar mucha agua, pero ni se le pasa por la cabeza aplicar la tasa turística que ya se aplica con normalidad en otras comunidades autónomas de elevada afluencia turística. Porque el trato pasa por tener claro quiénes son aquí los siervos y quiénes son los señores.

Habría que recordarle a la Junta que aquí no hay dos partes, sino una sola: la ciudadanía para la que gobierna

Por si acaso, habría que indicarle a la Junta de Andalucía, de la manera más cordial, que aquí no hay dos partes. Aquí hay una sola: la de la ciudadanía para la que gobierna. Y que en el mismo momento en que se constituyó el Parlamento Andaluz, quedó rubricado un trato mucho más importante por el que se gobernaría, siempre, bajo cualquier circunstancia, a favor de los andaluces. Los acontecimientos, sin embargo, han demostrado que las políticas aplicadas han resultado mucho más beneficiosas para el turismo como sector productivo que para los ciudadanos, que han visto erosionados sus derechos (el desequilibrio es flagrante solo en lo referente al uso y disfrute del espacio público, por ejemplo). Y cuando de una vez aprueba la Junta una normativa dirigida a limitar las concesiones de licencias a viviendas turísticas, ahí está el Ayuntamiento de Málaga haciendo lo que hay que hacer: cruzándose de brazos en su aplicación para que los propietarios no tengan de qué preocuparse. La sola idea de imaginar un trato entre dos bandos es nefasta en cuanto da por sentado que lo que naturalmente pertenecía a uno ahora pertenece a los dos; es decir, se admite que el objetivo pasa por reducir la ciudadanía y ampliar el negocio. Y cabe recordar que también el alcalde de Málaga, por ejemplo, llamó a hacer sacrificios en movilidad interna para garantizar la mejor atención a los turistas en plena crisis de la pandemia. Al final, esto no va de imaginar bandos, ni conflictos, ni de llamar a la convivencia, sino de hacer política y tomar decisiones que seguramente no van a gustar a todo el mundo. Ese sí era el trato. Porque el elefante sigue ahí, en la habitación, por más que nos empeñemos en mirar para otro lado. No pasa nada: esto lo arreglamos con otra campaña de sensibilización.

stats