Pellicer, anatomía de un incendio
El técnico salió precalentado a la sala de prensa, donde apuntó al administrador judicial principalmente
Dean Huijsen, algo más que postureo
Sergio Pellicer sabía que los cuchillos estaban afilados, que alguno estaba deseando que el balón siguiese sin entrar para ajusticiarle, para tratar de calmar las aguas en el entorno malaguista con su cabeza. El entrenador del Málaga CF sabe que tiene detractores a los que jamás conseguirá convencer ni contentar. Sus victorias o éxitos sólo aplacan el fervor en contra de su figura. "Yo estoy detrás de la mata", le dijo un viejo periodista de otra ciudad a un entrenador malagueño. Una lección de vida. Detrás de la mata hay mucha gente esperando a Pellicer. Sin embargo, al de Nules, lo que le reventó es saber que había francotiradores dentro.
El triunfo ante el Deportivo debería haber sido quirúrgico y lo fue a medias. Calmó momentáneamente las aguas fuera y sin embargo se usó como gasolina para un incendio interno. Pellicer, ciertamente, llevaba su cerilla prendida. Bajó a la sala de prensa precalentado, con el subidón de la victoria, que era respiro y respaldo. El mensaje no iba para los mensajeros, fue un recado directo hacia el administrador, José María Muñoz.
Así que la contundente goleada alivió a todos menos a los que mandan, a algunos de los que mandan. Es parte del sino del Málaga, un club dado a autolesionarse. En su papel presidencialista, Muñoz tuvo días de teléfono, de pulsar el ambiente en algunos sectores, de recabar información por los pasillos, tocando puertas externas para saber qué se cuece dentro del vestuario. Y alguno ha aprovechado para ajustar alguna antigua cuenta con el entrenador.
Pellicer devolvió quina en público cuando tocaba ser magnánimo, pero se puede llegar a entender. Es humano, cuando te llevan al límite, defenderse atacando. Que no significa que fuese apropiado, porque el Málaga es un club tan anormal que necesita que alguien ponga algo de cordura.
El único que ha parecido vivir con normalidad futbolística todo esto fue Loren Juarros, preocupado por la situación deportiva pero sin perder los nervios, meditando el peso de cada acción. Respaldó a Pellicer a su manera en su última comparecencia pública. Puede que le faltase contundencia. No por lo que se pudiera pensar fuera, sino para marcar los límites a nivel interno.
Una cosa que no se puede olvidar, ante todo, es que el Málaga vive al margen de la carretera principal del fútbol. Está intervenido, con el dueño medio perdido, con el exsocio que sigue siendo socio aunque no quiera serlo, apareciendo y desapareciendo de la escena a conveniencia. Con una jerarquía confusa a nivel interno. Su estabilidad depende del balón.
Hay otra parte del mensaje de Pellicer que iba dirigido a parte del vestuario. Él, que suele aburrir con sus repetitivos análisis en los que prefiere ser la diana que exponer a sus jugadores, también ha sentido que había alguna grieta. No parece que muchos se puedan quejar de sus minutos viendo los rendimientos.
En definitiva, anunció que esta semana el contenido de la reunión interna con sus superiores iría por otros derroteros. Pellicer ha tensado la cuerda en alguna ocasión con los tres cargos que tiene por encima (administrador, director general y director deportivo), sin embargo, esto parece más bien una maniobra para pedir confianza real -o al menos mayor respeto- al tiempo que fue un aviso de que también tiene un límite.
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