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La cuna de la 'Primavera árabe' tampoco vence a los islamistas

La jornada de ayer debería haber sido de alegría y celebración en Túnez: hoy se cumple el 59 aniversario de la independencia del país y la avenida Habib Bourgiba, en el corazón de la capital, se había decorado con banderas tunecinas. Pero en lugar de ello, el país norteafricano guarda luto.

En los atentados terroristas contra el Museo del Bardo en Túnez, extremistas mataron el miércoles a 23 personas, entre ellas 20 turistas extranjeros.

La masacre supone una tragedia para la joven democracia y el final de una larga primavera: Túnez es de hecho la cuna de las llamadas primaveras árabes y hasta ahora el único país que logró la transición a la democracia.

A comienzos de 2011, los tunecinos derrocaron al dictador Zine el Abidine ben Ali y en diciembre de 2014 eligieron a su primer presidente votado libremente.

Siria, Libia y Yemen, otros países de la Primavera árabe, están inmersos en guerras civiles, en Egipto vuelve a gobernar un autoritario líder militar mientras los islamistas siembran el caos.

Los ataques muestran ahora que tampoco Túnez ganó su lucha contra el terrorismo: Al Qaeda y el Estado Islámico (EI) tienen aliados en el país y con frecuencia se producen ataques contra las fuerzas de seguridad tunecinas.

Con hasta 3.000 combatientes, se calcula que los tunecinos suponen además el mayor contingente de combatientes extranjeros en Iraq y Siria. La escena de hackers local se considera especialmente ágil a la hora de difundir la propaganda islamista en internet.

El Gobierno de Túnez era consciente de ello y por eso elabora una nueva ley antiterrorista más dura. El atentado constituye ahora "un ataque contra el proceso político en el país", considera Hardy Ostry, director de la oficina de Exteriores de la fundación alemana Konrad Adenauer en Túnez. "El atentado golpea también la economía y el turismo", dijo.

En una ocasión el terrorismo ya frenó el proceso de transición en el país: en 2013, los asesinatos de dos famosos políticos pusieron en peligro el proceso democratizador. Entonces el partido islámico En Nahda, el más fuerte tras las elecciones de 2011, tuvo que renunciar al Gobierno tras las protestas desatadas, ya que los asesinatos se atribuían a fuerzas islamistas. Pero tanto en ese momento como ahora, el partido se distanció de los crímenes.

De todas formas, las esperanzas de que el partido pudiera debilitar a los extremistas a través de un islam reforzado desde la política no se confirman: más bien, los radicales parecen aumentar.

Uno de los movimientos más fuertes es el grupo salafista Ansar al Sharia, fundados tras el derrocamiento de Ben Ali. En 2013 sus seguidores fueron declarados terroristas. Y ahora se le atribuyen conexiones con el EI.

Los expertos de seguridad llevan mucho tiempo advirtiendo que Túnez debe vigilar mejor sus fronteras. Desde Libia, en el este, se filtran combatientes que regresan de Siria formados con el EI.

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