CAC Málaga

Jules de Balincourt: color o barbarie en el CAC

  • El centro reúne en 'After the gold rush' cuarenta pinturas realizadas durante la última década por el artista francés formado en EEUU, un testimonio crítico con la postmodernidad no exento de lecturas políticas

Jules de Balincourt (París, 1972), este viernes, en el CAC Málaga.

Jules de Balincourt (París, 1972), este viernes, en el CAC Málaga. / Marilú Báez (Málaga)

En su porte, su aire distinguido, su flequillo legendario y la mezcla de ironía y distancia con la que se despacha en público, Jules de Balincourt (París, 1972) hace gala a raudales de su naturaleza cosmopolita y su condición de hombre de mundo. Y lo hace, que conste, por derecho: trasladado con su familia ya en los 80 a EEUU, se formó como artista americano y vivió tanto en California como en Nueva York y otros Estados. En los últimos años, además, ha pasado buena parte de su tiempo en Costa Rica, donde abrió su estudio empleado a su vez como lugar de retiro idílico para artistas. En su crecimiento como artista, De Balincourt hizo confluir así varias tradiciones, sin renunciar a ninguna, a la vez que su propia biografía iba abriendo camino hacia una noción del arte necesariamente mestiza, transfronteriza, siempre mutante, lo que explica, también, que por más que haya visitado diversos formatos sea la pintura el territorio en el que de manera más fehaciente ha logrado dar testimonio fidedigno de este nomadismo. Precisamente, la pintura, y muy especialmente el color como médula espinal de un arte confluyente, discursivo, en cierta medida siempre por hacer, es la protagonista absoluta de After the gold rush, la exposición inaugurada este viernes en el CAC Málaga con la presencia del propio artista y que podrá verse hasta el 30 de mayo. Cabe apuntar, de entrada, que Jules de Balincourt constituía un objetivo señalado por el CAC desde hace años en virtud de una intención bien definida: demostrar la relevancia, el protagonismo y sobre las oportunidades de la pintura como medio fundamental del arte contemporáneo, por lo que After the gold rush entabla un diálogo harto revelador con otras exposiciones recientes del CAC como las de Miki Leal y Pedro Cabrita Reis.

Obras reunidas en la exposición. Obras reunidas en la exposición.

Obras reunidas en la exposición. / Marilú Báez (Málaga)

Comisariada por la directora del CAC, Helena Juncosa, After the gold rush reúne cuarenta pinturas, en su mayor parte de gran formato, en las que De Balincourt ha trabajado en la última década. Eso sí, el discurso es, ante todo, autobiográfico: el artista se vale de la idea de la fiebre del oro para evocar su marcha, cuando aún era un niño, de Francia a California, un acontecimiento que necesariamente marcó a fuego su vida y su obra. De modo que la primera fuente a la que acude el artista es su memoria: en estas pinturas quedan representadas áreas residenciales en franca decadencia, escenas bélicas de dudoso carácter cinematográfico, naturalezas sugerentes, paisajes nocturnos, personajes extravagantes, signos tanto utópicos como distópicos y otros elementos que bien pudieron nutrir, bien directamente, bien a través del cine, la televisión y los cómics, la imaginación de un niño que abandona su casa junto a su familia para partir al otro lado del mundo. Pero más que los objetos representados, el verdadero protagonista de la obra de De Balincourt es el color: a menudo se refiere la crítica a su obra como una combinación de figuración y abstracción, pero, tal y como explica el artista, las pinturas son el resultado de procesos que empiezan directamente con la dispersión del color en el lienzo, sin bocetos previos, y que a partir de ahí van configurando los mundos en juego. El color se convierte así en matriz del recuerdo, en el lenguaje en que, más allá de lo figurativo y lo abstracto, la representación ocurre. 

"En mi obra comparecen el individuo y la comunidad, lo personal y lo político, el artista y el objeto", sostiene Jules de Balincourt

Tal y como explicó el propio De Balincourt, con estas pinturas ha mantenido en estos diez años su intención de explorar las relaciones entre las sociedades y sus individuos, con una lectura política que no oculta una crítica abierta al capitalismo y el modo en que el mismo contamina estas relaciones. Eso sí, el mismo advierte una querencia "más espiritual y existencial" en su obra reciente, lo que entraña otra crítica, sutil y reflexiva, a la postmodernidad en la medida en que De Balincourt representa un mundo despojado de sus ídolos y sin muchos valores de recambio, una intuición que nace ya en el estudio, en el mismo lugar de la creación: "Mi obra se basa tanto mi pintura como el deseo de pintar: el éxito y el fracaso, la naturaleza y la arquitectura, el individuo y la comunidad, lo personal y lo político, el artista y el objeto", afirma al respecto. Entre civilización y barbarie, la respuesta que ofrece Jules de Balincourt está en el color. Y la razón parece estar de su parte.  

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