Crítica de teatro

Como abrir un álbum de fotos

Una escena de 'Delicadas' de T de Teatre, el pasado 1 de febrero en el Cervantes.

Una escena de 'Delicadas' de T de Teatre, el pasado 1 de febrero en el Cervantes. / Daniel Pérez / Teatro Cervantes

Los recuerdos de nuestra infancia nos hacen crear un imaginario particular y único. A través de esas memorias y relaciones con los mayores de nuestra vida, vamos conformando una percepción personal del mundo que nos rodea; del general y del particular, y si no, que se lo digan a Lorca. Alfredo Sanzol y T de Teatre nos han mostrado en el Teatro Cervantes su particular visión del mundo creado a partir de los recuerdos de su infancia.

La historia nos lleva a un pasado reconocible en el simbólico marco de la guerra civil española, vista con un prisma contextual, muy alejada de la política, la crueldad y la frialdad con la que suele representarse. Y es que poder hablar, dentro de un contexto bélico, de lo delicado del amor, de la belleza de las cosas sencillas y de lo hermoso de la vida, es ciertamente, y cito a Sanzol, “encontrar el sentido trascendental en lo menos importante, en lo anecdótico”.

En esta anecdótica instantánea que se nos presenta, transcurren diferentes historias que comparten un gen común, la belleza y el humor. Y digo instantánea porque Delicadas es una fotografía antigua colgada en una pared, es eso que ocurre cuando miramos las imágenes y reinventamos el antes y el después de cada una de ellas. Ese sucederse de historias inconexas, simula, en cierta manera, el pasar de una fotografía a otra en un viejo álbum lleno de historias.

La escenografía, simple, inmersiva y eficaz, te ayuda a participar de ese universo. Un cielo azulado, en forma de bóveda, tan reconocible que, si te piden que recuerdes el cielo de tu infancia, no lo podrías pintar mejor. En el suelo empedrado, hay un árbol y un rosal, que podría ser cualquier plaza, jardín o calle. A esto ayudan la iluminación y el espacio sonoro que, a través de sutiles cambios e impecables efectos, te hacen ir de la noche al día y de un espacio a otro, cuidando la imagen como si de un realismo mágico se tratara. Es un marco muy reconocible para que todos conectemos con las historias que se cuentan; historias que no has vivido pero que, por alguna razón, te son familiares. Historias que te hacen viajar a un pasado extrañamente común.

Puesta en escena de 'Delicadas'. Puesta en escena de 'Delicadas'.

Puesta en escena de 'Delicadas'. / Daniel Pérez / Teatro Cervantes

La dirección de Sanzol es de mucha delicadeza, con un minucioso trabajo para que las transiciones de escenas se hagan a vista del público, con pocos cambios de vestuario, simplemente con las construcciones físicas y vocales de un elenco maravilloso. El transcurrir de las escenas y personajes se suceden de forma tan orgánica y limpia, que no percibes en ningún momento nada que no tenga sentido. La composición de las escenas está siempre equilibrada; y cuando eres capaz de comprender las relaciones de los personajes simplemente por su composición en el escenario, el resto, es dejarse llevar; y para dejarte llevar, el texto, hermoso y divertido, y las interpretaciones de un equipo que funciona como un perfecto engranaje.

Si tuviera que quedarme con alguna de las historias, querría tener siempre a mano los monólogos de “las cosas que guardo” por su mensaje final, en el que dicen que se guardan las cosas para que los que vengan “lo tengan más fácil que nosotros”. También me quedo con la escena del perro, por esa explosión de abre los ojos y vive la vida que te hace reír sin parar.

Lo cierto es que estamos ante un pequeño dulce teatral, un texto evocador, tierno y divertido que, como dice Sanzol, no deja de ser una suerte de homenaje, una forma de devolverles el cariño y darles voz a aquellas mujeres que tenían cosas que contar pero que no pudieron hablar. Un montaje alejado del conflicto y centrado en lo bello de vivir. De alguna forma, te hace recordar a personas que ya no están, o que estuvieron en un momento dado de tu vida.

A nivel personal, he podido recordar, como si abriera una ventana, a familiares que fallecieron hace años, a identificar rasgos de mi abuela, de mis tías, e incluso de mi infancia cuando visitaba el pueblo de mis abuelos. Ha sido como abrir un álbum de fotos. Supongo que esa es parte de la grandeza de este espectáculo, conseguir que forme parte de ti algo que no lo es.

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