Cultura

Donde el bosque es arte

  • El Circo del Sol regresa a Málaga en enero con 'Varekai', todo un clásico de su repertorio renovado para su gira europea

Un tipo de porte atlético remata un gulash con una bebida isotónica mientras a su lado una mujer con el rostro vestido de blanco canta la escala de Do mayor y ejercita su diafragma. Tras un telón de fornido azul, cinco acróbatas se las ven con rostro serio ante un trampolín del tamaño de un microbús. Su gesto es pétreo, su atención máxima. Están rodeados de estanterías llenas a su vez de máscaras hipnóticas, pelucas de fantasía, trajes imposibles y artilugios de uso indescifrable. Unos veinte metros más allá, una joven realiza sus contorsionismos (hace el puente con sus manos hacia atrás, se incorpora en esta posición y empieza a desplazarse como una criatura contrahecha) sobre un tatami mientras otra chica con gorra a lo hip-hop conversa con un hombre delgado de tupé imposible y expresión grotesca. El backstage del Cirque du Soleil, o Circo del Sol según su ya más que popularizada acepción castellana, es un mundo de sincronizada autogestión y de muy precisa distribución: cada artista tiene que comer, ensayar y descansar a una hora concreta en turnos que se respetan con escrúpulo monacal. El idioma oficial de la compañía es el inglés, tal y como revelan los numerosos avisos, horarios y comunicaciones que cuelgan en tableros y esquinas; pero cada cual se las entiende con el vecino como le antoja. Mientras tanto, en el escenario, unos bailarines revisan los enganches para su número de danza aérea. No es poco lo que se juegan. Los del trampolín se preparan para el relevo: el ensayo en el escenario, ante el aforo desierto, reviste una liturgia arcaica. No se pueden hacer fotos con flash, ni acercarse demasiado, y los que rondan hablan en voz muy baja. La concentración del artista ante su número es una presencia sagrada. Estamos en Viena, donde el Circo del Sol representa durante esta semana dentro de su gira europea Varekai, uno de los espectáculos emblemáticos de su repertorio, que llegará al Palacio de los Deportes Martín Carpena del 21 al 24 de enero próximos. Y, como siempre, la cocina del montaje resulta tanto o más inolvidable que la misma función en sí.

Varekai se estrenó en Montreal en 2002 bajo la dirección de su creador, Dominic Champagne, uno de los fundadores del Circo del Sol. Desde entonces, más de diez millones de personas han visto el espectáculo en más de 130 ciudades de 23 países. La producción actual, trece años después, reúne a un equipo de cien personas de un total de 19 nacionalidades. La cohorte se distribuye en dos mitades más o menos exactas: una corresponde a artistas y la otra al personal técnico. El material, que precisa de doce horas para su montaje, viaja en 21 trailers por toda Europa durante la presente gira (uno de los camiones se reserva al vestuario, con más de dos mil piezas diariamente revisadas, recosidas, lavadas y listas para su uso: entre los artistas, las mujeres se cambian de indumentaria una media de entre tres y cuatro veces cada función; los varones, entre dos y tres). En el Stadthalle de Viena, el Circo del Sol presenta siete actuaciones desde el pasado miércoles hasta hoy domingo. Y para cada una de ellas se repite, cual reloj, el ritual.

La escena está presidida por 330 árboles que representan el bosque donde transcurre la acción. Es aquí donde cae Ícaro, el ser alado protagonista, errante y herido, que busca (y encuentra) la ayuda de las criaturas que habitan el corazón de la floresta para salir adelante. Varekai viene a significar en romaní un lugar cualquiera, y es aquí, en este rincón apartado de los ojos del planeta, pero revelado prodigiosamente al espectador, donde el Circo del Sol pone en marcha su bien conocida maquinaria, con acrobacias de infarto, ritmo frenético, piruetas a gran altura, la evocación fabulosa de los más distintos ambientes, música en directo (con siete instrumentistas y dos cantantes para la ejecución de las hermosas composiciones de Violaine Corradi) y los impagables payasos (que recrean los números creados por el maestro Cahal McCrystal: sólo el playback del Ne me quitte pas de Jacques Brel cantado por Nina Simone justifica la adquisición de la entrada) y otros ingredientes para que las dos horas largas de show (descanso incluido) pasen en un suspiro.

El director artístico que actualmente toma las riendas de Varekai es Michael Smith, un inglés de York de humor sardónico que durante los 80 vivió entre Barcelona y Madrid y que ya ha trabajado en siete espectáculos de El Circo del Sol. Cada salida a escena entraña para él un reto, y así expresa su máxima al respecto: "El Circo del Sol es como Madonna: siempre tienes que meter algo nuevo. Por eso, cada día nos preguntamos qué podemos dar al espectador, qué motivo de inspiración podemos ofrecerle, en qué podemos superarnos. Esto es esencial. Si un instante bajas la guardia, es que esto se ha terminado". A lo largo de estos casi tres lustros, Varekai se ha metamorfoseado en consonancia: las personas que lo representan y los objetivos que persigue son necesariamente distintos. Pero su mensaje, eso sí, sigue siendo el mismo: "A Dominique Champagne se le ocurrió la noción matriz de Varekai después de sufrir un accidente grave. Llegó a creer que nunca volvería a andar y tuvo que apoyarse mucho en su familia, en los amigos, en la gente que tenía cerca. El espectáculo quiere sugerir la idea de que, si superamos la vergüenza que muchas veces nos coarta a la hora de pedir ayuda cuando la necesitamos, seremos capaces de prácticamente cualquier cosa. Y, por mucho que cambiemos las formas, ese contenido siempre está presente".

Acostumbrado a orquestar producciones de alto calibre (trabajó también para Franco Dragone, otro fundador del Circo del Sol que abandonó la compañía, para el montaje en Macao de su ya emblemático The House of Dancing Water), Michael Smith expresa sin pelos en la lengua sus impresiones respecto al trabajo con el personal artístico de Varekai: "Estar aquí rodeado de tanto talento es un placer. Ni una sola vez he tenido que empujar a nadie para ir más allá: más bien al contrario, a menudo he tenido que advertir a tal o cual artista de que se lo estaba tomando demasiado a pecho. Una parte importante del equipo de Varekai procede del ámbito deportivo, y eso tiene un lado positivo porque hablamos de gente muy disciplinada. Pero también tiene un lado negativo: les cuesta muchísimo expresar una emoción. Es más, en su momento aprendieron a dejar de lado las emociones porque eso podía restarles potencial a la hora de competir. Mi trabajo, en este sentido, ha consistido en devolverles la capacidad de comunicar un sentimiento a través de su trabajo sin que eso mermara un ápice su rendimiento físico. Y estoy razonablemente satisfecho".

Curtido en templos tan presumiblemente ajenos al Circo del Sol como el Lido de París ("Hicimos allí un espectáculo que el productor quiso llevar de gira por China. Pero recibimos una notificación desfavorable del Gobierno chino ya que consideraban que la propuesta era 'demasiado sensual'. ¡Hablamos del Lido, por amor de Dios! ¿Qué esperaban, sino plumas y tetas?"), Smith espera con ganas la llegada de Varekai a España (además de Málaga, la gira incluye paradas en La Coruña, Barcelona, Valencia y Vitoria) porque "el público ofrece allí el calor que hace que un espectáculo como éste funcione a la perfección". Preguntado por la disposición en arena en lugar de la tradicional carpa, Smith apunta: "En 2006 yo estaba en Montreal y justo entonces la empresa decidió redefinir el modelo de los tours. Las carpas se quedaron para ciertos emplazamientos fijos pero las giras pasaron a hacerse en arena, en auditorios diversos. Entiendo que la carpa ofrece una comunión muy singular con el espectador, dado que su aforo es de unas 2.500 personas. En arena, los aforos pueden llegar a acoger hasta 5.000 y 7.000 espectadores, y ahí, inevitablemente, quienes ocupan las últimas filas no perciben la magia en su totalidad. Pero la compañía tomó esta decisión porque era el medio más eficaz para llegar a más públicos y actuar en más ciudades, hasta llegar a sitios donde, de otra manera, el Circo del Sol nunca lo haría. Se pierde una cosa y se gana otra. Por mi parte, sólo diré que delante de 5.000 personas Varekai adquiere una energía brutal".

De entre una montaña de piezas de vestuarios (todas y cada una de las piezas diseñadas por Eiko Ishioka se realizan en Montreal, a partir de las medidas suministradas desde los más recónditos lugares del mundo; y principalmente en lycra, la tela favorita del Circo del Sol por su flexibilidad, elasticidad y facilidad de mantenimiento) aparece la única artista española del elenco: Jessica Heredia, bailarina de break dance de 33 años, barcelonesa de padre malagueño. Habitual de la compañía de Rafael Amargo (en la que trabaja con su contribución de baile moderno), Heredia se incorporó a Varekai en noviembre de 2013 casi por casualidad: "Yo estaba en Barcelona, con mis competiciones de break dance y todo eso, y una amiga me dijo que al día siguiente el Circo del Sol iba a hacer allí un casting. Fui sin muchas esperanzas y me escogieron. En una de las primeras funciones me rompí el talón de Aquiles y se me descolgó el pie. No pude empezar peor. Me llevaron a Las Vegas, me operaron y tuve que guardar reposo durante siete meses. Pero ha valido la pena. Lo que peor llevo es el maquillaje: no todo el mundo vale para dedicarle una hora completa". Heredia interpreta a una criatura marina mientras que el papel de Ícaro le corresponde a Fernando Miró, un bailarín puertorriqueño de 28 años en cuyo curriculum figuran giras con David Bisbal y Taylor Swift: "Es curioso, porque un día vi Varekai en televisión, en mi casa con mis padres, y vi claro que eso era lo que quería hacer. Con 17 años me fui a Las Vegas y allí probé suerte con el Circo del Sol. Después de un casting de tres días me escogieron para el espectáculo dedicado a Michael Jackson. Y ahora soy el Ícaro de Varekai. Es un sueño". De eso se trata: de esta materia, al cabo, estamos hechos.

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