Cultura

Por fin una de cómics divertida e inteligente

Acción y aventuras, EEUU, 2014, 120 min. Dirección: James Gunn. Guión: James Gunn, Nicole Perlman y Chris McCoy. Fotografía: Ben Davis. Música: Tyler Bates. Intérpretes: Chris Pratt, Bradley Cooper, Vin Diesel, Zoe Saldana, Dave Bautista, John C. Reilly, Benicio del Toro, Glenn Close y Djimon Hounsou.

Cuando se estrenó el Superman de Donner en 1978 mi generación recibía con alborozo la resurrección del cine espectáculo, divertido, fantástico, lleno de efectos especiales, que nos recordaba -en versión lujosa y a lo grande- las series B de ciencia ficción, las películas de aventuras y las criaturas de Harryhausen de nuestra infancia. Tres años antes Tiburón, el año anterior La guerra de las galaxias y Encuentros en la tercera fase, ese mismo año La furia, y de ahí en adelante En busca del Arca perdida o 1997 rescate en Nueva York… Ir al cine a divertirse con historias absurdas no era pecado. Una euforia. Cuatro décadas más tarde hay que reivindicar que ir al cine a pensar y a sentir no es pecado. Los pendulazos, ya saben. El aburrimiento, hartazgo, sordera y hasta náusea por el atracón de películas de efectos especiales y superhéroes, agravado por la deriva trascendental que tipos como Nolan le han impreso, hace estragos entre quienes tanto celebramos la resurrección del cine fantástico-fanfarria.

Por eso para nosotros, y para todos, que Guardianes de la galaxia sea tan espectacular como inteligente, tan épica como irreverente para con el panteón de los superhéroes, tan llena de sugerencias sobre la cultura popular como frívola y gamberra, es una muy buena noticia. Marvel, un nombre que antes de inundar el cine respetábamos, ha vuelto a ganarse nuestro respeto apostando fuerte por unos superhéroes disparatados (que figuran entre sus personajes menos conocidos por el gran público) que protagonizan una historia igualmente disparatada que no pretende más que divertir, entretener y asombrar técnicamente sin insultar la inteligencia o confundir los cómics con óperas de Wagner. Un mapache, un árbol, una señora verde y un fortachón que parece sacado de las películas de Santo el Enmascarado de Plata, junto a un aventurero salteador, son los protagonistas. Estos tipos no son en realidad superhéroes, sino cachondos con tendencia a perdedores que tienen un cierto aire de espagueti western o de película de Carpenter. Estos tipos no son buenos ni malos, sino unos desahogados que unas veces son mejores y otras peores. El juego limpio no está hecho para ellos. Sus enemigos son peores, por supuesto, pero eso sólo les hace un poquito mejores.

Dicen quienes de esto saben (yo lo ignoro casi todo sobre el mundo del cómic, salvo lo que se refiere a Rip Kirby y El Hombre Enmascarado: lo mío son los tebeos de Ambrós, Ibáñez, Vázquez, Escobar y compañía) que el punto divertido es obra de Steve Gerber, el creador de Howard the Duck (maltratado por una terrible película de la que sólo se recuerda la banda sonora de John Barry) o de Man-Thing, que acabó a mamporrazos de juicios y demandas con Marvel. Porque Guardianes de la galaxia se publicó por primera vez con éxito modesto en 1969. En 1974, rescatados y muy reelaborados por Gerber, volvieron a editarse con el tono divertido hasta casi lo autoparódico que hace grande a esta película que tiene la virtud de tomarse muy en serio el no tomarse en serio.

Esto quiere decir que está muy bien escrita y rodada, que el reparto -tan extravagante como la película- está perfectamente escogido para dar vida a estos tipos imposibles, que los efectos especiales son de una extraordinaria espectacularidad y perfección, pero sólo un medio para lograr el fin de divertir con un disparate tan inteligente que, además de arrasar en taquilla, se alza como una de las mejores películas de las muchas (demasiadas) inspiradas por los cómics. Las referencias cinéfilas de La guerra de las galaxias, En busca del Arca perdida y otras muchas reliquias de los 70 y los 80 nos devuelven a nuestro inicio: el cine puede entretener, divertir, asombrar y, de paso, crear. Y si quieren más nostalgia de aquellos años en los que el cine volvió a ser divertido y las pantallas se llenaron de naves especiales y aventureros, conéctense al walkman de Star-Lord.

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