Cultura

El presentimiento de lo eterno

  • Eugenio Trías inauguró ayer el Congreso Internacional sobre Nietzsche con una aproximación a la inspiración más musical y religiosa del enorme filósofo alemán

Si Nietzsche no hubiese existido, las percepciones que se definen hoy sobre religión, cultura, política, ética y otros muchos órdenes serían, radicalmente, otras. Por eso, a pesar del parapeto de complejidad con que el academicismo más ramplón ha intentado protegerle, el atormentado alemán tiene su espacio idóneo en lugares mucho más vivos y dinámicos que las aulas y despachos, y su obra no es patrimonio exclusivo de filósofos de carné. Málaga celebra desde ayer y hasta mañana el Congreso Internacional de la Sociedad Española de Estudios sobre Nietzsche, que, bajo el título Nietzsche y la Cultura Contemporánea, presenta en el Rectorado de la Universidad a una veintena de expertos de medio mundo con un programa que abarca un amplio catálogo de registros sobre el autor de El Anticristo. Ayer, la conferencia inaugural corrió a cargo de Eugenio Trías, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra y pensador imprescindible en la Historia reciente de España, quien introdujo un novedoso, y polémico, matiz de inspiración religiosa en el Nietzsche que profetizó, en boca de un loco, la muerte de Dios.

Trías recogió el ánimo contenido en su último libro, El canto de las sirenas (en el que establece una ambiciosa conexión de la Historia de la filosofía con la Historia de la música), y partió de una "hermosísima" cita del alemán: "La vida sin música es un error". Tras señalar que la filosofía de Nietzsche "es un campo de minas, y de hecho en su caso lo fue hasta que una le estalló en la cabeza", el catalán recordó que el autor de La gaya ciencia "era consciente de que necesitaba protegerse y halló consuelo en la música". El encuentro con Wagner, al que llegaría a repudiar más tarde por sus inclinaciones cristianas, resultaría decisivo en este sentido: "la música de Wagner, y especialmente el Parsifal, aportó a Nietzsche el material necesario para una nueva definición del tiempo, que alumbró el eterno retorno".

Este concepto, cuya materialización puede apreciarse en la misma música, "es el que más obstáculos ha generado en la hermenéutica de la obra de Nietzsche, sobre todo por su imposibilidad científica: no se puede demostrar que cada acto que ocurre se repite un infinito número de veces, pero a la filosofía no le conviene sostenerse sobre algo tan inestable como la ciencia". Trías, siguiendo con la música como clave, propuso una solución al enigma mediante la consideración de un imperativo categórico: a través del eterno retorno, "Nietzsche parece decir: actúa como si cosa que hicieras hubiera de repetirse una y otra vez". El horror que una realidad así despierta "tiene su explicación en otro libro de Nietzsche, La genealogía de la moral: ante una Historia de la humanidad construida a base de hierro y tortura, lo que asombra al filósofo es la defensa de las víctimas: el resentimiento, traducido en el socialismo, el anarquismo y el cristianismo". Otorgar lo eterno a cada episodio será el gozo de los hombres libres y el sufrir de los esclavos, "y aquí surge un Nietzsche de inspiración religiosa; lo que verdaderamente importa de su obra es el presentimiento de lo eterno".

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