Manuel Hernández Silva. director titular de la Orquesta Filarmónica de Málaga

"En la tarima también hay días en los que uno tira de oficio, como en el toreo"

  • El nuevo responsable artístico de la OFM ha debutado este fin de semana al frente de la misma. En esta entrevista da cuenta de sus planes, gustos e inquietudes.

Apenas transcurridos unos minutos de conversación distendida frente a un café madrugador, se perciben ya dos argumentos a favor de Manuel Hernández Silva (Caracas, 1962): el primero es un fino sentido del humor, que combina la espontaneidad de sus orígenes latinoamericanos y el alcance analítico de los veinte años que vivió en Viena para su formación. El segundo es un discurso intelectual y estético tan abrumador como accesible. Hernández Silva ha dirigido por primera vez este fin de semana a la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM), en el Cervantes, con Carlos Álvarez como flamante solista invitado (y, de paso, inestimable padrino). Y lo ha hecho con la condición, nada menos, de director titular, un cargo adjudicado el mes pasado en el que ya trabaja a conciencia, especialmente en materia de programación. Durante su etapa al frente de la Orquesta de Córdoba, de 2005 a 2012, la misma agrupación triplicó sus abonados. Así que Málaga puede esperar mucho de este hombre.

-Leonard Bernstein decía que cuando dirigía a Beethoven él mismo tenía que ser Beethoven. ¿Cuánto hay de usted y, pongamos, de Bruckner, cuando dirige alguna de sus obras?

-Mi época de estudiante en Viena coincidió precisamente con la estancia de Bernstein al frente de la Filarmónica de la ciudad, así que él es para mí un referente fundamental. Comparto sus palabras, porque hablan del respeto al creador. Él dice que para dirigir la Novena sinfonía tiene que ser Beethoven, no desde la arrogancia, sino al contrario, desde la más profunda humildad. Cuando yo dirijo a Bruckner sé que nunca voy a ser Bruckner, pero de alguna forma lo que hago es ponerme en sus manos y entonces tal vez sí, soy Bruckner como un instrumento a su servicio. El artista Hernández Silva es la suma de todos los compositores cuando dirige.

-¿Cómo siente al público cuando sube a la tarima?

-Cuando empieza la música uno casi siempre se olvida de eso. Sabes que el público está ahí y a lo mejor puedes tener una determinada sensación, pero la experiencia me ha enseñado que en esa sensación influye más el estado de uno que el público. Hay días en que, como en el toreo, uno tiene que tirar de oficio cuando sube a la tarima. Son esos días en los que no estoy. Suena un acorde y uno piensa, bueno, vamos palante y que sea lo que Dios quiera. Y quizá el público perciba esto, o tal vez no. Pero hay días en que uno se siente de maravilla dirigiendo y el público emite una respuesta más fría, y viceversa. Al público hay que dejarlo estar, no pensar en él. Es esa otra mitad que espera en silencio lo que uno pueda ofrecer. Pero es mejor no tenerlo demasiado en cuenta.

-En su proyecto presentado para la OFM se refería a la orquesta como un instrumento de "cohesión social". Explíquese.

-Se trata de acercar la orquesta a la ciudad, a la sociedad, especialmente en los sitios en los que la orquesta tiene que tener presencia, como el Conservatorio. A veces se piensa que la función social de una orquesta pasa por ir a tocar un día a la cárcel. Y sí, como proyecto puntual puede ser muy lindo y digno de aplauso, pero eso constituye una parte muy mínima. Lo hermoso es, como te decía, acudir a los sitios donde la orquesta debe tener presencia. Por ejemplo, sería muy positivo ofrecer conciertos al aire libre en lugares emblemáticos de Málaga y crear una tradición en este sentido. También me parece muy importante celebrar conciertos en la provincia, no ceñirse sólo a la capital. Actuar en la Universidad también sería muy interesante, a modo de tarjeta de invitación para que los universitarios vengan luego al teatro. En eso consiste la cohesión social, en la suma de muchas cosas, no en actos puntuales. No se trata de quedar bien, sino de ejercer un cierto afán. Y siempre teniendo en cuenta que el sitio natural de la orquesta es el Cervantes, o el Auditorio, si lo hubiera.

-Y ahora que el proyecto del Auditorio se ha estancado, ¿hasta qué punto lo cree necesario?

-A mi juicio, el Auditorio sigue siendo prioritario. Es verdad que hay que tener el dinero y que no se puede culpar a nadie por no tenerlo, pero la necesidad es compartida por la mayoría de la ciudad. Necesitamos un espacio capaz de acoger grandes producciones de orquesta, con un foso en el que puedan caber con facilidad ochenta músicos. Y es preciso un auditorio definitivo, para la posteridad, y que no haya que echar de menos otro espacio para la música.

-El pasado enero actuó en el Teatro Cervantes con la OJA. ¿Qué opinión le merece su acústica?

-Bueno, es verdad que la acústica no es ideal, pero tampoco es la peor. Me advirtieron de que era muy seca, pero no me resultó, la verdad, tan terrible. Volviendo al Auditorio, otro de los motivos por los que resulta necesario es, precisamente, por una cuestión acústica. Todos los instrumentos precisan su espacio para sonar bien, y con una orquesta sucede lo mismo. Si ponemos a la Filarmónica de Berlín en un patio, jamás podrá sonar bien. A menudo la OFM demuestra en otros escenarios una calidad sonora mayor, y resultaría lógico que el público pudiera disfrutarla también en Málaga.

-Una de las consecuencias de los recortes presupuestarios ha sido la extinción de los ciclos de música antigua y contemporánea. ¿Piensa paliar su desaparición en la temporada de abono?

-Lo que habría que hacer es estudiar la posibilidad de recuperar esos ciclos. Cuando una orquesta se dedica a poner parches, nadie sale satisfecho. Si programáramos música antigua en la temporada de abono, la medida no gustaría ni a los abonados ni a los amantes de la música antigua, ya que ésta requiere instrumentos, condiciones y espacios especiales para su interpretación. Otra cosa es la música contemporánea, que sí tendrá presencia en el programa que ya estamos diseñando para la temporada 2015/ 2016. Hay muchos compositores contemporáneos con los que me siento cómodo dirigiendo, ya sean de inclinación más o menos tonal. Pero con la música barroca, como te contaba, será más difícil. Vamos a hacer El Mesías de Haendel, y además el original. Pensé hacer la orquestación clásica de Mozart, más que nada para poder contar con más músicos; pero la verdad es que mi idea de El Mesías es muy barroca, y vamos a mantener eso. Sí hay un ciclo que quiero preservara ultranza, que es el de Cámara. Y pienso que aquí sí que podría darse cabida a repertorios de música antigua.

-Si yo le pregunto por un compositor de referencia...

-Desde hace muchos años, y lo digo sin complejos, el compositor que más me ha marcado es Mozart. He dedicado a Mozart años de estudio, y tengo una biblioteca consagrada al compositor de la que me siento particularmente orgulloso. Mozart además me ha llevado de la mano a todo lo demás: Schubert y Shostakovich comenzaron bajo su influencia y nunca se apartaron de ella. Seguramente por eso muchas orquestas me invitan a que dirija a Mozart.

-Y si la música de Mozart es un juego, ¿dirigirla es jugar?

-Sí, así es, exactamente. En la próxima temporada la única obra de Mozart que haré con la OFM será el Requiem. Pero para la siguiente me gustaría hacer en un mismo programa las Sinfonías 39, 40 y 41, porque eso es lo que termina creando memoria, en el público y en los maestros, especialmente en la cuerda. Todo el clasicismo vienés forma parte del mismo juego. Ya sabes, yo soy hispanoamericano, pero en realidad he descubierto el repertorio hispanoamericano muy recientemente. Cuando terminé mi formación en Viena después de veinte años pensé que aquel legado iba a estar allí siempre y que en cualquier momento podría echar mano de él. Y la verdad es que hablamos de una música enorme, preciosa. También me gusta mucho la música española, y el flamenco.

-¿Es posible trabajar ya, entonces, en la forja de una memoria musical para Málaga?

-Creo que sí. En cuestiones de música clásica Málaga es una ciudad muy joven. ¿Cuándo hemos podido escuchar en una misma noche la 39, la 40 y la 41 de Mozart, o la 104 de Haydn? Hacía muchos años que no sonaba en Málaga la Cuarta de Schumann, incluso con una orquesta como la OFM, que sí la había tocado, pero hace ya muchos años. Lo que me interesa, precisamente, es convertir las grandes obras del repertorio en argumentos recurrentes. Que no haya que esperar otros cinco años para escuchar la Cuarta de Schumann, que no caiga en dique seco. A lo mejor la próxima vez no la dirijo yo, sino un invitado, y así podemos volver a programarla de una manera justificada. La OFM interpretó hace poco la Quinta de Mahler en Granada con Arturo Díez Boscovich, y yo la traigo en noviembre, en la temporada de abono, dirigida por mí. ¿Por qué no? Creo que es bueno que al menos una vez cada dos años una obra así suene en la orquesta. Cada vez lo hará mejor. ¿Cuál es el problema de programar otra vez la Quinta de Beethoven? Yo escucho todavía a Oscar Peterson y no creo que haya nada malo. Hablamos de obras que tienen una validez universal. Y la expectativa de tocarlas cada vez mejor es muy interesante.

-¿Ganar al público joven depende más de la comunicación, o de la educación?

-De todo un poco. Pero me parece fundamental que vengan jóvenes al teatro a ver a la orquesta. Aquí tendríamos que prestar atención al Conservatorio, porque es importante que sus alumnos se acerquen a la orquesta. A veces he actuado con un pianista muy importante, un solista de primera fila, y no ha venido ningún estudiante de piano del Conservatorio a verlo, y esto me resulta difícil de admitir. Así que espero que en Málaga podamos establecer una línea efectiva en este sentido. He recibido ya una invitación del Conservatorio Superior de Málaga y pienso ir en cuanto me sea posible para hablar largo y tendido con alumnos y profesores. Por eso aprovecho esta entrevista para invitar a los alumnos de los conservatorios malagueños a que vengan a ver a la orquesta. Haré todo el esfuerzo para buscarles facilidades, pero que no dejen de acudir. Si viene Javier Perianes, que vendrá, me gustaría ver el teatro lleno de estudiantes de piano. Mire, los conciertos en Venezuela están llenos de gente joven...

-Sí, y ésa es la cuestión. ¿Por qué en Venezuela sí y aquí no?

-Las circunstancias son distintas. España tiene una tradición musical popular enorme, pero los jóvenes músicos no la practican. En Venezuela, los jóvenes que estudian en los conservatorios tocan también el cuatro y la bandola, y cantan el folclore. Eso nos une a todos. España tiene una riqueza musical grandísima con el flamenco, pero aquí siempre ha habido esa separación incomprensible entre la música que llaman académica y la popular. Y eso es un error, porque la una no puede vivir sin la otra. Excepto en algunos periodos concretos como la música absoluta de Richard Strauss, la madre del cordero es la música popular. Ahí está el fandango del segundo acto de Las bodas de Fígaro de Mozart, lleno de tres por ochos y amalgamas. Lo mismo se puede decir de las danzas de Brahms. No deberíamos tener en España tanto complejo respecto a lo clásico y lo popular. En el flamenco tenemos un arte mayúsculo. Mira a Paco de Lucía. Que me critiquen si quieren por esto, pero para mí Paco de Lucía está al nivel de Mozart y Beethoven. Allí estará con ellos ahora, en el Olimpo. Y con Camarón, y con Antonio Gades. Pasándolo sabroso.

-Y en cuanto a cohesión social, ¿qué podemos aprender de las jóvenes orquestas venezolanas?

-Es que la realidad social también es muy distinta. La música se ha convertido allí en un proyecto de redención social. Pero eso no tendría sentido aquí, porque los problemas sociales son muy distintos. Es cierto que el sistema venezolano con las orquestas jóvenes ha tenido frutos muy buenos, pero hay que trabajar hacia modelos educativos más integrales. Es algo que defendemos muchos. No pocos jóvenes, una vez que se les pasa la edad y salen de las orquestas, terminan cayendo en lo que nunca queremos que caigan. Así que hay que ofrecerles más recursos, no sólo los musicales.

-¿En qué consistirá la Academia de la Filarmónica?

-Queremos ser un vínculo entre los estudiantes de los conservatorios y una orquesta profesional como es la OFM. En la OJA he tenido oportunidad de comprobar que el nivel de los músicos que salen del Conservatorio Superior de Málaga es muy bueno, así que existe un talento al que tenemos que atender. Hay un lugar común a la hora de criticar los conservatorios españoles, pero la realidad es que la formación que ofrecen es de una calidad altísima. La teoría musical que se imparte en España no tiene nada que envidiar a la de Austria. Y los jóvenes músicos españoles tocan ya en las primeras orquestas de Europa. Así que queremos ofrecerles una herramienta útil.

-¿Qué titular le gustaría ver publicado dentro de cuatro años?

-Me encantaría que se contara que la OFM multiplicó el número de sus abonados.

-Ése ya lo tuvo en Córdoba.

-Sí, y no me importaría repetirlo. Pero también me gustaría que se hablara de la excelencia sonora de la orquesta. Si la comida es buena, el cocinero es bueno.

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