Al margen

Ramón Triviño / Almargen@malagahoy.es

Cuestión de formas

YA lo contó Plutarco en sus Vidas paralelas refiriéndose a una afirmación de Julio César, dirigida a su esposa, Pompeya, tras tener conocimiento de los amoríos que la profesaba Publio Coldo Pulcro, "no basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo". La cita viene a cuento de lo sucedido en el congreso extraordinario de los socialistas malagueños donde los buenos usos democráticos, en algún momento, se dejaron olvidados para mejor ocasión. De lo que sucedería el sábado, ya daba señales la víspera Marisa Bustinduy con los nervios a flor de piel, lo que la incapacitó para alcanzar un acuerdo con los críticos de Fernando Arcas y haber impedido así que se visualizaran nítidamente las fuerzas del enemigo. Porque hay que reconocerlo. A pesar de las zancadillas, los tocapelotas de los críticos salieron del NH con sonrisa de triunfadores, cuando el resultado, como es conocido fue de 64 a 36, a favor de los oficialistas.

Las huestes fernandinas llegaban al cónclave partidario con desventaja. Para no variar, la dirección provincial les había negado el censo de los compromisarios asistentes al encuentro, a pesar de que no tenía mayor importancia que ser termómetro de la situación, ya que, en definitiva las partes en litigio venían a defender los mismos postulados. Quizá en el empeño de dejarlo todo atado y bien atado, la presidenta de la mesa del congreso, la flamante delegada del Gobierno andaluz, María Gámez, una chica que parece muy lista, se deslizó por vericuetos algo resbaladizos. Olvidando los principios constitucionales y los estatutos del propio PSOE, Gámez mostró su empeño en que el voto de los delegados no fuera secreto, que al final lo fue. Evitó la presencia de interventores durante la votación y el recuento, e hizo la vista gorda cuando se propuso que la elección de las papeletas se realizara de forma obligada en las cabinas instaladas al efecto, por aquello de evitar presiones y miraditas. Que ya sabemos de las mañas de Francisco Conejo.

Pero quizá lo más llamativo de la actuación presidencial fue el encorsetamiento al que sometió a la reunión mediante la utilización de un súper rígido orden del día que no hizo posible que el líder opositor Fernando Arcas tomase la palabra a lo largo de toda la sesión. Sorprendente. Aunque la traca final de María Gámez fue consentir que se abrieran las urnas antes de que se hubiera procedido a la preceptiva presentación de las dos candidaturas concurrentes. Ya queda dicho, cuestión de formas o de que los nervios de más de uno están a flor de piel.

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