
Por montera
Mariló Montero
¿Quién le va a pedir perdón?
Era previsible que la tensión acumulada en las negociaciones para la constitución de Sumar no iba a desaparecer automáticamente en el momento en el que se formalizara el acuerdo. De esa operación quedan algo más que rescoldos y no es arriesgado pronosticar que las heridas abiertas en el proceso no cicatrizarán con rapidez. Aún hoy se sigue arrastrando como elemento de polémica la desaparición de las listas de Irene Montero y las causas que la motivaron. Es cierto que para una mayoría de ciudadanos su gestión ministerial no ha alcanzado una gran admiración. La tentación de legislar solo para los muy cafeteros, menospreciando en muchas ocasiones el sentimiento de la mayoría y la contumacia de persistir en el error y en trasladar a todos los demás estamentos la causa de sus actos fallidos la situaron en el ojo del huracán y la convirtieron en una carga más que en un activo del gobierno de coalición. Por eso lo inexplicable es que en un movimiento como el de Podemos, en el que de la noche a la mañana surgieron líderes de verdadero impacto como Iglesias Turrión, Íñigo Errejón, Carolina Bescanda o Monedero, haya llegado en un empobrecimiento tan alarmante de su capital humano como para centrarse en la figura de la exministra como la máxima expresión de su liderazgo.
Aun así, la drástica desaparición de las listas de Irene Montero y su ostentoso veto no entran en los parámetros de una política de reconciliación razonable. Que el meritorio y notable éxito que supone haber conseguido por primera vez la unión de más de diez partidos en ese intrincado y fragmentado espacio político haya sido opacado por la discusión a voz en cuello sobre la inclusión o no de una persona en una lista electoral no deja de ser un contrasentido. De no mediar una vendetta personal o un desmesurado afán de depuración no puede entenderse este visceral enfrentamiento que ha llegado a la paradoja de hacer a la ministra proscrita una mártir de la causa podemita. Atendiendo a las reacciones que a día de hoy se están produciendo en determinados círculos de la formación morada, existen dudas razonables de que la decisión adoptada por Yolanda Díaz reme a favor de la causa de Sumar. Es difícil calibrar los rechazos electorales que la presencia de Montero en las listas pudiera ocasionar, pero es igualmente indeterminado el desánimo, malestar y posiblemente pasividad que en las filas de Podemos pueda causar ese castigo tan notoriamente pregonado. Ni el 23J resolverá esa duda.
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