Cuando eres el favorito en unas elecciones, la campaña electoral consiste en evitar un sonoro patinazo que ponga en riesgo tu renta acumulada durante cuatro años. En Estepona, nadie duda de la victoria del actual alcalde José María García Urbano, a la sazón candidato del PP. Hace cuatro años, obtuvo el 59% de los votos, uno de los resultados más contundentes de la formación popular en España.

El único pero a García Urbano es que tras presumir de que practicaba otra política ajena a los moldes clásicos y comprometerse a permanecer sólo dos mandatos, finalmente se comportó como el resto de los mortales de los partidos. Se desdijo y aceptó seguir. Pero en su equipo el optimismo rebosaba al punto de que había o hay concejales que apuestan que el domingo 26 de mayo reforzará la mayoría absoluta de la que goza. Y eso con un escenario bien distinto. En esta ocasión, compiten también Ciudadanos y Vox.

Todo planeado al milímetro. Un nuevo hospital casi terminado. Un centro deportivo. Unas calles pobladas de macetas, para convertir en realidad el eslogan de que Estepona es un jardín. Flores en todas las zonas verdes. Un parking público a un euro al día y otros estacionamientos en proyecto. Un pueblo de dulce.Pero al iniciar la campaña decidió estrenar un tobogán. El más grande de España en un gran parque infantil.

Y la chorraera para sortear un desnivel de 50 metros acabó como el rosario de la aurora. Como era para todas las edades, algunos con décadas de vida acumuladas decidieron también probar los deslizamientos no apto para hipertensos y los alaridos por las rozaduras en los trayectos y tras los aterrizajes hicieron el resto. El tobogán acabó clausurado en 24 horas. Mofa sin límites en las redes sociales. Hasta una firma de dentistas informó que abriría en sábado para restañar los piños averiados. La causa general contra el alcalde ha servido para rescatar sus amistades peligrosas. El susto en el cuerpo por un tobogán.