Mitologías Ciudadanas

José Fabio Rivas

Día del orgullo loco

Al igual que hicieron gais y lesbianas con el día del Orgullo gay, luchando contra el estigma y los prejuicios y reivindicando gozosamente su identidad sexual y su igualdad de derechos, el 29 de mayo se celebró el día del Orgullo loco. Así, según la proclama, "el Orgullo loco es un movimiento formado por usuarios, ex usuarios y supervivientes de los servicios de salud mental y aliados que (…) reivindican la inclusión social y la igualdad de derechos para las personas con algún trastorno o enfermedad mental a través de una nueva, diferente y positiva identidad loca".

Y bien, no acabo de entender eso del orgullo loco, ni lo de una nueva y positiva identidad loca. Es más, hay asuntos, identidades y modos de ser y comportarse que no son como para estar orgullosos de ellos, ni para celebrarlos o reivindicarlos, pues resultaría frívolo, indigno, incluso contrario a los derechos civiles. ¿Se imaginan -por ejemplo- el día del Orgullo diabético? ¿Y el de los afectados por alguna clase de cáncer? ¿Y el día del Orgullo machista o el día del Orgullo de los corruptos y ladrones? Entiendo que, frente a la vulnerabilidad que se esconde como algo vergonzoso (como sucede cuando se padece una enfermedad mental grave), pueda resultar positivo la fortaleza de mostrar esa vulnerabilidad, como manera no culposa de empoderarse a sí mismo asumiendo lo "frágil", enfrentándose así a una ideología proclive a rechazar, minusvalorar, marginar (incluso encerrar en manicomios) y estigmatizar a lo "otro", a lo "distinto", pero reivindicar gozosamente el ser "loco", ignorando el enorme sufrimiento que el hecho de padecer una enfermedad mental grave conlleva, no solo para el que la padece, sino también para sus familiares y seres queridos, me parece frívolo.

Así que, puestos a celebraciones reivindicativas, reivindiquemos lo que para la salud mental es justo y necesario: Aumento de las partidas presupuestarias; reforzamiento del modelo de atención comunitaria y de los tratamientos psicosociales; lucha contra el estigma, los prejuicios y la marginación (incluida la insistencia errónea de asociar la peligrosidad y la violencia con la "enfermedad mental"); respeto por los derechos civiles de los pacientes, sobre todo en lo que respecta a los ingresos involuntarios, las contenciones mecánicas, la medicación forzosa, la sobremedicación; el favorecer el acceso al mundo laboral, denunciando que el 84% de las personas psiquiatrizadas se encuentran en situación de desempleo, cuando sabemos que lo mejor para el tratamiento, rehabilitación y prevención del estigma y la marginación de los pacientes mentales es el trabajo; el apoyo y reconocimiento del esfuerzo y sufrimiento de los familiares de los pacientes; el reconocimiento del trabajo de los profesionales de la salud mental que en su día apostaron por derrumbar las sombrías tapias de los manicomios (a veces, en contra de los prejuicios y de los "juicios" sociales y legales) y de las nuevas generaciones de profesionales, a pesar de que los recursos disponibles siguen siendo muy escasos. En fin, que en relación a la salud mental, desgraciadamente todavía hay mucho que reivindicar y, por qué no, también hay cosas que celebrar (¡no todas!)

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