Una Expo en el camino

Queríamos una muestra dedicada a la innovación. Al final apostamos por la sostenibilidad. Le añadimos smart y contentos

Contaba hace once años Diego Narváez en El País que Málaga "en su búsqueda permanente de una identidad, en la obsesión por un evento o un proyecto de relumbrón siempre frustrado" había encontrado, por fin, una tarea en la que centrarse: la Capitalidad Cultural Europea de 2016. Aquella carrera terminó en derrota. En fuego cruzado de reproches por el proyecto que se presentó. No recuerdo que se salvase algún idea de las que contenía el plan.

Una muesca más a sumar a los intentos fallidos de organizar una Universiada, construir un circuito de velocidad, tras la pujanza de Jerez, o acoger un gran parque temático. Nadie quiso proponer otra expo. Tras la muestra universal de Sevilla hubiera sido aceptar un segundo puesto. Pero después del 92, Pedro Aparicio se atrevió a proclamó que Málaga merecía unas Olimpiadas. La mera insinuación generó tal grado de escepticismo que la llama nunca tuvo a tiro un pebetero.

De la decepción de la capitalidad surgió la gran oportunidad no programada. La Málaga de los museos que en un pispás ha superado cualquier meta soñada. La mejor operación de marketing diseñada en España en décadas. Pero Francisco de la Torre siempre aspiró a que la ciudad, ya que no podía ser capital de la comunidad, al menos acogiese un organismo internacional de prestigio. La Agencia del Medicamento se presentó como gran oportunidad. El cainismo andaluz y el intento del Gobierno de Rajoy por contentar a los independentistas catalanes, frustró cualquier posibilidad. Hace dos años, el alcalde durante la campaña electoral para las municipales presentó con sordina la aspiración de organizar una Expo en 2026. No universal como la hispalense sino otra internacional de menor envergadura, dedicada a la innovación. No era mala la idea con la pujanza de los proyectos tecnológicos que eligen este territorio. El último, una entidad china. Cartas y negociaciones casi en secreto para que ninguna otra ciudad se postulase y frustrase el respaldo. Y, por fin, el sí. De momento, como principal contrincante, una urbe próxima a la estadounidense de Minneapolis.

Al final la muestra será en 2027. La innovación ya no sirve, toca la bandera de la sostenibilidad. Le añadimos smart y todos contentos. Alertaba esta semana en este periódico el catedrático José Damián Ruiz Sinoga que no es ésa precisamente la característica de la que puede presumir Francisco de la Torre con su gestión. "En cada potencial espacio verde que hay se opta por plantar un mamotreto como solución", decía. Claro que tampoco es necesario que vayamos con esta historia a la ONU. Seguimos con el marketing. No es muy sostenible pero igual nos sostiene.

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