Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Habas, viagra vegana

La vida es el único lujo que se encuentra en las calles. ¡Dejemos vivir a la gente!

Morir por las ideas es algo excelente, pero lo habitual es vivir de ellas. Se pide a los creyentes que maten y mueran por ellas, pero los autores intelectuales suelen permanecer en la retaguardia, a salvo. Sea como sea, ver morir por las ideas, con dignidad y valor, al mártir, al revolucionario que da un "Viva" a sus ideas mientras se desploma fulminado o al terrateniente que escupe a los milicianos que le disparan, es, a un tiempo, terrible y sublime. Pitágoras (569-475 a.C.), según Laercio, murió en esta forma: estando sentado con sus amigos en casa de Milón sucedió que uno de los que no había querido admitir a la reunión le pegó fuego a la casa por despecho… Como al escapar del incendio se encontrase metido en un campo de habas, se detuvo y dijo: "Mejor es ser capturado que pisar estas habas"; y, acto seguido, ofreció la garganta a sus verdugos. Pitágoras consideraba las habas un símbolo del Universo, un emblema sagrado. Y el filósofo prohibió a los suyos comer alimentos sagrados porque, a diferencia de los comulgantes, insensibles al hecho de excretar a todo un Dios, Pitágoras pensaba que no se debía convertir lo sagrado en heces. Y murió por sus ideas. En 1972, el cantautor francés George Brassens no tenía muy claro que hubiese que morir por las ideas. Y, si había que hacerlo, mejor que fuese "de morte lente", porque existe el peligro -cantaba- de que en el momento de morir te des cuenta de que te has equivocado de idea y de camino. Todo esto lo cuenta en su canción Mourir pour des idées, pieza magna de la poesía francesa que, como el tango Cambalache de Discépolo, ilumina una época. Brassens había sobrevivido a la segunda Guerra Mundial y al Mayo del 68 y se había convencido de que todos los charlatanes que predican el martirio se encuentran tan bien aquí que no se quieren ir. A ellos les dice: "Si tanto deseáis morir, pasad los primeros, pero por favor, ¡joder!, dejad vivir a los otros, la vida es el único lujo que se encuentra en las calles". Me gusta pensar que Pitágoras, hoy, arrepentido, hubiera preferido comerse un plato de habas con jamón a dar la vida por ellas. Porque las habas con jamón de la Vega de Granada siguen siendo un manjar de dioses, tan salutero que hay quien sostiene que en tiempo del haba verde no hay hombre endeble. Vamos, una viagra vegana y sin más contraindicaciones que la flatulencia.

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