Mil muertos en silencio

Llegamos a las mil muertes. Un goteo de víctimas silenciosas, despedidas por la puerta de atrás. Sin ruido

De los mensajes más ocurrentes que he leído últimamente, respecto al arranque de este 2021, me quedo con el que propugna devolverlo y repescar el anal anterior. Nada se ha librado del enjambre de convulsiones que nos ha ofrecido este año en pocas semanas. Palabra -enjambre- que acabamos de incorporar tras la serie de temblores registrada los últimos días en Granada. Si ya resulta desagradable la toma de muestras actual, el último avance científico chino propone, para mejorar los resultados de los test contra el virus, sorprendernos por la retaguardia.

Pero en unas horas cruzamos a febrero y no quedará ni la excusa del mes de pruebas. Avanzamos, eso sí, con la herencia de un enero en el que la pandemia, tal como se sabía, se desbocó. "Salvar la Navidad" se llamaba la operación. En términos económicos no se puede medir, por el momento, si lo consegurimos. No sirve en este último trimestre ni siquiera uno de los instrumentos más fiables: la Encuesta de Población Activa (EPA). No son creíbles su resultados. Si fueran ciertos, Cuarto Milenio debería dedicar una edición especial a estudiar las razones por las que 2020 acabó en Málaga con 4.000 personas más ocupadas, 13.000 más si comparamos la cifra con la que había al inicio del Covid.

El coste social de las fiestas es más sencillo de reflejar. Sólo hay que pasearse por las UCI, las plantas de los hospitales y, finalmente, por los cementerios. En cifras redondas, un millar de muertes en Málaga desde el primer caso diagnostica un 28 de febrero. Sólo el pasado viernes 27 decesos, el peor registro hasta ahora.

Un goteo de víctimas, despedidas por la puerta de atrás. Ningún adiós ruidoso, como si estuviera en vigor una ley de eutanasia promulgada, en teoría, por la naturaleza. Esos féretros no son noticia. Es novedoso el ingreso de un niño en cuidados intensivos . No que otro anciano pierda la vida. Y esa cuenta atrás continúa para este segmento de la población. Las frías estadísticas sólo ofrecen porcentajes, como la reducción de los pagos a los pensionistas

Esta realidad no es ajena a toda la población. ¿O sí? ¿Cómo explicamos la proliferación de comportamientos incomprensibles que vemos a diario, incluso a plena luz del día? ¿Se trata de gente insolidaria sin más? ¿Ha triunfado el nihilismo que niega todo lo que no proceda de su órbita de influencia? En la última década se ha consumado la desconexión con las generaciones más jóvenes. Cohabitan en mundos paralelos. En la era de la desinformación, la mayoría de los medios tradicionales carecemos de crédito para ellos. Incluso no existimos. Y no hay diferencias por estratos culturales. Imperan las redes. La confianza en los amigos y lo único capaz de asustarles son las profecías de Los Simpson.

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