Rivalidades, tribalismos y medalla de Andalucía

La cultura del agravio tomó cuerpo en un orilla con la bandera del centralismo pero los quejíos han cambiado de bando

Contaba esta semana, en una entrevista en Canal Sur, el veterano periodista Ramón Ramos que para rivalidad, la que existía entre Granada y Málaga. En los encuentros de fútbol que enfrentaban a sus dos equipos representativos, sólo había que desplazarse a las carreteras de salida para visualizar el recibimiento o la despedida que se tributaba a los aficionados adversarios.

Tribalismo asentado desde hacía más de medio siglo. Quizá porque los malagueños debían viajar a la Ciudad de la Alhambra para cursar muchos estudios universitarios, antes de que viera la luz la UMA. O porque el llamado Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo (MOPU) decidió llevarse a esa provincia la unidad territorial de carreteras de Málaga. Justo cuando arrancaba todo el entramado de autovías. Claro que menos sentido tuvo luego que la cuenca hidrológica Mediterránea se adscribiera a la del Guadalquivir, como acordó la Junta no hace demasiado. O también porque junto al río Genil nació el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, aunque se dejara en Málaga salas de lo Contencioso-Administrativo y lo Social. Elegir sedes siempre fue un problema.

Pero a raíz de la Expo 92, Granada pasó a un segundo plano en las guerras cainitas y emergió Sevilla. La cultura del agravio tomó cuerpo en esta orilla con la bandera del centralismo. Los candidatos a presidente prometían radicar en Málaga la Consejería de Turismo y los presidentes, desde la etapa de Griñán, presumen de despacho en la Alameda de la capital malagueña para exhibir sensibilidad con la periferia. Pero hace algunos años que los quejíos cambiaron de bando. Ahora representa hasta una ofensa que los consejeros malagueños importen por razones de paisanaje su troupe de colocados. Nadie en la otra orilla usaría la guasa del Junts per Málaga si el origen territorial de los enchufados fuera el habitual. Cuestiones de pedigrí, que no distan mucho del RH que esgrimen otros norteños. En Cádiz no recuerdan las décadas que han pasado desde que un ministro les prometiera una vez que llegaría el AVE. Muchos en el Campo de Gibraltar sueñan con que alguna vez el peñón avance hasta Sotogrande. Allí si sería peligroso un referéndum. En Almería se sienten aislados. Aunque ricos.

Jaén se ha enfrascado en una disputa porque a última hora Córdoba les ha arrebatado por sorpresa un complejo logístico militar y ven la alargada mano de la vicepresidenta del Gobierno cordobesa. En Linares temen el fin del mundo tras el cierre de El Corte Inglés con pérdidas millonarias durante varios años. Sin un proyecto común andaluz y sin iniciativas transversales de desarrollo que pugnen por evitar las desigualdades entre provincias y auspicien la colaboración y la sinergia. No confundir con que la Junta se conceda a sí misma la Medalla de Andalucía.

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