Síndrome de Estocolmo

Ciertamente las víctimas de todos los asesinados por ETA difícilmente podrán entender qué está ocurriendo

En el año 1973 los rehenes del asalto al Banco de Crédito de Estocolmo confraternizaron de tal manera con sus captores que, al finalizar el robo, odiaban más a la policía que a los propios delincuentes. Dicen los psicólogos que esta relación se debe a que las víctimas malinterpretan la ausencia de violencia como un acto de humanidad por parte de sus agresores. Curiosamente suele ocurrir cuando se pasan muchas horas dialogando con secuestradores, asesinos o terroristas, y así nos va en España.

Parece ser que una de las principales causas de esta defensa impostada de los ideales criminales nace en aquellos que han sido previamente maltratados, ya sea por su pareja, por sus familiares o por sus compañeros de partido. Esto último explicaría muchas cosas en ese comportamiento tan aquiescente, por parte de los que copresiden el gobierno, hacia Bildu y cualquier otro supremacista del Congreso. Los malos tiempos pasados, tanto desde la expulsión como secretario general de uno como la negación a participar en listas electorales de IU del otro, pueden crear mentalidades obsesivas que no perdonan nunca.

El problema de este síndrome surge en su última fase, cuando también los terroristas muestran sentimientos positivos hacia sus víctimas. En ese momento empiezan a decir cosas tan cariñosas como "vamos a ir a Madrid a destruir el régimen" o piden la expulsión de la Guardia Civil del País Vasco o Cataluña. Evidentemente son las mejores muestras, valga la ironía, de cómo están democratizándose a pasos agigantados. Es más, alguno es capaz hasta de quitar el español como lengua vehicular de España, como signo de generosidad ante tanta muestra de concordia y comprensión.

Ciertamente las víctimas de todos los asesinados por ETA, especialmente los familiares de los socialistas que fueron masacrados por defender la democracia de nuestro país, difícilmente podrán entender qué está ocurriendo. Pero ya hace tiempo que el odio monclovita hacia sus correligionarios llegó, al igual que el coronavirus, para quedarse. Menos mal que cada cuatro años tenemos la posibilidad de una vacuna, aunque sólo sea por el respeto a los que dieron su vida por todos nosotros. Porque nunca un presupuesto pudo tener un precio tan alto, ni unos ideales progresistas caer tan bajo, pero como decía Mahatma Gandhi "Un cobarde es incapaz de mostrar amor; hacerlo está reservado para los valientes.

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