Voracidad fiscal

Si un gobierno presenta un programa fiscal de efectos imprevisibles, todo empieza a ser injustificable

Cuando un gobierno regala 53 millones de euros a una compañía aérea, con un solo avión pero con muchos directivos y, paralelamente, presenta un programa fiscal de consecuencias imprevisibles para el resto de los ciudadanos, todo empieza a ser injustificable. Y si encima se culpa de haber llegado a esta situación a los demás países, al resto de los gobiernos, a los ciudadanos más ricos, a los más mayores y a los mediopensionistas, entonces el culpable queda al descubierto.

Cuesta entender que, habiendo tantos economistas en las estructuras del poder, pocos recuerden la curva de Laffer que determina cómo, a partir de un punto, el incremento de la presión fiscal sólo permite recaudar menos. Y es especialmente grave que, cuando los demás países apoyan a los sectores productivos y a los generadores de empleo, bajándole los impuestos y aportándoles ayudas directas, nosotros seguimos manteniendo hasta la última de las tasas y, a lo sumo, aplazando su pago final. ¿Acaso esperamos que esto no provoque una cadena de cierres, quiebras e impagos, tras tanto tiempo sin ingresos?

Y ahora ha llegado el momento de ser creativos buscando nuevos impuestos. En unas carreteras que ya teníamos pagadas por las generaciones pasadas y presentes, ahora queremos cobrar por su utilización. Esto recuerda la picaresca italiana en la Costa Azul, que construyó los peajes antes que la propia autovía para que fueran pagando los conductores su realización. Aquí suponemos que, primero se arreglarán las autovías y se dispondrán con la misma calidad que cuando se estrenaron, antes de colocar los arcos recaudatorios, porque sería la única manera de justificar el coste de su futuro mantenimiento. Es evidente que todo esto no es más que el prolegómeno de la implantación de los carnés por puntos a bicicletas y vehículos eléctricos, junto con las correspondientes tasas circulatorias. La construcción de toda obra, de uso exclusivo por parte de un sector de la población, estará a partir de ahora sometida a una permanente carga impositiva. Porque la mentalidad es la de castigar al ciudadano y no querer premiarlo por el cumplimiento de las normas de tráfico y por hacer más sostenible nuestro entorno. De ahí la descripción de Ronald Reagan sobre la fiscalidad de los gobernantes ineficientes: "Si se mueve, póngasele un impuesto. Si se sigue moviendo, regúlese, y si no se mueve más, otórguesele un subsidio."

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