Se buscan verdugos

Si ya era difícil la situación con el coronavirus, acabaron de apuntillarla con la eutanasia

Entre todas las profesiones existentes hay sólo una que realiza un juramento al terminar sus estudios. Éste, llamado hipocrático, contiene uno de los principios que más confianza aporta a los ciudadanos respecto de nuestros médicos: "Jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo". Sin embargo, hoy nos enfrentamos con la curiosa situación donde los legisladores quieren que los sanitarios cometan lo que estos últimos juraron no hacer, y cualquiera acaba preguntándose ¿hasta dónde se está dispuesto a poner la ideología por encima de la libertad?

Hoy vivimos una manipulación del lenguaje sin precedentes. Conceptos como la dignidad, inherente al ser humano por el hecho de serlo, se le asigna a la muerte, cuando los gobiernos lo que deberían defender y luchar es por una vida digna, que es lo que se posee mientras la persona existe. El problema que surge tras una ley de eutanasia es mayúsculo porque ¿quién legaliza a los verdugos? Pensemos que los médicos, de los que confiamos que sigan investigando en la cura de enfermedades, en la disminución del dolor y en el acompañamiento mediante cuidados paliativos, pueden negarse a matar en nombre de la ley. Si ello es así habrá que nombrar y regular ese cuerpo de sicarios que haga cumplir los dictados legales. Sabemos que a la hora de buscar gente que le guste matar hay algún partido en pleno ascenso que suele conocer a muchos e incluso homenajearlos. Por tanto, podría darse el caso de establecer un cuerpo orgánico de este tipo que podría organizarse, por ejemplo, como el Colegio Oficial de Verdugos Independientes y Democráticos, y cuyas siglas enaltecerían a quien más españoles mató en los últimos tiempos.

Bromas aparte, porque el tema pocas de ellas merece, es interesante que mientras gran parte de la humanidad va a celebrar esta semana el nacimiento de un niño, otros festejen la legalización de la muerte. Porque al final, si nacen menos niños, y a la vez agilizamos la muerte de los mayores, los países solo tienen dos salidas, o desaparecen, o necesitan de migraciones masivas para sobrevivir. Y viendo el trato reciente a los migrantes, en vuelos nocturnos hacia ningún lugar, la conclusión es que se quiere gobernar sin ofrecer horizonte vital alguno. Y si ya era difícil la situación con el dichoso coronavirus, acabaron de apuntillarla finalmente con la eutanasia.

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