Ya que estamos en campaña podemos hablar de Cataluña, como quiere Inés Arrimadas, que nada más abrir fuego en los Baños del Carmen afirmó: "Andalucía no es del PSOE al igual que Cataluña no es de los partidos independentistas". Uno no sabe qué pensar ante la insistencia del PP y Ciudadanos en vincular y comparar a Susana Díaz con Quim Torra, pero lo que demuestran, en todo caso, es que con semejantes directrices demuestran conocer muy poco el electorado al que se dirigen: independientemente del partido al que voten los andaluces, estos símbolos resultan profundamente antipáticos y meterlos en la campaña viene a ser como entrar en un mariposario con un difusor de DDT. Y esto sí parece tenerlo claro Susana Díaz, que se niega en redondo a partir ese melón, de modo que tanto para ella. Podemos, como Pablo Casado y Juanma Moreno, organizar un hackathon, algo que nadie sabe a ciencia cierta qué es, con tal de que aquellos jóvenes simpáticos y sobradamente preparados que se tuvieron que dar toda la prisa del mundo en borrar los mensajes en los que llamaban "ratas" y tildaban de puteros a todos los ex presidentes de la Junta propongan sus ideas para el cambio en plan hub y, de paso, proyecten una imagen de los populares así de moderna y chachipiruli en el Polo Digital. Podemos editar un vídeo molón para meternos con Tezanos y pegar el lema Presidente en la espalda de un chaleco que parece sacado del peor mercadillo de los miércoles. Podemos escuchar a Juan Marín afirmar que los votos que vayan a parar a Ciudadanos no van a servir para que el PSOE siga gobernando en Andalucía y sonreír de medio lado. Podemos, como Rodríguez y Maíllo, recuperar la esencia de un andalucismo rancio y nostálgico que despierta cuanto menos una aversión de pelos de punta en más de media Andalucía, sin poner sobre la mesa planes de gobierno y confiar en qué será suficiente. Podemos.

O podemos, también, ya puestos, reparar en que a estas alturas del curso académico, como contaba hace unos días este periódico, muchos niños andaluces con diagnóstico de autismo siguen sin contar con profesores de apoyo en sus aulas, sin la atención que necesitan para sus quehaceres cotidianos. Esto, que al lado de un hackaton significa una minucia, supongo, para los ideólogos de la campaña que creen estar en una serie a lo The good wife, se traduce en problemas a menudo serios para estos niños, para sus padres y los centros. Pero es que podemos incluso reparar en que esta situación se da porque, tras firmar el convenio con la Federación de Autismo de Andalucía, a la Consejería de Educación se le ha pasado el detalle de conceder los permisos para que esos profesores puedan entrar en las aulas. Es decir, una incompetencia atroz que merecería la más contundente de las patadas en el trasero. Pero a la oposición le parece más oportuno invocar a Quim Torra o ponerse un chaleco. Y lo llaman cambio. Y Susana más contenta cada día. Huyamos.

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